EL “COMPLOT” DE SANTOS
17-11-1997
La agenda secreta detrás del escándalo político de la semana.
A Juan Manuel Santos le gusta jugar póker. Los habituales de su mesa dicen que apuesta duro, sabe ‘blofear’ y gana con frecuencia. Ese mismo temperamento y ese talento los ha aplicado a su carrera política. Arrancó en forma meteórica con el milagro de un triunfo en la elección de designado a los pocos meses de haberse retirado del periodismo. Desde un ministerio eminentemente técnico había mostrado una fuerza sorprendente en el Congreso al derrotar a un viejo zorro de la política como William Jaramillo. Con ese triunfo en el bolsillo Santos se fijó la meta de la Presidencia de la República para 1998. Montó una precandidatura de gran aceptación entre la clase dirigente pero desconocida para el grueso público. Con cuatro años por delante para preparar su campaña este problema parecía solucionable. Pero a pesar de estas expectativas la campaña no despegó. Rafael Pardo, jefe de debate del candidato Alfonso Valdivieso, afirma al respecto: “Es sorprendente, porque Juan Manuel es un candidato que hace todo bien”. Con esto se refiere a que el ex designado domina los temas, se luce en los foros, escribe bien, maneja los medios y manzanillea como ninguno. Trabaja siempre simultáneamente el sector de opinión y el sector político. Esto lo lleva eventualmente a zigzagueos y a ciertas incoherencias por tratar de quedar bien con ambos, de los que siempre sale bien librado. No obstante, después de meses con 2 ó 3 por ciento en las encuestas la campaña de Santos, a pesar de una leve mejoría en los sondeos, parecía no prender motores. Fue ahí donde volvió a salir en él el jugador de póker. El as que tenía en su mano era la paz. Sus asesores habían llegado a la conclusión de que éste iba a ser el tema central de la campaña pero que lo tenía escriturado a su nombre Horacio Serpa. La hoja de vida del ex ministro del Interior de Ernesto Samper le otorgaba sobre el tema una legitimidad que no tenía ninguno de sus contendores. Alfonso Valdivieso había presentado al país un plan de paz serio y estructurado que la opinión pública nunca registró. Carlos Lleras de la Fuente se dio el pantallazo de visitar a los guerrilleros del ELN en la cárcel de Itagüí, pero detrás de eso no había ninguna propuesta. Los demás candidatos también hablaban de paz, pero ninguno le hacía mella a Serpa. Consciente de todos estos fracasos Santos decidió medírsele a fondo al tema. No quería documentos académicos, ni visitas a las cárceles en televisión. Quería hacer algo en grande. ContactosEl año anterior Santos había dado algunos pasos preliminares. Algunos meses después de organizar un exitoso foro sobre la paz. se había reunido en Costa Rica con el miembro del secretariado de las Farc Raúl Reyes y con su compañera Olga Marín, con quienes terminó compartiendo viandas y vinos en un restaurante de San José. Con estos antecedentes Santos llegó a la conclusión de que la única forma efectiva de enfrentar a Serpa era montándose en un proyecto de paz con mucho respaldo que no pudiera dejar de ser noticia nacional. Para esto contactó a Alvaro Leyva, quien lleva cerca de 15 años tratando de organizar procesos de paz y es el colombiano con mayor interlocución con la guerrilla. Leyva se entusiasmó con la idea de Santos y comenzó a mover sus contactos. A mediados de agosto se reunió con el secretariado y les transmitió la idea. Las Farc manifestaron que veían con buenos ojos la iniciativa. Faltaba el de la otra parte: los paramilitares. Para llegar a ellos Santos buscó al zar de las esmeraldas Víctor Carranza, a quien había conocido cuando era Ministro de Comercio Exterior. Carranza, quien maneja un negocio azaroso, se mueve como un pez en el agua en el mundo de las autodefensas. A través del célebre esmeraldero Santos logró una reunión con Carlos Castaño, el máximo líder de ese movimiento. Esa reunión tuvo lugar hace dos semanas en un lugar de Córdoba. Castaño le manifestó entonces que si la guerrilla jugaba limpio ellos estarían interesados en participar en un proceso de paz. Leyva se reunió nuevamente con las Farc y se empezó a delinear la propuesta. La guerrilla fijó como condición indispensable una Constituyente y manifiestó que la paz no era posible durante este gobierno. Según Juan Manuel Santos, ante este veto se comenzó a pensar en alternativas y quedó flotando en el aire la posibilidad de un retiro de Samper y su reemplazo por el vicepresidente Carlos Lemos.
