Algunos acontecimientos recientes y de mucha gravedad para el país nos obligan otra vez, a hablar de un tema fundamental en la sociedad colombiana y en cualquier sociedad del mundo. Los pueblos a veces son capaces de soportar, a veces no siempre, pero a veces son capaces de soportar malos gobiernos. Los pueblos soportan con muchísima frecuencia malos parlamento, malos congresos, que funcionan muy mal como el Congreso de Colombia, como los congresos de tantas regiones de América Latina, pero un país que pretenda ser civilizado, que pretenda ser tranquilo, que se sienta con derecho al porvenir, no puede prescindir de buenos jueces; sin el juez no es posible en la vida social. Si uno no sabe a qué atenerse frente al vecino, ni frente a los demás, ni frente al Estado que lo rige, la vida es sencillamente una pesadilla. No hay vida social sin jueces que cumplan adecuadamente su deber, sin jueces ilustrados, sin jueces imparciales y sin jueces que hagan justicia oportuna. Esto lo decimos porque nos vamos a referir a dos casos que tienen estremecida a la opinión pública colombiana…