La Hora de La Verdad

La “Paz” Estalinista de Santos

 

Por : Diana Duque Gómez

Via: www.dianaduquegomez.blogspot.com 

  

 

La nación colombiana, compuesta por cuarenta y cinco millones de seres humanos, que durante décadas ha resistido valerosamente la agresión atroz de una guerra irregular desatada por unas fuerzas totalitarias de izquierda estalinista, está siendo traicionada y entregada a los diez mil asesinos armados de esa izquierda, las FARC, surgidos del Partido Comunista Colombiano, PCC, hoy con patente de corso gracias al falso proceso de paz puesto en marcha en La Habana, Cuba, por el infame y espurio presidente Santos, quien hace parte del socialismo fabiano o Tercera Vía, una de las vertientes del totalitarismo de izquierda.

   

Traidores-cómplices como Santos, en palabras del filósofo liberal Bertrand de Jouvenel “terminan por encontrar alivio vergonzoso en la paz del despotismo” (1), en este caso, la pérfida y tenebrosa “paz” del totalitarismo estalinista. La “paz” de la izquierda arrastra consigo la negación de todos los valores que sustentan el sistema de libertades individuales, cuya base es el hombre consciente, libre y creativo y la propiedad privada no monopolista que hace posible el dinamismo de la sociedad, con el despliegue de las infinitas posibilidades del potencial humano y que llevan a un orden espontáneo. Democracia libertaria y totalitarismo de izquierda son dos concepciones del mundo antagónicas e irreconciliables. 

 

Como señala Erich Fromm, “la verdadera democracia constituye un sistema que crea condiciones políticas, económicas y culturales dirigidas al desarrollo pleno de individuos libres y conscientes (…) Consiste en acrecentar realmente la libertad, iniciativa y espontaneidad del individuo” (2).

 

En contraposición, el totalitarismo de izquierda, es una ideología de la opresión, de la exaltación de los odios, que utilizando una máscara altruista o lo que llamó Revel “la trampa intelectual de una ideología mediatizada por la utopía” (3), impone la esclavitud totalitaria, como es el caso del  totalitarismo leninista-estalinista. Así, esa sutil estratagema liberticida y genocida ha sido suficientemente desenmascarada en las obras de los escritores rusos disidentes y de manera exhaustiva  en el “Libro negro del comunismo” de Stephane Courtois y en el “Lobo del Kremlin” de Stuart Kahan, entre otros, quienes “muestran que el terror fue desde sus orígenes una de las dimensiones fundamentales del comunismo moderno. (…) Se trata de un comunismo muy real que ha existido en una época determinada, en países concretos, encarnado en dirigentes célebres –Lenin, Stalin, Mao, Ho Chi Minh, Castro, etcétera” (4). 

 

El totalitarismo es una ideología de la dominación y del poder total sobre el individuo, su vida y su intimidad, un poder que detenta el monopolio absoluto de los medios de producción, de la fuerza de trabajo, de todos los aparatos económicos, informativos, culturales, ideológicos; que excluye cualquier tipo de actividad social independiente, cualquier forma de libertad y democracia, sobre la base de un terror psíquico y físico altamente tecnificado y perfeccionado. Para Hannah Arendt el terror es “la esencia del totalitarismo”; para Brzenzinski, su “característica más universal” y para von der Heydte, “su columna vertebral”. Tal es el caso del totalitarismo marxista-leninista que “puso en funcionamiento una represión sistemática, hasta llegar a erigir el terror como forma de gobierno” (5), primero con la dictadura de Lenin (1917-1924), fundador de la Unión Soviética. Luego este régimen modelo de terrorismo fue continuado, aumentado y perfeccionado por Stalin, el mejor discípulo de Lenin. Un “documento revelador de la concepción leninista del terror” es la carta de Lenin a Zinoviev, donde Lenin subraya: “Impulsamos el terror de masas en las resoluciones del soviet” (6).

