Por: Fernando Londoño Hoyos
Cuando crece la acción en La Habana, es porque hay mucho por tapar. Como ahora. Tapar el desempleo que pese al DANE se fue a las nubes; tapar la inflación que partió a galope tendido; tapar los quebrados con la devaluación, los que se endeudaron a $1.800 y pagarán, lo más sabroso, con dólares a $2.700, si le apuran; tapar el paro camionero, de los taxis, de la salud; tapar la ira de los cafeteros; tapar el déficit de las balanzas, el déficit fiscal y la nueva reforma tributaria; tapar el Plan de Desarrollo, con sus orangutanes con sacoleva; tapar la inseguridad galopante, las bombas en Bogotá, las extorsiones en todas partes; tapar la amistad con el tirano Maduro; tapar los contratos del Fondo para la Paz; tapar, tapar y tapar.
La primera tapa de la olla fue el desminado. Un acuerdo muy generoso en el que las FARC no se comprometen a nada y en el que los colombianos nos comprometemos a todo. Pero en el que queda, en evidencia fatídica, nada menos que el minado.
Al doctor De La Calle le temblaba la voz de emoción hablando de su triunfo. A Juanpa se le aumentó el tartamudeo comunicando la noticia. Que no comprende ni el arrepentimiento de las FARC ni la promesa de no sembrar jamás esos artefactos que han puesto en sociedad con Satanás.
Acaso habrá una acción más cobarde, una canallada más repugnante, un delito más execrable que la siembra de minas anti persona, lanzadas en cualquier recodo de cualquier camino, en la mitad de cualquier campo, en las proximidades de cualquier escuela, que éste, delito de lesa humanidad donde los haya, prohibido con rabia en todos los tratados que gobiernan la guerra.
La tareíta durará diez años, dice Juanpa, Naranjo dijo primero que quince y después que diez, lo mismo le da, y otros expertos que veinte. Pero que la obra la harán nuestros soldados y las FARC dirán mas o menos por dónde cometieron esas atrocidades. Y punto. El desminado está hecho.
Había dicho Juanpa que algún día se ocuparía del tema de la extradición con los Estados Unidos. Pero en estas angustias se ocupó en darle a las FARC el espléndido regalo. Preso para extradición el hermano de Fabián Ramírez, el gran capo de la cocaína fariana, Santos se olvidó de todo lo que el tema vale para los colombianos. Le importaron una higa el sacrificio de don Guillermo Cano y de tantos periodistas. El asesinato de tantos jueces y de todos los magistrados de la Sala Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, y de cuántos otros, víctimas de Pablo Escobar y del M19, los extraños héroes de hoy. La muerte de tantos policías y de tantos soldados. La voladura del avión de Avianca y las víctimas del DAS, del Centro Comercial de la 93, de los periodistas de El Espectador, de los que pasaban al lado de La Rebeca y de los que compraban en Suba. Los muertos por centenares en Medellín, en cualquier parte y a cualquier hora, lo tuvieron sin cuidado. Como la memoria de el ex Procurador Carlos Mauro Hoyos. Olvidó a Diana Turbay, a Álvaro González Santana y a otros miles. Con tal de que no se enoje don Fabián, hacemos cualquier cosa.
Y la hizo. Congelar la extradición mientras en Colombia se juzga al delincuente, se lo condena y se le hace purgar la pena, es olvidar la extradición. La única herramienta de defensa que tuvo este país contra los narcotraficantes. Y lo único que era para los narcos temible, ha desaparecido.
Pero quedaba el premio mayor. Juanpa y De la Calle. O ambos, o uno después del otro, que como se lo diga da lo mismo, se hacían lenguas hablando del cese unilateral al fuego de las FARC. Contra toda evidencia, claro está. ¿Para dónde ibas Patuleco? Pues para el más ignominioso cese bilateral. Que llegó, con trampa y equívocos, como siempre, con la prohibición de más bombardeos contra las FARC. Lo que equivale a prohibir todos los bombardeos, porque no suelen los bandidos incluir las señales de sus campamentos en los directorios telefónicos. Bandido es bandido y campamento es campamento. Juanpa le dio a todos los narcos, a todos los terroristas, la ventaja que esperaban.
En la guerra moderna, fuerzas militares sin aviación valen lo que nada. Por donde las FARC se rearmarán más tranquilas, volverán a unirse en grupos temibles, a comunicarse, a planificar su estrategia con plena comodidad. Y los demás bandidos medrarán a la sombra de ese acuerdo tan emocionante. Es el cese bilateral con todos los narcotraficantes de Colombia. Es la entrega final, concluyente, total, de este país a la guerrilla marxista leninista.
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