En ese momento Santos decidió que había que involucrar no sólo a las Farc sino al ELN y al EPL. Organizó una visita a la cárcel de Itagüí, se reunió con los comandantes Francisco Galán y Felipe Torres, del ELN, recluidos allí, y con Francisco Caraballo del EPL y les echó el cuento. Ellos le contestaron que necesitaban instrucciones del cura Manuel Pérez antes de pronunciarse. A todas estas, Santos venía trabajando en otros frentes. Había contactado al presidente de la Andi, Luis Carlos Villegas; al de la SAC, Juan Manuel Ospina, y al de Fedegan, Jorge Visbal. También a los industriales Nicanor Restrepo y J. Mario Aristizábal, quienes ya venían trabajando seriamente en el tema de la paz. A representantes de la Iglesia, encabezados por monseñor Pedro Rubiano, sindicalistas como Luis Eduardo Garzón y Jorge Carrillo y miembros de los directorios de los partidos Liberal y Conservador. Proyección internacional
Con Gabriel García Márquez el tema se tocó por primera vez en un almuerzo en la casa de Julio Sánchez Cristo el sábado 16 de agosto. A partir de ese momento siguieron en contacto y Santos le fue contando a Gabo los avances de la propuesta. El Nobel, que ha sido siempre un convencido de la paz, le daría a la propuesta la proyección internacional. Finalmente se encontraron en Washington en el homenaje que el ex presidente César Gaviria le hizo a García Márquez. Aunque aparentemente el motivo de la visita de Santos a Washington era solamente asistir a ese homenaje, aprovechó muy bien el tiempo. En ese mismo viaje se reunió con el asesor del presidente Clinton, Thomas McLarty, a quien enteró de su propuesta. Al día siguiente de la comida para Gabo, en un almuerzo en un exclusivo restaurante de Washington a orillas del Potomac, Santos llamó a un lado al ex presidente Gaviria y le contó el proyecto. Desde esa primera conversación Gaviria le expresó su desacuerdo con la propuesta. Se volvieron a encontrar en el congreso cafetero en Bogotá. Ahí Santos le precisó que el tema había avanzado y que incluía la salida de Samper. Gaviria nuevamente le dijo que no le parecía viable y que era una locura pretender hacer la paz sin el gobierno. Con el ex presidente Julio César Turbay, Santos jamás habló. A Belisario Betancur le contó el mismo día del congreso cafetero. Según Santos, el ex presidente consideró sólida la iniciativa y lo animó para que siguiera adelante. El último en enterarse fue el ex presidente Alfonso López, quien fue abordado por Santos en la tradicional frijolada de Olga Duque el jueves 9 de octubre, un día antes de que Serpa denunciara públicamente la supuesta conspiración. Todo esto sucedió en las últimas tres semanas. El giro inesperado se dio cuando el gobierno se enteró de lo que se estaba cocinando. Según fuentes consultadas por SEMANA, fue Francisco Galán quien decidió contarle al negociador del gobierno José Noé Ríos. Este le negó a la revista esta versión. Unos días después Max Alberto Gómez, el director del hospital de Puerto Boyacá, que sirve de contacto a los negociadores del gobierno con los jefes de las autodefensas, le confirmó a José Noé que Leyva y Santos estaban buscando a Ramón Isaza y a Carlos Castaño. Otra fuente contactó a Ríos en el café Il Pomeriggio del Centro Andino de Bogotá para contarle también que algo se estaba fraguando.