 

El terror rojo ejercido durante el régimen leninista fue legalizado a través de la promulgación del código penal que entró en vigor en 1922, el cual fue elaborado bajo las instrucciones y supervisión directas de Lenin. Su objetivo fundamental fue legalizar la violencia contra los enemigos políticos considerados “enemigos del pueblo” o “enemigos de la revolución”, a los cuales se sentenciaba a muerte. Aclarando Lenin: “El tribunal no debe suprimir el terror, sino fundamentalmente, legalizarlo en los principios, claramente, sin disimular y maquillar” (7). De esta manera se dieron miles de ejecuciones sumarias con esta parodia de justicia. Por eso en aquellos países  donde la izquierda controla la rama judicial, sus fiscales actúan de acuerdo a los lineamientos trazados por Lenin y Stalin encarnados en el Fiscal General de la URSS de la época de Stalin, Andrey Vyshinsky, quien fue el autor intelectual de los montajes jurídicos de las incontables y macabras purgas: “El terror era presentado como reflejo de la voluntad popular para proteger a la sociedad de sus enemigos” (8).

 

La escuela del terror leninista, el terror rojo, incluido el terrorismo judicial, se convirtió a partir de entonces en todo el mundo en la principal herramienta de las fuerzas totalitarias, para tomar o conservar el poder del Estado y sojuzgar de manera absoluta a las naciones en nombre del socialismo y del comunismo.

 

En Colombia, la infiltración y politización prosubversiva de la justicia comenzó en 1968, cuando el abogado Jaime Pardo Leal, un jerarca del Partido Comunista Colombiano, PCC, fundó y dirigió durante cerca de veinte años el sindicato Asonal Judicial (Asociación Nacional de Empleados Judiciales), que aglutina a la mayoría de magistrados, jueces, fiscales y demás funcionarios de la rama judicial. Voz, semanario del Partido Comunista Colombiano, PCC, en una reseña biográfica de Pardo Leal a raíz de su muerte en 1987, exalta: “En la rama judicial fundó, en 1968, la Asociación Nacional de Empleados Judiciales (Asonal) la cual presidió durante muchos años, convirtiéndola en uno de los principales y más combativos destacamentos sindicales” (9). Recordemos que el PCC fue el creador de la guerrilla terrorista de las FARC y que Jaime Pardo Leal, además de candidato presidencial de la Unión Patriótica, uno de los aparatos en la legalidad inventados por las FARC, fue miembro del Comité Central del PCC hasta su muerte. Todo esto explica la impúdica afirmación del juez Antonio Suárez Niño en 1992 cuando era presidente de Asonal Judicial, publicada en Voz: “Todas las decisiones de los jueces son políticas” (10). 

 

La ideología de izquierda, con su idolatría por el Estado, llámese comunismo, socialismo, socialdemocracia o Tercera Vía es siempre una ideología estalinista totalitaria que busca esclavizar y controlar a la sociedad al precio que sea, lo que incluye toda clase de asesinatos, masacres y genocidios realizados con una sevicia y una crueldad sin nombre. Estas ideologías de la opresión tienen un denominador común: un Estado omnipotente y omnipresente, mafioso por naturaleza, que somete al individuo, lo transforma en un inválido y hace de él un minúsculo y desechable engranaje de la máquina estatal. 

 

Desde esta perspectiva, la guerra irregular que durante décadas ha soportado Colombia tiene sus raíces en la prolongación de la lucha ideológica del totalitarismo comunista por fomentar la “revolución mundial”. Narra la historia redactada por el propio Partido Comunista Colombiano, PCC, que en febrero de 1929, la Internacional Comunista (IC), se dirige a la izquierda que en esa época se encontraba aglutinada en el heterogéneo Partido Socialista Revolucionario y les aconsejó la transformación gradual en Partido Comunista de Colombia, mediante la adopción de los principios organizativos e ideológicos del “marxismo-leninismo” (11). 

