Queridos amigos, presenciamos este fin de semana el espectáculo más doloroso de todo este tiempo de turbulencias y tristezas. La ciudad o el pueblo, como ustedes quieran llamarlo, de Policarpa en el departamento de Nariño, estaban de la mano de Dios. A la gente la maltrataban los narcotraficantes, eran dueños y señores del municipio, de todos sus contornos, y entonces había que imponer el orden y para ese efecto mandan nada menos que 200 soldados debidamente armados. Para eso, para hacer no solamente un acto de presencia simbólico en la ciudad, sino para devolverle a la gente su derecho a la tierra, su derecho a vivir en paz, su derecho a sembrar lo que les parezca que deba sembrar y a vivir como les pareciera que debían vivir. Y allá llegó el Ejército. Ya, ya llegaron los doscientos hombres y se reunieron los bandidos de las FARC y los bandidos del ELN y organizaron una cometida contra el Ejército. Y vaya, vaya, lo que hemos visto. El Ejército tuvo que salir corriendo, corriendo, huyendo, fugitivos, inclusive le prestaron los camiones donde montarlos para que se largaran, porque en Policarpa mandan los bandidos, los cárteles mexicanos, los cárteles de la droga, las FARC, ELN…