Proyección internacional
Con Gabriel García Márquez el tema se tocó por primera vez en un almuerzo en la casa de Julio Sánchez Cristo el sábado 16 de agosto. A partir de ese momento siguieron en contacto y Santos le fue contando a Gabo los avances de la propuesta. El Nobel, que ha sido siempre un convencido de la paz, le daría a la propuesta la proyección internacional. Finalmente se encontraron en Washington en el homenaje que el ex presidente César Gaviria le hizo a García Márquez. Aunque aparentemente el motivo de la visita de Santos a Washington era solamente asistir a ese homenaje, aprovechó muy bien el tiempo. En ese mismo viaje se reunió con el asesor del presidente Clinton, Thomas McLarty, a quien enteró de su propuesta. Al día siguiente de la comida para Gabo, en un almuerzo en un exclusivo restaurante de Washington a orillas del Potomac, Santos llamó a un lado al ex presidente Gaviria y le contó el proyecto. Desde esa primera conversación Gaviria le expresó su desacuerdo con la propuesta. Se volvieron a encontrar en el congreso cafetero en Bogotá. Ahí Santos le precisó que el tema había avanzado y que incluía la salida de Samper. Gaviria nuevamente le dijo que no le parecía viable y que era una locura pretender hacer la paz sin el gobierno. Con el ex presidente Julio César Turbay, Santos jamás habló. A Belisario Betancur le contó el mismo día del congreso cafetero. Según Santos, el ex presidente consideró sólida la iniciativa y lo animó para que siguiera adelante. El último en enterarse fue el ex presidente Alfonso López, quien fue abordado por Santos en la tradicional frijolada de Olga Duque el jueves 9 de octubre, un día antes de que Serpa denunciara públicamente la supuesta conspiración. Todo esto sucedió en las últimas tres semanas. El giro inesperado se dio cuando el gobierno se enteró de lo que se estaba cocinando. Según fuentes consultadas por SEMANA, fue Francisco Galán quien decidió contarle al negociador del gobierno José Noé Ríos. Este le negó a la revista esta versión. Unos días después Max Alberto Gómez, el director del hospital de Puerto Boyacá, que sirve de contacto a los negociadores del gobierno con los jefes de las autodefensas, le confirmó a José Noé que Leyva y Santos estaban buscando a Ramón Isaza y a Carlos Castaño. Otra fuente contactó a Ríos en el café Il Pomeriggio del Centro Andino de Bogotá para contarle también que algo se estaba fraguando. Reacciona el gobiernoTodas estas informaciones se las transmitió Ríos al presidente Ernesto Samper, quien había oído algunos rumores sobre el tema semanas atrás. Como era de esperarse, el gobierno le comentó la información a Serpa. Se discutió sobre la necesidad de denunciar públicamente el plan Santos. Inicialmente se barajó la posibilidad de que fuera Serpa quien lo hiciera, pero finalmente se concluyó que debía ser José Noé Ríos. El aprovechó una visita a Armenia para hacer la denuncia en un discurso. La estrategia no funcionó. Nadie entendió el mensaje ni le paró bolas. El politólogo Alfredo Molano, asesor de paz de la Presidencia, hizo un nuevo intento de llamar la atención sobre el asunto. En una entrevista en televisión el siguiente jueves, 9 de octubre, denunció el episodio como un intento de cerrarle el camino a Horacio Serpa. Como ninguna de estas estrategias surtió efecto se decidió hacer la denuncia a través del propio Serpa. En una entrevista a Radionet el viernes 10 el candidato mencionó por primera vez la palabra complot. Según él, algunas personas, incluido un candidato presidencial, estaban fraguando un plan que tendría como fin realizar una nueva Asamblea Constituyente con participación de la guerrilla, y sin Samper en la Presidencia. La denuncia de Serpa no cayó en el vacío. En 24 horas se había establecido que el candidato al cual se hacía referencia era Juan Manuel Santos. En un principio éste intentó pasar agachado, pero ante el desarrollo de los acontecimientos resolvió coger el toro por los cuernos. Comenzó a maniobrar intentando capitalizar la crisis a su favor. Durante una semana monopolizó todas las noticias. Le dio una dimensión internacional al asunto volando a España a reunirse con Gabriel García Márquez y con Felipe González. Mientras más se defendía Santos más artillería le metía el gobierno para desprestigiarlo. Ministros, cacaos, parlamentarios oficialistas y periodistas samperistas rodearon al Presidente. Incluso muchos antisamperistas se sumaron a la causa. Santos centró su defensa en dos elementos: el primero, que contaba con el respaldo de múltiples estamentos y personalidades.
