Por: Fernando Londoño Hoyos
Lo que acaba de probarse, pues que sabido lo teníamos, es peor, en mucho, que Watergate. Y entre otras cosas lo hace peor la conducta inadmisible e incomprensible de los medios de comunicación que no han dicho palabra, ni mostrado imagen ni escrito letra sobre lo ocurrido.
Recuerde lector querido, que se avecinaba la segunda vuelta electoral del año 2.010, para elegir Presidente de la República. Oscar Iván Zuluega había ganado la primera con más de medio millón de votos de ventaja y las cosas pintaban muy mal para don Juanpa, como querían que lo llamaran. Algo grave iba a suceder, lo presentíamos, cuando apareció el gigantesco escándalo del “hacker”. La acusación de la Fiscalía, multiplicada hasta extremos inauditos por los enmermelados medios de comunicación, consistía en que la campaña de Zuluaga, con el Presidente Uribe a la cabeza, había contratado a un tal Sepúlveda, un ilustre y desconocido pobre diablo, que había trabajado para el combo de Santos, nada menos que para interceptar las conversaciones de La Habana y por ese camino desprestigiarlas ante la opinión.
El tema de fondo no valía la pena, porque esas conversaciones se desprestigian solas y nada puede sacarse oyendo en secreto conversaciones de aquellos criminales, o discusiones de De La Calle, quién sabrá con quién, y quién sabe para qué.
Pero el envoltorio de la noticia era horripilante. Zuluaga, Uribe y la campaña quedaban ante la opinión como orquesta de bandidos despreciables, tramposos, canallas. Y la cosa iba tan en serio, que empezaron a llover declaraciones y providencias del Fiscal General de la Nación contra Zuluaga y sus compañeros de expedición. Luis Alfonso Hoyos y David Zuluaga, los directores ejecutivos y confidentes y consejeros del candidato, salieron del país antes de que los metieran a un calabozo de la Fiscalía. Oscar Iván se mantuvo, pero obviamente no fue otra vez el mismo. Lento, inseguro, desconcentrado, así lució en las últimas semanas del proceso electoral.
Y Santos ganó, por esa circunstancia en parte y por la ayuda del fraude en la Registraduría, por la otra. Por eso tenemos ese Presidente y por eso el país va como va, derrotado, empobrecido, corrompido, sin guía, sin norte, sin fe en su destino.
Pues como no hay mejor juez de las verdades que el tiempo, aparece ahora nadie menos que el Director del CTI, el verdugo ejecutor de esta canallada, contando la verdad. Y la contó ante la Corte Suprema de Justicia y bajo la gravedad del juramento. Y por Quintana hemos tenido la prueba que podía faltar. El Almirante Echandía, el mismo que armó la trampa contra el Almirante Arango Bacci, contrató a Sepúlveda y a sus dos compinches para infiltrar la campaña de Oscar Iván Zuluaga. Y semejante asunto es el que se calla.
El Almirante Echandía no tuvo más remedio que salir a la palestra, pero más le hubiera valido mantenerse en su escondite. Nada dijo de lo sustantivo y solo se defendió, palabra contra palabra, de la oferta que le hizo a Quintana para no recordar ante la Corte cosas tan feas. De esas cosas, del invento del hácker para perseguir al uribismo y ganar la presidencia, ni una palabra. Entre otras, porque Quintana sabe lo que dice y tiene cómo probar lo que dice.
¿Cómo le va a salir a Echandía su historieta, cuando se pruebe que contrató y pagó los servicios del español y del ecuatoriano que reclutó para acompañar a Sepúlveda? Pero no se preocupen. La gran prensa hará lo que mejor sabe, es decir, callar y tapar. Y siguen creyendo que lo que no se lea en El Tiempo ni se oiga en Caracol, es como si no existiera. Pero tal vez no. Por creer lo que siguen creyendo perdieron el Plebiscito y nos parece que van a perder mucho más. Hasta este feo asunto de Echandía y su gran jefe, un tal Juan Manuel Santos. Como dicen por ahí, ¡ojo al parche!