 

El llamado Partido Comunista Colombiano posee una concepción totalitaria estalinista que ha querido imponer a sangre y fuego con la creación en 1966 de su brazo armado, las FARC. Esto es corroborado por Gilberto Vieira, extinto jefe histórico del Partido Comunista, cuando declaró categóricamente: “El hecho real es que el Partido Comunista participa en la lucha armada, tiene una organización, las FARC” (12). En 1988, en otra entrevista hecha por la izquierdista Marta Harnecker, Gilberto Vieira, afirma: “… del 50 (1950) en adelante, el partido elabora su orientación táctica que hemos llamado la combinación de formas de lucha” (13). Y para rematar la entrevista, jactanciosamente, Vieira afirma: “Además, los guerrilleros de las FARC en ningún momento ocultan su filiación comunista”.  

 

En consonancia, en los estatutos de las FARC se lee en el capítulo I, artículo 1: “Las FARC… son un movimiento político-militar que desarrolla su acción ideológica, política, organizativa y armada de guerrillas, conforme a la táctica de combinación de todas las formas de lucha de masas por el poder. Artículo 2: Las FARC aplican a la realidad colombiana los principios fundamentales del marxismo-leninismo” (14).

 

Desde entonces el Partido Comunista Colombiano-FARC ha desatado en el país una guerra de agresión marxista-leninista, una guerra irregular subversiva que con la táctica de la combinación de formas de lucha pretende la toma del poder para instaurar un régimen totalitario.

 

Confirmando lo anterior, el hoy principal cabecilla de las FARC Rodrigo Londoño Echeverri, alias Timochenko ó Timoleón Jiménez, comenzó militando en la Juventud Comunista, organismo del Partido Comunista Colombiano, PCC. Ingresa a las FARC en 1982. En 1983 recibe instrucción en guerra irregular en Cuba y entre 1986 y 1989 adiestramiento político en la Unión Soviética. Es “uno de los gestores del PC3 (Partido Comunista Colombiano Clandestino) en el 2000 y del Movimiento Bolivariano, para la combinación de todas las formas de lucha” (15). Hoy Timochenko es el comandante en jefe de las FARC y miembro número uno del Secretariado. De igual forma, Luciano Marín Arango, alias Iván Márquez, “en 1977 se vinculó a la Juventud Comunista Colombiana. Allí hizo parte de las redes de apoyo de las FARC” (Wikipedia). “En 1988 es nombrado inicialmente cabecilla de la catorce cuadrilla de las FARC y luego recibe el mando del bloque sur. (…) Como miembro del Secretariado Nacional de las FARC, fue desplazado hacia el departamento de Antioquia, con la misión de organizar el llamado bloque noroccidental”. Entre otros crímenes atroces, “fue el autor intelectual de la masacre de treinta y cinco campesinos del barrio La Chinita, municipio de Apartadó (Antioquia), cometido el 23 de enero de 1994”. (16). Hoy, Pertenece al Secretariado de las FARC y preside la delegación de negociadores en La Habana. “Le tuvieron que suspender 132 órdenes de captura por todo tipo de delitos para que pudiera ser el vocero principal de las negociaciones” (17).

 

Pero el estalinismo criollo no solamente ha hecho víctimas de su terror a la sociedad colombiana sino que también han tejido un espeluznante entramado de horror dentro de sus filas. Una vez, bajo el clima de intimidación en que vive la población en las regiones, los padres son obligados a entregar a sus hijos a las FARC so pena de muerte para el que incumpla, los niños son esclavizados  e inmediatamente sometidos a una perversa escuela del terror sistemático. 

 

El libro titulado En el infierno cuyo autor es el coronel (r) Alberto Villamarín Pulido recoge “el estremecedor testimonio” de uno de los integrantes y desertor de las FARC, Edison Torres alias Johny. Allí se narran las horrendas verdades acerca del régimen de terror impuesto dentro de las FARC como abominable “sistema de cohesión y solidaridad internas”, gravitando siempre alrededor del fantasma de la traición. Con este fin los consejos de guerra son una práctica común dentro de la organización guerrillera. Casi siempre a niños de escasos 12, 15 años se les sindica de traición por robarse una panela, quedarse dormido o por cualquier acto menor considerado delito dentro de las FARC. Las sindicaciones, como lo dice el guerrillero-desertor son, en la mayoría de los casos, meras “suposiciones, chismes y rumores infundados y llevan una sentencia de muerte segura”.