El segundo, que nunca se pensó que la paz se iba a hacer sin el gobierno. En este último aspecto fue desmentido por una grabación interceptada por los organismos de seguridad del Estado que divulgó el noticiero CM&, en la cual se oyó a Santos decir: “Entonces es claro que una de las condiciones para iniciar este proceso es que de ninguna manera se podría hacer con el actual gobierno”. Todo este bombardeo de información logró únicamente confundir a la opinión pública. Al final de la semana pasada el escándalo se había convertido en controversia y no existía un consenso sobre si había sido conspiración o propuesta de paz. Analizada retrospectivamente, lo único que es claro es que la iniciativa nunca fue viable. Para comenzar, no existe ninguna posibilidad real de que se pueda llegar a la paz en lo que queda del gobierno de Ernesto Samper. La paz requiere negociaciones complejas que no se pueden llevar a cabo sino cuando un gobierno tiene la plenitud del poder. Esta condición no la tiene ningún gobierno en los últimos meses de mandato y mucho menos el de Ernesto Samper, con sus graves problemas de legitimidad y credibilidad. El único gobierno más débil que el de Ernesto Samper sería uno de Lemos. No por sus condiciones personales sino porque sería un presidente interino en la mitad de una campaña presidencial. Además el contenido de la propuesta era desde el inicio un imposible político. El mayor logro de Samper es haberse sostenido en el gobierno a pesar del escándalo de la narcofinanciación de su campaña. Cuando estaba tambaleando personas allegadas a él, como el ex presidente Alfonso López y el director de El Tiempo Hernando Santos, llegaron a insinuarle la conveniencia de su retiro. Si no lo hizo en esas circunstancias carecía de todo sentido esperar que se retirara del poder por exigencia de ‘Tirofijo’ y del cura Pérez. La propuesta no sólo era políticamente imposible, sino que tenía serias implicaciones institucionales. Con una Constituyente de por medio, la negociación empezaba entregando no sólo la cabeza del Presidente sino también la Constitución misma. Una Constituyente puede ser el resultado de un proceso de paz pero no el punto de partida. La preocupación que siempre se ha tenido sobre la participación del gobierno de Ernesto Samper en un proceso de paz es justamente su debilidad. Algunos temen que para cambiar su imagen termine entregando todo a cambio simplemente de iniciar una negociación. Sin embargo lo que ha ofrecido Samper es insignificante comparado con lo que estaban dispuestos a entregar los que apoyaban esta propuesta.
¿Quien ganò?
Todo este proceso comenzó cuando se unieron dos elementos: los sueños de paz de Alvaro Leyva y la capacidad de convocatoria y ejecución de Juan Manuel Santos. Solamente Santos era capaz de hablar en poco más de un mes con la guerrilla, los paramilitares, el Nobel Gabriel García Márquez, tres ex presidentes, un asesor del presidente Clinton, Felipe González, representantes del Sindicato Antioqueño, los gremios, la Iglesia y las centrales obreras. Hoy varios de ellos dan distintas interpretaciones de lo que supuestamente les dijo Santos. El afirma que les mencionó prácticamente a todos el retiro del Presidente como una salida para que las guerrilla accediera a iniciar el proceso en el corto plazo. Varios de los más importantes interlocutores de Santos, interrogados por SEMANA, manifestaron que escuchar no es respaldar. Además que nunca tuvieron claro que la condición fuera la salida de Samper. El propio jefe de las autodefensas, Carlos Castaño, al cierre de esta edición le hizo llegar a SEMANA un mensaje afirmando: “Nosotros apoyamos la propuesta de paz, pero nunca fuimos informados por Juan Manuel Santos de que ésta contaba con la salida del Presidente”. Paradójicamente, a pesar de todas estas inconsistencias, al final salieron ganando los principales protagonistas: la guerrilla, Ernesto Samper y Juan Manuel Santos. La guerrilla nunca ha estado más fortalecida que al final de este escándalo. Cualquier negociación de paz de ahora en adelante tiene que contener como mínimo despeje y Asamblea Constituyente. Lo que antes era una gran concesión ahora se considera un punto