Por: Fernando Londoño Hoyos
Nada peor en política que las verdades a medias, las posiciones ambivalentes, las declaraciones calculadamente confusas. Porque es un maestro en la materia le tenemos tan corta simpatía al que ejerce la función de Presidente. Por eso no podemos estar de acuerdo con las dudas que sobre la marcha de Mockus propuso en mala hora el señor Director del Centro Democrático. No somos nada en ese partido. Pero como uno cualquiera de sus miembros nos sentimos con derecho a opinar. Y aquí va el ejercicio de esa sagrada función de la protesta.
Los que sentimos asco por la paz comprada. La que se paga con mermelada regada en la tostada de los medios de comunicación. La que se paga importando celebridades en dólares contantes y sonantes. La que se paga organizando espectáculos afuera para consumo interno. Por ese asco invencible, no marcharemos.
Los que seguimos esperando que el señor Mockus explique por qué recibió unos centenares de millones de pesos para financiar su marcha. Y por qué apareció de golpe y porrazo respaldando a Juanpa, aunque parezca que es Juanpa el que lo respalda a él. En mala cuna se meció esa caminata. Por eso, no marcharemos.
No marcharemos porque detestamos a las FARC y no nos vamos a tirar a la calle para que se les perdonen todos sus delitos, todas sus vilezas, todas las canalladas que han cometido en más de cincuenta años de latrocinios.
Los que sentimos horror por el secuestros de niños y de niñas del campo para nutrir las filas de esos desalmados y para que les sirvan de pasto a sus pasiones inconfesables, no marcharemos.
No marcharemos los que no digerimos que, en promedio, cada día quede destrozado para siempre un colombiano por las minas que siembran estos terroristas.
Los que no podemos estar de acuerdo con que se haga la paz con el cartel de cocaína más fuerte del mundo, para garantizarles sus capitales siniestros y para que perdure su negocio, no marcharemos.
No marcharemos los que seguimos denunciando que la extorsión practicada por las FARC y por sus socios se tragó el país, ante la impotencia del Gobierno. Estamos llegando al punto en que se perdió la estadística de los que pagan protección. Los que no la pagan son avis raris, y todo es cuestión de turno.
Los que no aceptamos el subterfugio mental que se inventaron los entreguistas para justificar que esos bandidos salgan de La Habana y en vuelo sin escalas aterricen en el Congreso. Los que nombran alternativas las penas que se están inventando para librar de la cárcel a los peores delincuentes del mundo, dolor y vergüenza de Colombia, preocupación del universo entero, esos, no marcharemos.
No marcharemos los que rechazamos de plano que en conversaciones con los asesinos y terroristas que dialogan en La Habana se discutan los temas esenciales del país. Que nos dicten desde allá la política agraria; que dispongan el nuevo orden constitucional de la República; que diseñen el método para entregar el territorio a los violentos, con el nombre de Zonas de Reserva Campesina; que negocien las regiones donde puede obrar nuestro Ejército y la que le quedan vedadas; que nos impongan la noción de latifundio, tal como les convenga para confiscar la tierra que nos da la comida; que nos digan cuál es el capitalismo bueno, el de ellos, y cuál el malo, el que se ha hecho sobre la base del trabajo, del talento, de la creatividad y la constancia.
No fue casualidad que coincidieran en Inírida los gobernadores enmermelados, con Juanpa y con Mockus. Todo estaba calculado, dispuesto, organizado. Los medios de comunicación, obsecuentes en la medida de sus pautas, le abren espacio a la marcha, que no es por la vida sino por las FARC. Pero con nuestra inasistencia vamos a dejar constancia de nuestra repulsa.
Todo está calculado. Si las cosas salen mal, tendrán la culpa Mockus y los colombianos que no quieren luchar por la vida. Y si la gente marcha, no será por la vida sino por los diálogos y por los acuerdos de La Habana. Será el respaldo caminante a Juanpa y sus obsesiones. Eso se llama ganar con cara y con sello.
Dejaremos las calles vacías. Le diremos al Gobierno que compra aplausos y conciencias, que no tiene nuestras conciencias y no recibirá nuestros aplausos. Y que somos menos majaderos de cómo nos tiene calculados.
No hay espacio para los errores de cálculo ni para las dudas. El doctor Zuluaga podrá decir lo que quiera, pero la opinión libre es la más preciada condición de un partido democrático. Y como miembros de ese partido anticipamos nuestro rechazo a esta pantomima detestable. Que se sepa de una vez que no marcharemos y que tenemos sobradas razones para esa forma de protesta. ¿Queda claro?