Los ataques de ayer perpetrados por el grupo radical Estado Islámico en Bruselas causaron más de una treintena de muertos en el aeropuerto internacional de Zaventem y en una estación de metro a escasos metros del Parlamento Europeo, donde trabajan funcionarios de los 28 países miembros.
La capital belga, el objetivo de los atacantes es uno de los enclaves más delicados en Europa. Bruselas es la sede de la mayoría de los principales organismos de la Unión Europea, la OTAN y otras agencias internacionales, así como del propio gobierno belga. Es el centro de instituciones económicas y simbólicamente es un centro político y económico muy importante.
Hay una conexión entre los ataques cometidos en París en noviembre del 2015 y Bélgica y su eje es Molenbeek, un barrio obrero marginal en donde el 80% de sus habitantes son musulmanes. Medio millón de musulmanes viven en ese país pero los problemas de militancia extremista se concentran en la capital. Esta es un área con una numerosa población de origen marroquí y fue allí donde fue capturado la semana pasada el principal sospechoso de los ataques de París, Salah Abdeslam, captura que según dicen habría provocado la revancha de los extremistas.
Varios factores han contribuido al auge de una racionalización islámica, sin control efectivo del estado, en ese sector de Bruselas y en Bélgica, en general. Los musulmanes en muchos lugares de Europa viven como parias y persiste una imposibilidad de los Estados para incluir a esas personas en la sociedad.
También hay que mencionar algo propio de Belgica que lo hace un objetivo fácil para el terrorismo. Una de las dificultades que enfrenta el gobierno en controlar el radicalismo yace en la limitada efectividad de sus servicios de seguridad y de policía. Bélgica está compuesta de dos principales nacionalidades rivales: la valona, de habla francesa, y la flamenca, de habla holandesa. Para aliviar la tensión entre las dos, se le ha dado más independencia a los gobiernos locales, lo que ha creado varios niveles de burocracia. Este diseño institucional ha hecho que la policía tenga dificultades relacionándose con las comunidades segregadas.