de partida. Hace apenas tres meses, durante la entrega de los soldados, en el país existía un debate sobre la constitucionalidad y la conveniencia de un despeje. La semana pasada, este punto ya ni siquiera se mencionaba porque se daba por descontado. En cuanto al Presidente de la República, logró lo que nunca consiguió durante el proceso 8.000. Hasta sus opositores defendieron su permanencia en el cargo. El propio ex fiscal Alfonso Valdivieso, quien había acusado penalmente a Ernesto Samper ante la Cámara de Representantes, manifestó que le parecía inconveniente que el Presidente se cayera por exigencia de la guerrilla. Al final de la semana la satisfacción de Samper era tan grande que aparecía sonriente ante las cámaras de televisión jugando tenis y haciendo chistes sobre la conspiración fracasada. No menos grande era la sonrisa de Juan Manuel Santos en el Hotel St. Regis en Nueva York. Se había dado el pantallazo político de su vida. Durante siete días se había convertido en el centro de la atención nacional. Para el televidente raso un señor del cual hablaba mal tanta gente tenía que ser muy importante. Después de un año tratando de posicionarse como el antiserpa, finalmente lo había logrado y había sido el único candidato que había conseguido compartir con él credibilidad en el tema de la paz. En una encuesta realizada por Invamer Gallup Colombia para SEMANA, a la pregunta de quién tiene más credenciales para llevar a cabo un proceso de paz, el 40 por ciento respondió que Serpa y el 34 ciento que Santos (ver encuesta). Santos logró subir algunos puntos. Pero su éxito no fue tanto cuantitativo como cualitativo. Muchas de las personas que ya sabían quién era lo vieron finalmente como presidenciable. En la misma encuesta por primera vez la intención de voto por Santos llega a ser la mitad de la de Serpa (Serpa 50 por ciento, Santos 26 por ciento). En las mediciones anteriores el ex ministro del Interior lo cuadruplicaba. En cuanto a favorabilidad, el negativo de Santos aumentó pero solo marginalmente. Antes del escándalo su imagen favorable era de 31 por ciento y la negativa 22 por ciento. Ahora la positiva es de 37 por ciento y la negativa de 21 por ciento. El cambio es insignificante para una persona acusada de conspiración durante una semana por el Presidente de la República y la mitad de su gobierno. Este resultado no deja de sorprender. Una conspiración en la cual todos ganan es muy poco común. Sobre todo cuando la meta era tumbar un gobierno cuya permanencia hasta el final ya nadie ponía en duda. La historia se repiteal presidente Ernesto Samper le indignó la propuesta de Juan Manuel Santos. Sin embargo en el país existe un antecedente.
En agosto de 1991 un titular del periódico La Prensa dejó al descubierto que el entonces ministro de Desarrollo, Ernesto Samper, había decidido adelantar la paz por su cuenta, a espaldas del presidente César Gaviria.Según el periódico, el presidente de una compañía multinacional, el presidente de un grupo empresarial, una ex ministra y el gerente de una empresa de economía mixta conformaban el equipo seleccionado por el Ministro. Estas personas eran Max van der Schalk, de la Shell; Augusto López, de Bavaria; Mónica de Greiff, de Concesión Salinas y ex ministra de Justicia, y Rodrigo Villamizar, gerente del Instituto de Fomento Industrial _IFI_.El periódico omitió mencionar al entonces alcalde de Cali, Germán Villegas, quien también había participado en los contactos con la entonces Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar _Cgsb_.La noticia produjo un comunicado de la Casa de Nariño, en el cual el gobierno sólo autorizaba a la Consejería Presidencial para la Paz para sostener de manera permanente conversaciones con voceros de la guerrilla. Los demás funcionarios, decía el comunicado, deberían tener autorización previa y expresa del Presidente, el Ministro de Gobierno o el Consejero para la Paz. Gaviria se molestó muchísimo con Samper. En últimas, no se negoció nada pero los contactos dejaron el sinsabor de unas conversaciones paralelas y un incidente que casi le cuesta el puesto a Samper.n Como buen jugador de póker, Santos sabía que el as contra Serpa era la paz.