Por: Fernando Londoño Hoyos
No deja de ser simpático, por divertido, el espectáculo que da un Presidente desprestigiado en busca de popularidad. Son tan previsibles sus reacciones, tan pueriles y gastadas como enseña la historia de los patriarcas en decadencia.
No acostumbramos estas introducciones, pero se nos ocurre inexcusable la presente. De otro modo no entendería el lector la tragicomedia que entramos a examinar.
El desarrollo del campo era una de las “locomotoras de la prosperidad” que Santos anunció en su campaña. Y para que se vea cuán despistado andaba, recuérdese que nombró para el Ministerio de Agricultura al personaje menos dotado para una obra de gobierno comprometida y seria por las cosas del campo. Juan Camilo Restrepo se dedicó a lo que mejor sabe, malas lenguas aseguran que lo único, que es aquello de sacarse clavos y picar pleitos. No le quedó espacio ni ánimo para estimular la producción agraria, para definir los esquemas nuevos de comercialización, para llevar la tecnología moderna a los cultivos. Y ahí están los resultados.
Habrá que decir, completando el cuadro, que en lo que si resultó eficiente el Gobierno fue en aquello de firmar tratados de libre comercio, exponiendo cada vez más nuestra abandonada estructura agraria a formas y fuentes de competencia hasta ahora desconocidas.
Esa combinación de atraso en nuestra competitividad y de apertura comercial, ha rendido sus frutos. En eso andamos precisamente. El tal paro agrario, que volvió pedazos lo que quedaba de la imagen presidencial, se explica porque la gente que produce comida no tiene qué comer. El campo está en ruinas.
Y como es preciso rescatarlo, se anunció el revolcón que haría que como nunca antes llegara la bienandanza a la agricultura y la ganadería colombianas. Qué de anuncios y de vísperas. Qué de salones colmados –por supuesto de empleados oficiales- y qué de publicidad bien paga a los comunicadores. Y parió la montaña. Como es de usanza, un ratón.
Santos no entiende que algo pueda mejorar sin nombrar gente. Nombrar es lo único que sabe en materia de gobierno. Y para eso creó un nuevo vice ministerio de agricultura y una nueva comisión que le siga los pasos a los costos del campo. Nadie sabe lo que harán los comisionados cuando sientan pasos, pero de animal grande.
Por otro lado, rebajará aranceles, acudirá a clausulas de salvaguarda, y le pagará a los gremios una cantidad igual al valor de lo que de comidas y bebidas de su sector se importe. Lo primero y lo último significa costos para un fisco que no está para fiestas, y lo segundo le ganará rechiflas de la Organización Mundial de Comercio y retaliaciones de los países afectados por sus restricciones. Como quien dice, desandará todo lo andado en su política de apertura económica.
Va sin decirlo, que en nada se toca lo fundamental del problema. El campo seguirá sin vías, sin asistencia técnica, sin riego, sin seguridad y sin políticas de desarrollo.
Mientras tanto, sigue la expectativa por lo que pase en La Habana. Ya los plenipotenciarios de las FARC dijeron que lo que se publicó del tema agrario no vale una higa. Para ellos, sin Zonas de Reserva Campesinas, sin abolición de la propiedad privada y sin que les entreguen la tierra y su manejo, no hay acuerdo. El revolcón no dejó contentas ni a las FARC.