Mientras todos piensan en el petróleo
Sergio Held, La Hora de la Verdad
BOGOTÁ, Colombia. Fue en su momento catalogada por el presidente Juan Manuel Santos como una de sus locomotoras de gobierno, de las que nunca se volvió a tener noticia. Era la locomotora del carbón, pasó y el país y no la vio.
“Tenemos energía. En el caso colombiano, petróleo y carbón. Somos los segundos exportadores de carbón en el mundo. Carbón metalúrgico, que es cada vez más cotizado,” decía el presidente Santos con un dejo de euforia en octubre de 2010 ante un nutrido escenario de inversionistas brasileros en Cartagena.
Casi tres años después, inauguraba el presidente Santos un nuevo puerto carbonífero en Magdalena, construído no por el gobierno, sino por el sector privado, un sector que hoy mira con terror cómo la inseguridad física ha vuelto a reinar en sus zonas de operación, mientras que la inseguridad jurídica produce fenómenos que hacen que compañías de ingeniería tengan más abogados que ingenieros en sus puestos de trabajo.
Son estos fenómenos que, sumados al intempestivo aumento impositivo tras una afanada reforma tributaria, producen abruptas caídas en los márgenes ya maltrechos por los precios que los mercados internacionales le dan al petróleo y al carbón.
En mayo de 2013, mientras el presidente visitaba Ciénaga, la tonelada de carbón colombiano se cotizaba a 73 dólares con 43 centavos, pero ya se empezaba a alejar de aquellos tiempos dorados que trajo para el sector minero el final de la primera década del milenio.
Por esos tiempos, un barril de petróleo colombiano se cotizaba en 99 dólares con 35 centavos, aún 8 dólares por debajo del precio que alcanzaría en septiembre de ese año, y que volvería a ver en junio de 2014, cuando generaría euforia al alcanzar los 108 dólares con 37 centavos. En aquel pasado, no muy lejano, la euforia se convirtió en derroche, se convirtió en lujosas fincas a las afueras de Bogotá, en restaurantes que ofrecían sofisticados platos voladores y en cientos de personas viajando a Brasil en aviones exclusivamente fletados para el Mundial 2014 que daban fe de la bonanza.
Pero mientras el petróleo se mantenía alrededor de los 105 dólares, la tonelada de carbón ya iba en 66 dólares. Jamás nadie imaginó que el petróleo se cotizaría en diciembre de 2014 por debajo del carbón, pero ocurrió y sigue ocurriendo, por circunstancias en las que no vale la pena en este momento reparar.
En enero de este año el precio del carbón colombiano por tonelada, superaba en más de 9 dólares el depreciado barril de petróleo que promediaba los 47 dólares con 45 centavos, pero ambos commodities quedaron relegados en la ilusión de un país que no se supo preparar.
La bonanza minero-energética pasó y el país no se percató. Y aunque el año pasado la producción se ubicó en los 88 millones y medio de toneladas de carbón, los costos logísticos hacen hoy inviable el negocio. “Sacar una tonelada desde Boyacá hasta la Costa me vale $45 dólares,” decía un empresario del sector quejándose de la pobre infraestructura y las condiciones logísticas que ofrece el país. Y es que con los costos logísticos, administrativos y tributarios sumados a un débil precio internacional del mineral, es quizá menos lo que se pierde deteniendo la producción.
Pero el impacto no es sólo para el empresario que genera empleo en las regiones productoras. El gobierno ya lo está sintiendo. El “Dólar Cárdenas” de $1.950 se quedó en el anhelo que fue y marzo empezó con el dólar a $2.535 en medio de un galope que sólo el principio básico de oferta y demanda determinará en dónde frenará. Cada día entran menos dólares al país a la vez que las importaciones, que se deben pagar en dólares, aumentan.
De los 54.794 millones de dólares que Colombia exportó en 2014, 6.426 fueron en carbón y 36.461 correspondieron a combustibles y productos de las industrias extractivas. Basta dividir en dos para anticipar lo que le espera al país en este 2015.
Este año el baile será a otro precio. Mientras algunos analistas calculan una caída de 10.000 millones de dólares en las exportaciones este año, de mantenerse la tendencia en los precios de los commodities, la caída podría alcanzar en realidad los 20.000 millones de dólares. Y menos dólares entrando al país representan un mayor precio del dólar y una mayor inflación.
Contrario a lo que muchos creen de manera equívoca, como bien lo ha dicho el doctor Fernando Londoño, el presidente Santos sí ha creado empleo. Lo ha creado en la lejana provincia china de Guangzhou y quizá también en Seoul, en Baja California o en Baviera, pero en Colombia, definitivamente no y ya hasta las cuestionadas cifras de desempleo del DANE lo confirman. 11,8 por ciento fue la tasa de desempleo en enero en las 13 principales ciudades del país. Encabezó Cúcuta, la fronteriza con Venezuela, que reportó una tasa de desempleo de 14,5 por ciento.
Y mientras los colombianos sienten el rigor del desempleo que aparece como un fantasma en medio de la noche, las regiones ven cómo se escapa la fortuna que creyeron tener. No en vano, el gobierno nacional anunció en febrero que rompería el marranito del Fondo de Ahorro y Estabilización del Sistema General de Regalías. El gobierno no duró tres años ahorrando – el fondo se creó en julio de 2012 – y el pobre marranito ya se rompió. Son 6 billones los que llegan en plena época electoral. ¿Raspará el gobierno la olla para conquitar las regiones?
Lo saben bien los artesanos de Ráquira. Cuando el marrano se rompe, no hay cómo seguir echando monedas en él. Fueron 10,5 billones de pesos los que recaudó Colombia en 2012 por cuenta de las regalías de petróleo y carbón cuando la crisis internacional aún no se asomaba. ¿De cuánto será el recaudo de regalías en 2015? Se esfumaron los billones y con ellos el marrano y la tostada. Ya no hay ni para la mermelada.
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