 

Un ejemplo pavoroso que cuenta el libro es el ocurrido a “Olguita”, una guerrillera de 13 años y a “Walter”, un joven retardado mental de apenas 15 años. Los dos son acusados de ser infiltrados. En el ambiente de terror en que viven, “todos los guerrilleros presentes en ese lugar votan por aprobar la culpabilidad de los sindicados”. Lo que sigue es la descripción del horroroso crimen como lo narra alias Johny: “Desnudamos completamente a la jovencita, quien ante la cercanía de la muerte, sobrevino en una desesperada crisis nerviosa que materializó con la expulsión de abundante diarrea.

 

“Además como estaba en los días críticos del período menstrual, la sangre que salía de su vagina corrió por las piernas de la víctima, para hacer más asqueante el preludio de la muerte. Con impresionante frialdad, uno de los jefes, Alonso, dirigió el siniestro acto de sadismo:

 

“Ajusten bien las sogas al cuello de esta maldita perra, pero tengan en cuenta que cuando vayan a ahorcar a alguien, deben colocar las sogas por encima de la manzana de Adán para que no le salga la lengua por la boca al difunto. Mientras Leoni la tiene cogida de las mechas, caminen hacia los lados con las cuerdas y a mi orden cada uno jala con fuerza. (…)

 

“Con la vista fija en el cadáver desnudo y sin inmutarse, el jefe Alonso, agregó:

 

“Es bueno que vivieran esta experiencia, porque así pierden el temor para matar. No olviden que si uno está aquí en la revolución y la mamá la embarra, también hay que matarla.

 

“Acto seguido también debíamos matar a “Walter”, el bobito, quien atado a un árbol observó aterrorizado la muerte de “Olguita” (…)

 

“Cuando iba a colocarle otra soga alrededor del cuello, “Walter” reaccionó e inició un sangriento forcejeo. Todos le propinamos muchos puntapiés y puños… Le fracturamos varias costillas y casi todos los dedos de las manos… Con mucha Fuerza Leoni y yo halamos las dos sogas hacia los lados. El bobito murió… La lengua le quedó por fuera y los ojos estaban desorbitados.

 

“Con el cuchillo Alonso cortó la lengua y luego el brazo derecho de “Walter”… -Beban sangre del muerto para que vayan aprendiendo a pelar cristianos como lo hice yo cuando era joven y bello-, vociferó Alonso mientras de sus ojos destellaba un brillo diabólico de satisfacción” (18). 

 

Estos “juicios revolucionarios”, esta psicosis de traición conocida como “purgas”, han llevado a los cabecillas de las FARC a poner en marcha una maquinaria diabólica de asesinatos en masa, verdaderas masacres al interior de sus filas como las de Tacueyó y Landázuri, las cuales son una evidencia más que constata el carácter necrófilo, genocida y estalinista de las FARC. 

 

Cuenta el libro La selva roja que “en 1980 ‘Tirofijo’ (jefe de las FARC en ese entonces) junto con el Secretariado de las FARC dio visto bueno para que se llevaran a cabo fusilamientos en cada una de las cuadrillas ‘con el propósito de limpiar el movimiento de posibles infiltrados’. De esta manera se dieron innumerables asesinatos en todas las FARC. (…)

 

“Dos de sus más aventajados alumnos, José Fedor Rey y Hernando Pizarro Leongómez, cabecillas e integrantes de la cuadrilla Ricardo Franco cuatro años más tarde masacraron en Tacueyó, Cauca, a 164 bandoleros, con el débil y asqueante argumento que las víctimas eran oficiales de inteligencia militar infiltrados”(19).

 

Complementa el analista político Darío Villamizar Herrera: “desde diciembre de 1985 comenzaron a aparecer enterrados en fosas comunes, los cadáveres de decenas de hombres y mujeres que habían pertenecido al frente Ricardo Franco. Con visibles huellas de torturas y mutilaciones, fueron encontrados cerca de 164 guerrilleros, asesinados por su propios comandantes” (20).

