La excelente exposición que ustedes acaban de escuchar sobre la situación de Chile, que se encuentra en un callejón muy oscuro de donde puede resultar cualquier cosa; por lo pronto una confrontación entre un Chile, ese sí dormido, que estaba muy contento con su propia identidad y, sobre todo, con su propio desarrollo. Los chilenos estaban muy bien, no tenían de qué preocuparse, no se querían preocupar de nada, distinto de su propio bienestar. Y ese es el gran peligro, el peligro del individualismo extremo, del abandono total de las responsabilidades sociales y de lo que significa ser miembro de una sociedad. Y entonces los chilenos se dejaron coger ventaja de una izquierda que sí sabe para dónde va, de una izquierda que destruye la familia, de una izquierda que destruye el derecho a la vida y que, por supuesto, instaura como precepto inviolable el aborto y la eutanasia, es decir, todas las formas de menosprecio de la vida humana, de la vida humana doliente, para instaurar la figura del “Superhombre” de Nietzsche, y al mismo tiempo y por supuesto, las consecuencias económicas y la diferencia entre la izquierda y la derecha…