Por José Alvear Sanín.
El tiempo todo lo normaliza. Por eso nos hemos acostumbrado a considerar que Cuba es un país normal con el que se pueden mantener relaciones amistosas. Con Venezuela vamos por el mismo camino. ¡Con la ideología de género en las escuelas! ¡Con la JEP! ¡Con FECODE! ¡Con el prevaricato habitual de las altas cortes! ¡Con la Registraduría sesgada!…
Con los políticos pasa lo mismo. Parece normal que se enriquezcan. Parece legal que los peores delincuentes ocupen curules. Se acepta que cada congresista cueste unos cien millones mensuales.
Así, poco a poco, se van derribando todas las defensas mentales que la civilización puso al servicio del derecho y la democracia.
El relativismo moral no solo lleva a tragar todos los sapos y culebras, sino que también ha enseñado a disimular todas las conductas inadmisibles hasta hace pocos lustros. Se aceptan leyes que prohíben expresar la realidad con las precisas palabras seculares. Se tolera la existencia de comisiones para decirnos qué fue lo que pasó y qué lo que no pasó.
Están pues en lo cierto quienes dicen que la batalla del lenguaje es la decisiva.
Así que cuando tratamos de “Honorable” a ciertos individuos, nos estamos rindiendo, negamos los hechos y olvidamos las evidencias.
Por ejemplo, todos los exabruptos del Honorable Senador Petro, en vez de ser rechazados con energía y contundencia, son respondidos con la cortesía debida al jefe de la “Colombia Humana”, exalcalde de Bogotá, candidato de una cierta “izquierda democrática” y titular de varios pre, grados y posgrados. Se trata pues, de una persona ilustrada, “progresista” y respetable.
Todas estas excelencias hacen intolerable que se recuerde su pasado, porque el tiempo ya ha normalizado su actividad subversiva, el contubernio con Chávez, el detrimento patrimonial ocasionado al Distrito, las bolsas repletas de dinero, la inagotable financiación de “bodegas” y “bodeguitas”.
Ahora es “el Honorable Senador” y el favorito de los entrevistadores de la tv, con su habla impostada, su expresión entre meliflua e irónica, sus buenos sentimientos, que lo han llevado a convertirse en el moderado reformador del capitalismo para modernizarlo y darle carácter social…
Como Petro es el candidato presidencial puntero, el pueblo colombiano tiene derecho a que no sigan ocultando lo que realmente hay detrás de su verdadero programa, conducente a la misma miseria y dictadura que aqueja a nuestros hermanos venezolanos.
Nunca debe negarse a un comunista, leninista y chavista, el derecho a presentarse como candidato presidencial; pero lo que no es aceptable es que los formadores de opinión le ayuden a ocultar, minimizar o negar su extrema peligrosidad, como estamos viendo, porque Petro, en consecuencia, es publicitado como un senador normal, como un candidato normal…
El año venidero ya veremos la cortesía con la que lo mimarán los medios masivos durante la campaña presidencial y la amabilidad con la que se le tratará en los debates en la tv. Allí se enfrentará con varios prudentes gentleman, de muy buenos modales, incapaces de apartarse de lo políticamente correcto contra el candidato comunista, porque esa es una palabra tabú que jamás debe emplearse en público por gentes bien educadas, contra otro candidato “común y corriente…”
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El pueblo colombiano necesita saber quién es el candidato de la narco industria. Y a otros nos gustaría también saber por qué el candidato del Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) es también el del Partido “Verde”, afiliado al Foro de Sao Paulo.
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En una conversación entre Alejandro Casona y Federico Carlos Sainz de Robles, este le explica por qué el dramaturgo es ignorado:
— ¡Ay! “La ley del silencio” de la Izquierda española es implacable. A quien se expulsa del “batallón del talento” se lo envía directamente al Calvario (…).