 

Continúa el libro La selva roja: “La diabólica orgía de sangre y terror causada por los demenciales alumnos de Marulanda Vélez (“Tirofijo”) fue reeditada con creces ignominiosas por Braulio Herrera (ex congresista de la Unión Patriótica, UP, organización electoral de las FARC en ese momento. N. de la a.) y Pablo Catatumbo (hoy negociador  de las FARC en La Habana. N. de la a.), cuando ejecutaron la tenebrosa purga estalinista ordenada por Jacobo Arenas, conocida con el mote de ‘Plan Cóndor’” (21). Esta otra masacre fue cometida en 1988 en la Cueva de las Flores municipio de Landázuri (Santander) y allí murieron 65 guerrilleros de los frentes XI, XII y XXII de las FARC, tras sufrir crueles torturas. Afirma El Tiempo que “meses después, el propio Jacobo Arenas, ideólogo de las FARC, reconoció a los medios de comunicación que Braulio Herrera había participado en la masacre” (22).

 

El terror de las “purgas”, los brutales asesinatos presentados como “juicios revolucionarios” que plasman la naturaleza asesina del leninismo-estalinismo, se ha ensañado con peor salvajismo con la población civil que se resiste a las imposiciones de las FARC. Grupos enteros de pobladores han sido diezmados o exterminados por las FARC sin que se tengan cifras concretas.

 

Un caso reciente que estremeció al país ejecutado en medio de la entrega santista en La Habana y de una supuesta tregua unilateral de las FARC fue el asesinato de cuatro niños en el Caquetá.

 

El 4 de febrero de 2015 es perpetrada la masacre de cuatro niños cerca de Florencia, departamento de Caquetá. Las víctimas son los hermanos Vanegas Grimaldo de 17, 14, 10 y 4 años. En su editorial del 18 de febrero de su programa radial La Hora de la Verdad, Fernado Londoño Hoyos, afirma: “El país se está plagando de silencios estratégicos para tratar de tapar la moribunda verdad, el país está lleno de esa forma de mentir, que es negar a través del silencio la realidad que nos circunda.

 

“Recuerdan ustedes queridos ciudadanos cómo durante dos o tres días se llenaron todos los espacios con las noticias provenientes del Caquetá y que se enfocaban a la investigación sobre la muerte de los niñitos que fueron cruelmente asesinados en su modesta casa de habitación, más que modesta, ¿lo recuerdan? Pues bien, ahora se darán cuenta que todo eso está en silencio. ¿A qué se debe ese silencio súbito, ese silencio estratégico? Se debe a que las cosas apuntaron clarísimamente a los autores de la muerte de esos niños: fueron las FARC.

 

“La madre de los niños era desmovilizada de las FARC a quien las FARC detestan. Y la madre había sido conminada a que entregara a su hijito mayor de 17 años para que entrara a formar parte de las FARC. Se trataba de dar una lección, se trataba de castigar a una desmovilizada… Además, se trataba de sentar un precedente para que lo supieran en toda la comarca, para que lo supieran en todas las regiones del país que la madre que no entregue a sus hijos será castigada con el asesinato del niño renuente y de los otros niños pequeños… Por eso, silencio señores. No se vuelva a hablar de la muerte de los niños del Caquetá porque fueron las FARC” (23). 

 

Todos estos actos de barbarie cometidos de manera sistemática por las FARC para imponer a sangre y fuego su ideología totalitaria a través de la táctica de guerra irregular han sido denominados “crímenes sin nombre” y “crímenes de lesa humanidad” por considerarse que son de una gravedad inmensa superior a los delitos comunes consagrados en las legislaciones penales democráticas. Esto quiere decir que los crímenes del totalitarismo por su ideología liberticida y genocida fundamentada en el terror son delitos políticos de lesa humanidad y, como los de Hitler, Lenin o Stalin, incalificables por su enormidad y deben ser castigados con la máxima condena. Al respecto, Hannah Arendt afirmó: “El castigo es necesario para defender el honor y la autoridad de aquel a quien el delito ha lesionado, para que la ausencia de castigo no le degrade mayormente” (24). Por tanto, es el colmo de la vileza y la perversidad pretender justificar, minimizar, encubrir o exculpar los crímenes de la subversión totalitaria colombiana por ser políticos, y quienes así proceden con la mentirosa coartada de la “paz”, son sus encubridores y cómplices necesarios. 

