Por Fernando Londoño Hoyos.
La platica que hace falta es la de los niños desnutridos; la de los pobres sin techo ni pan; la de los viejitos sin amparo; la de las víctimas de la violencia, desarraigadas, sin empleo, olvidadas; la de las madres que lo perdieron todo; la de los subsidios para los más vulnerables. Esa es la platica que hace falta. ¡Qué puntería!
El presupuesto nacional es uno solo y si hace falta “financiar”, como ahora dicen, algo como el 6% del total, bien podríamos, Presidente Duque, intentar recortes por parejo, o caerle a gasticos cuya falta no nos tendrían tan adoloridos.
Los empleados de la Nación son un millón doscientos mil. Si tuviéramos que prescindir de cien mil, no andaríamos tan quejumbrosos ni dolidos.
Los contratistas de nóminas paralelas cuestan billones. Si saliéramos de todos, salvo Roy Barreras, Benedetti, Rodrigo Lara y Germán Vargas Lleras, estaríamos felices, sin lágrima en la pupila, como nos tienen ahora.
Si suprimiéramos unas cuantas superintendencias, nadie lo notaría, Presidente. Como hoy nadie nota lo que hacen. Acaso, un poco, lo que estorban.
Si cerráramos unas docenas de embajadas y consulados, llorarían los que ganan miles de dólares al mes por no hacer nada en sus paraísos. No sabe, Presidente, lo contentos que estaríamos los demás.
Si acabara usted con esa parafernalia de consejeros que se inventó su antecesor, y que usted no ha tocado, nadie, ni siquiera los supuestos aconsejados, la echaría de menos.
Si cortara de un tajo las agencias que salieron de la mente calenturienta y ladrona de Juan Manuel Santos, a nadie más que a los agentes y a su prole burocrática le iba a importar un comino.
No sobraría un paseíto por el Congreso. Desde el Referendo de 2.002 estamos intentando reducir su tamaño. Solo por imaginarlo, imagínese que prescindiéramos de 100 Representantes a la Cámara y de 40 Senadores. Estaríamos hablando de una millonada. Porque a los treinta millones de pesos por cabeza que cuesta cada uno, súmele el costo de carros, empleados de las UTL, iniciativas que toman y hacen cumplir para favorecer sus amigotes y verá que no le hablamos de centavos. Son decenas de miles de millones de pesos. La platica de la comida de los niños pobres, Presidente.
No eche en saco roto la vieja idea de acabar con ese esperpento del Consejo Superior de la Judicatura. Y con la réplica montada en cada región. Favoritismos y corruptelas que se perderían. Nada más. La platica de los ancianos abandonados, Presidente.
Y siga con el Poder Judicial. ¿Nos quiere contar para qué tanta Corte? En los Estados Unidos tienen una sola de nueve miembros y vaya si hace su tarea. Cierre ese engendro de la Corte Constitucional, epicentro de Golpes de Estado, de normas espurias que corrompieron la Nación, como la del libre desarrollo de la personalidad y muchas otras semejantes o peores, y ahí le queda para subsidiar a mucho pobre, amparar a mucho desplazado.
No cierre ese capítulo sin el de los magistrados auxiliares. Son centenares que cuestan a treinta millones de pesos por barba y que hacen, mal hecho, el trabajo de los inútiles e incompetentes magistrados principales. No le de miedo. Y ojo, que también se los están replicando en los tribunales de distrito. ¡Cuánto subsidio para los pobres, Presidente!
¿Para qué diablos sirve la Defensoría del Pueblo? ¿No ha visto que sus funciones duplican las de la Procuraduría General de la Nación, que le digo al paso podría valerse, y con ventaja, con la mitad del aparato burocrático que tiene? Copete Lizarralde, Noguera Laborde, Aramburo Retrepo, Orjuela Hidalgo, no necesitaron tanto cortesano. Ni tanto delegado. Apenas fueron, pregunte bien, el poder moral de Colombia.
Prohiba consultas, referendos, cabildos abiertos y cerrados. No siga hablando y gastando plata en el embeleco sin orillas del post conflicto. Y no le aumente 14 magistrados a la JEP. Quítele 28, que da lo mismo suprimirlos que mantenerlos. Y venda el avión de doña Tutina, que nos ofenda que siga volando a costa nuestra.
No, señor Presidente. No insista en seguir lo que ha tenido tan mal comienzo. No persista en la idea que tuvo alguno de sus jóvenes genios consultores, esa de quitarle la plata del mercado a la gente a la que no le está alcanzando para comprar hoy el que necesita. No insista, por favor.
Y no insista en repetir que la plata que hace falta es la de los pobres. Por qué mejor no dice que le faltará para pagar la de contratistas, asesores, consultores, embajadores, cónsules, auxiliares y ladrones. Se lo vamos a agradecer. Mucho más cuando recordamos que fue eso lo que nos dijo, con elocuencia parecida a la que hoy usa para exprimirnos, durante su brillante campaña electoral. ¿Sabe que la estamos añorando?