Por Fernando Londoño Hoyos
Nadie se extrañará del daño que este gobierno le hizo al país, con solo recordar sus orígenes: la presidencia de Santos se labró en el contubernio de los ladrones del erario público, los ñoños y los musas, que saquearon el país sin misericordia y pusieron los votos comprados en la Costa Atlántica; en la demagogia de Petro en Bogotá y el empujón final que recibió en la Registraduría del Estado Civil. Rio nacido en esas fuentes solo podía desembocar en el mar de miserias que nos ahoga.
Ahora Santos le devuelve a Petro el favor recibido y le prepara el nuevo fraude con el que lo llevará a la Presidencia de la República. Pero no se lleva a Petro solo. Al anca de ese caballo ganador va el comunismo de las FARC, con su séquito de idiotas útiles, y su compañera inseparable, la mafia de la cocaína.
La asociación del M19 y de Petro con Castro es de vieja data. De fácil consulta es la alianza de Raúl Castro con Jaime Guillot Lara, su yerno y mafioso reconocido, con el M19. No por casualidad andaba en Cuba, consintiendo sus heridas y preparando sus futuras hazañas políticas, el hoy senador Antonio Navarro Wolff, en las horas trágicas del asalto al Palacio de Justicia. Por supuesto que Navarro no sabía nada del acto terrorista que ejecutaban sus amigos y dirigidos. No hay nada como la sorpresa y la ignorancia para fingir inocencia.
Si la cercanía del M19 con La Habana es incontestable, la del mismo M19 con la mafia es antigua y reconocida. Pablo Escobar embarcaba cargamentos de cocaína en Nicaragua con sus amigos y cómplices del M19. Las fotos están disponible para el que tenga la menor duda. Y el M19 se lanzó contra el Palacio de Justicia armado con el dinero de Pablo Escobar. ¿Habrá alguien que no lo sepa?
Los orígenes del M19 son igualmente nítidos. Un grupo de miembros de las FARC se separó de ellas estratégicamente para organizar una guerrilla que no cargara con el pasivo de la entidad madre ante los colombianos. Delincuentes frescos, con discurso almibarado, con aliados de centro centro, como se declaró uno de los amigos más notables de la empresa, podrían penetrar con más facilidad la mentalidad de ilusos y de tontos. Lo demás lo conoce muy bien el país.
En este pieza teatral, Timochenko es el distractor o pararrayos. La gente le tira denuestos y huevos mientras su aliado, Petro, pasa por la calle del medio. Y Santos hace lo que los socialistas ricachones y corruptos. Se roba al país para empezar la pauperización que es el primer paso hacia cualquier sistema comunista. Así mirará, con su Premio Nobel en el pecho, el desfile de los acontecimientos trágicos que se avecinan. Desde su apartamento en Londres, claro está, gozando la vecindad del financista que impulsa el negocio. Nunca se gana más plata que en la instauración del socialismo. Pregunten cómo vivieron y viven los Castro, pregunten por las fortunas de la nomenklatura soviética en vísperas de la caída del muro de Berlín, pregunten por la riqueza de los boliburgueses de Venezuela o por la fortuna de los Ortega en Nicaragua, o por la plata de los Kirchner o por la de Lula y sus cómplices de Odebrecht. Nada más rentable que un socialismo convenientemente manejado.
Que Petro use zapatos Ferragamo de cuatrocientos dólares el par, casi dos salarios mínimos de Colombia, no es asunto que nos preocupe. Inquietan más los cuatrocientos ochenta millones de dólares que se ganaron unos desconocidos ubicados en Luxemburgo, comprando y vendiendo acciones de TGI, la transportadora de gas más importante de Colombia. Quiénes fueron esos afortunados, nadie lo sabe. Se sabe quién les vendió las acciones y el Petro que se las compró con ganancia de un billón quinientos mil millones de pesos colombianos. Y esa será apenas la cabecita del iceberg.
El progresista Petro le quitará la tierra a sus propietarios con el cómodo sistema de ponerles un impuesto impagable. No nos lo imaginamos. Ya lo dijo y lo explicó. Le faltó contar cómo se las pagará, pero lo sabemos: ¿qué tal bonos del Estado a 50 años y con interés del 1% anual?
Petro ya le declaró la guerra al petróleo y al carbón. Para suplirlos, una agricultura minifundista altamente productiva. Como la de Venezuela, para que terminemos comiendo de la basura o mezclando un poco de arroz con alimento para perros y gatos. Mientras Santos se muera de la risa en Londres, Timochenko acaricie su colosal fortuna y Petro se haga reelegir indefinidamente. Porque los progresistas son así.
Más claro, ni el agua. El trío letal está en marcha. A parar esa máquina infernal, se dijo