Por: Fernando Londoño Hoyos
A muy pocos interesa el problema de las cárceles en Colombia. Y menos que a nadie, a Juan Manuel Santos, Presidente de la República.
Se trata de ciento diecisiete mil desgraciado que no solo han perdido la libertad, como supone la existencia de la cárcel como castigo, sino la dignidad y la esperanza de llegar a un nivel soportable de humanidad. En repetidas ocasiones hemos tratado el tema, pero nos llega desde los Estados Unidos la información necesaria para precisarlo. En el blog Guacaica.com, que con frecuencia nos sacude con reflexiones sorprendentes sobre nuestra vida social, hemos encontrado números dramáticos sobre lo que nos está pasando.
Terminando el gobierno del Presidente Uribe, teníamos 80.000 detenidos, con 75.620 cupos disponibles. Había hacinamiento, diríamos que en proporciones manejables. Pero don Juanpa no construyó una sola cárcel nueva. Según las estadísticas oficiales, abrió 933 cupos, ¡pero registró el ingreso de 37.000 internos!
No creemos en la estadística oficial que acoge Guacaica, a falta de otra mejor. Porque las imágenes que nos llegan de las cárceles sobrepasan en mucho la cifra de 40.000 presos adicionales a los 76.000 cupos disponibles. Esas imágenes de unos hombres que viven, comen y duermen unos encima de otros, son sencillamente dantescas. El único consuelo es que hay casos peores y no por casualidad: Cuba y Venezuela son los campeones del hacinamiento carcelario, mientras que la Argentina parece gozar de establecimientos suficientes.
Nuestra relación entre presos y población no es disparatada. Tenemos 235 por cada cien mil habitantes, que es más o menos la media latinoamericana, lejos de los 510 que reseña Cuba y más lejos aún de los Estados Unidos, que tendrá que avergonzarse de 707 presos por los mismos cien mil habitantes.
El corazón del drama no reside, pues, en el número de reclusos. Empieza en la falta de establecimientos carcelarios, que dejó disparar Santos. Sus Ministros Esguerra y la señora Correa, hablaron de la construcción de 6 nuevas mega cárceles para 26.000 detenidos. La inversión sería de 1.5 billones de pesos. Pues no se ha puesto la primera piedra de ninguna, mientras cada día se registran más capturas que boletas de libertad se expiden. Y los presos no caben en las cárceles y en el nuevo presupuesto de la Nación no hay un peso para construir nada. A finales de dos mil quince, el infierno de hoy apenas calificará de purgatorio.
Pero lo peor es que no hay política carcelaria. No hay atención a las necesidades mínimas de salud de los presos, que son cada día mas espeluznantes por el factor del hacinamiento. Y no hay procesos educativos, ni oportunidades de trabajo, ni cosa alguna que se parezca a un plan para recuperar a los desgraciados que pueblan los penales. Estamos alistando 120.000 fieras para que salgan a la calle a tomar desquite. Y haciendo padecer a esos seres humanos una condición degradante e insufrible.
En su campaña presidencial, Juanpa dijo de alguien, que Guacaica cita, que de ser culpable se podriría en la cárcel. Lo que es escandalosamente cierto: este sujeto Presidente tiene a los presos pudriéndose en las cárceles. Y no olvidemos que entre esos desgraciados hay miles que no han sido condenados. Y hay miles de inocentes, víctimas de errores judiciales o de falsos testigos. Que también se pudren.