Por: Fernando Londoño Hoyos
Esta payasada está resultando aburrida. El eterno problema de los payasos es que a la larga cansan. Tanto afeite, tanta pantomima, tanta burla son cosas apenas divertidas unos minutos. Después fatigan, irremediablemente.
Eso nos pasa con estos cuentos, tan repetidos como sin gracia, que salen por los canales de la presidencia, sin ningún poder para convencer. “He dado la orden de suspender los bombardeos”. No lo esperábamos, Juanpa. Nos cogiste de sorpresa. A nadie se le ocurrió que esa fuera tu primera escena de comediante barato después del “cese” del 20 de julio.
Se han portado tan bien, han sido tan leales con su palabra de honor, que les debemos una respuesta, o mejor, un premio. Fuera de un soldado asesinado, de varios ataques que se le imputan, como los que sobrevengan, al ELN, llevan una semana sin matar, sin incendiar, sin agredir. Estamos conmovidos hasta las lágrimas. Una semana entera sin actos visible de terror, se merecen, cuando menos, la suspensión de los bombardeos.
Pero hay que hilar fino, porque hasta un hombre de tan limitados alcances como el Presidente sabe que estos actos de fantoche tienen un precio en la opinión. De donde deducimos que hay mar de fondo en esta excentricidad, en esta aparente tontería.
Ya sabíamos que a las FARC no les caería en gracia aquello de la entrega de armas, que se le escapó a su socio en un reportaje. Y que les gustaría menos lo de la pena privativa de la libertad, que no habría más remedio que recetarles. Lo que significa que Márquez y sus enanos le pusieron mala cara a De La Calle y a Jaramillo, mal augurio para las vísperas electorales. Había que desagraviarlos. ¡Y de qué modo!
Los bombardeos están suspendidos desde hace meses. Al Comandante de la Fuerza Aérea se le “chispotió” el de Guapi, y eso le costó la carrera militar. Por donde vemos que Juanpa había dado instrucciones de no molestar desde el aire a sus amiguitos, pero no era suficiente. El sueño en los campamentos era solo relativamente profundo y así baja el rendimiento en sus zonas de influencia, que casualmente son los sembradíos de coca, los centros de preparación de la pasta, los laboratorios y los senderos de tráfico.
Entendamos, algún día, que lo que está de por medio es un negocio. El más brillante y espectacular de toda América. Vender 540 toneladas métricas de alcaloide a US$100 el gramo, no es cualquier bobería. Multiplique, caro lector, cada gramo por 100 y tiene un kilo. Cada kilo por mil y tiene una tonelada y el resultado por 540, y así se aproxima a lo que está en juego. Y el negocio de extracción de oro, que mata nuestros ríos, es más productivo, según dicen los que saben. Y queda el contrabando de combustible desde Venezuela, y el de cualquier cosa desde cualquier parte, y por resultado tendrá muchos miles de millones de dólares por año. Lo que no gana, ni de lejos, ningún grupo económico decente. Las FARC, valdrá repetirlo, son la mayor organización financiera del continente.
Otro temita colindante es la intervención a la finquita del Yarí, que casi llega a las trecientas mil hectáreas de superficie, de tierras de primera calidad. El más grande terrateniente de Suramérica, el ganadero más rico, no está de buen humor con esta obra del Superintendente de Notariado y Registro. Y por eso las declaraciones con que se han venido, nada halagadoras para Juanpa.
Pues empezaron por decir que no van a entregar las armas. Nada nuevo de su parte, pero nada oportuno cuando Juanpa le ha dicho lo contrario a don Yamid Amat. Y como si fuera poco, insisten en que tampoco se dejan llevar a la cárcel, porque no han cometido menos delitos que los demás colombianos. El Estado es por lo menos tan culpable como ellos. Así que o todos en la cama o todos en el suelo.
Bien se ve que nada novedoso. Pero todo inoportuno. Porque esos temitas, la entrega de armas y el castigo carcelario, son los dos asuntos con que Álvaro Uribe se declaró más tranquilo y más cercano a las peroratas de De La Calle. ¿Qué hacer? Pues algo muy gordo que devuelva la sonrisa a los bandidos y les permita ocultar su desagrado. Como esto de los bombardeos, por ejemplo.
Estamos en una comedia. Pero las buenas, las de calidad, sorprenden al espectador. Las malas, como ésta, son repetitivas, sin gracia, sin mérito. Juanpa debe saber que nos tiene “jartos” y basta para saberlo que mire las encuestas. Los que pagamos la boleta, con tanto dolor y tanta sangre y tantas lágrimas, ya perdimos la paciencia. Y cualquier resto de respeto que algún sector de la luneta conservara por este triste elenco de payasos.