Por: Fernando Londoño Hoyos
En La Habana encuentran una verdad en el camino y se la brincan. Veamos las más gruesas, para entender por qué vamos a derrotar la propuesta del plebiscito con un rotundo NO
Llevan estos sujetos, los de Santos y los bandidos, cinco años echando paja, como ellos mismos dicen, y a nuestros plenipotenciarios se les ha olvidado el pequeño detalle de averiguar con quién conversan.
Es lo primero que se estila en cualquier negocio de cualquier naturaleza que sea. Es lo que puede llamarse la credencial de las partes. La de los de Santos, está clara. Representan su detestable Gobierno. Pero lo representan.
¿Y esos vejetes barrigones que llegaron a La Habana en aviones de Venezuela o de los nuestros, tachonados de emblemas de la Cruz Roja, de quiénes son representantes?
A De La Calle se le olvidó ese detallito. Por eso, querido lector, ni usted ni nosotros sabemos quiénes y cuántos son los guerrilleros con los que se está haciendo la paz. Como las FARC no están registradas en la Cámara de Comercio ni en parte alguna, lo más elemental es preguntar dónde están, cuáles son sus miembros, a qué mandos obedecen, cuáles armas tienen y si están interesadas en ese circo que a su nombre se montó en La Habana. Pero nada. Que todos esos sinvergüenzas que vegetan en el hotel más caro de América desde hace 5 años, son además de sinvergüenzas bandidos, no cabe duda. Y que algún día fueron miembros de las FARC, aceptado. Sus gruesos prontuarios los acreditan. Pero vaya alguien a saber cuál es su mando real sobre los otros bandidos y sinvergüenzas que andan en Colombia cultivando y traficando reclutando, extorsionando, sembrando minas y destruyendo bosques y ríos. Por eso, a la hora de concentrarlos, el problema es insoluble. Ni se sabe quiénes son los que se concentran, ni cuántos ni cuáles se quedan por fuera. Nada menos.
Bastaría esa cuestioncilla para desmantelar el montaje. Pero sigamos.
No se puede acabar una guerra, que así llama Santos el terrorismo en grande, si se deja viva su causa eficiente, aquello por lo que se libra. La gente no suele matarse en vano. Y los de las FARC no se matan, cuando los mataban, por amor a Stalin ni por admiración a un libro que acaso oyeron mentar, que se llama EL CAPITAL y escribió un tal Marx. No. Lo suyo es una cadena de negocios que los enriquecen fabulosamente. Narcotráfico, Oro, Coltán, son las palabras maestras de su quehacer criminal. Y resulta que ninguna de esas empresas se acaba con lo que de ellas acaso se diga. Si es que se mientan.
En este póker de mentiras, Santos repite una de las más gordas, cuando jura que las FARC se comprometen a abandonar el narcotráfico y a colaborar con el Gobierno en su desaparición total. Falso. Escribieron sobre eso una parrafadas, diciendo que se trata de un feo negocio que hace mucho daño. Y las FARC se obligan a tratar de convencer a los campesinos que siembran y cuidan y explotan la matica, para que hagan otra cosa. Pero nadie dice cuál será la otra cosa, distinto de la estupidez de la “diversificación” de cultivos, ni lo que pasará cuando con el correr de los años se descubra que las FARC fracasaron en el intento y que lo que ha pasado es que hay más coca y más cocaína.
Ya lo vimos, amigos, en el laboratorio experimental de El Catatumbo. Cuando el Gobierno le dejó esa parcelita a las FARC, con la misma promesa, en la región se sembraban cinco mil hectáreas de coca. Cuatro años después, los satélites muestran treinta mil hectáreas en plena producción. ¡Qué maravilla de experimento!
Cuando se desencadenó toda esta verborrea sobre la paz, el Presidente Uribe había dejado un problema de cuarenta mil hectáreas de coca y algo como doscientas toneladas de cocaína por año. Santos lleva la cosa en doscientas mil hectáreas y más de ochocientas toneladas en el mercado. Las FARC, las BACRIM, el ELN y las tales disidencias del EPL participan de la fiesta. Que mientras dure, y mucho más, mientras crezca, garantiza la matanza.
Nada que el General Flórez aparece con el mapa de las 23 regiones y 8 campamentos que ocuparán las FARC después de firmado el papelucho aquél. Y no es por simple incompetencia, que la tiene de sobra, sino porque ahí sí le dieron una Misión Imposible. Las FARC quieren tantas veredas, que se quedan con el país. Y Santos y De La Calle se las dan, pero les queda muy duro que sea desde ahora. Por eso les prometen que completan más tarde con las Zonas de Reserva Campesina. Y se nos acabó el espacio y falta mucho para completar este póker de mentiras. Hasta luego.