 

Recordemos que en alguna ocasión Lenin, el maestro de Stalin, le dijo a un camarada: “dígame cuándo y dónde se ha negado el Partido a utilizar el pacifismo para dividir al enemigo” (25). Es del ABC del estalinismo utilizar como táctica de guerra la trampa de la paz con el fin de destruir el sistema de libertades.

 

El propósito del régimen de Juan Manuel Santos es entregarle el país a las FARC en nombre de la estratagema estalinista de la “paz”. La consumación de este objetivo consagraría la esclavitud de la nación. Ante esta realidad inminente, los colombianos tienen la responsabilidad consigo mismos, con sus familias y con su país de defender su libertad, oponiéndose de inmediato y radicalmente a este atroz crimen santista de alta traición.

 

 

 

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NOTAS:

 

1. Bertrand de Jouvenel, El poder. Editora Nacional, Madrid, 1974, pág. 344; 2. Erich Fromm, El miedo a la libertad. Editorial Paidós, Buenos Aires, 1971, págs. 317 y 319; 3. Jean Francois Revel, El renacimiento democrático. Plaza & Janes Editores, Barcelona, 1992, pág. 33; 4. Stéphane Courtois y otros, El libro negro del comunismo. Editorial Planeta, Barcelona, 1998, págs. 16 y 17; 5. Ídem., pág. 16; 6. Ídem., pág. 87; 7. Ídem., pág. 151; 8. Álvaro Lozano, Stalin, el tirano rojo. Ediciones Nowtilus, Madrid, 2012; 9. Voz, octubre 15 de 1987, pág. 14; 10. Voz, del 25 de junio al 1 de julio de 1992, pág. 6; 11. Treinta años de lucha del Partido Comunista de Colombia, Esbozo histórico elaborado por una comisión del Comité Central del Partido Comunista de Colombia, Ediciones Paz y Socialismo, Bogotá, 1960, pág. 17; 12. Umberto Valverde, Colombia tres vías a la revolución. Círculo Rojo Editores, Bogotá, 1973, pág. 57; 8. Marta Harnecker, Combinación de todas las formas de lucha. Ediciones Suramericana, 1988, pág. 77; 14.  www.farc.ep.co/wp-content/uploads/2013/10/estatutos.pdf  ; 15. www.elcolombiano.com/timochenko_no_queria_ser_el_jefe_MCEC_/60387 y es.wikipedia.org  ; 16. Mayor Luis Alberto Villamarín Pulido, El cartel de las FARC. Ediciones El Faraón, Bogotá, 1996, págs. 200 y 201; 17. http://www.verdadabierta.com/jefes-de-la-farc/4323-marquez-luciano-marin-arango  ; 18. Coronel Luis Alberto Villamarín Pulido, En el infierno. Ediciones Luis Alberto Villamarín Pulido, Bogotá, 2008, págs. 40 a 43; 19. Teniente Coronel Luis Alberto Villamarín, La selva roja. Ediciones Luis Alberto Villamarín, Bogotá, 1997, pág. 362; 20. Ídem., pág. 363; 21. Ídem. ; 22. www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-13755   ; 23. www.lahoradelaverdad.com.co    , 18 de febrero de 2015; 24. Hannah Arendt, Eichman en Jerusalén. Editorial Lumen, Barcelona, 1967, pág. 412; 25. Jean Francois Revel, Lenin un dios que no funcionó. Lecturas dominicales de El Tiempo, febrero 25 de 1990. 

  

Bogotá, 3 de marzo de 2015

 

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