Garrote a los camioneros
Por: Fernando Londoño Hoyos
El Presidente Santos le ha declarado la guerra a los camioneros, porque ejercen, a su juicio mal ejercidos, los derechos constitucionales a la protesta y a la huelga.
En un discurso “telepronteado”, les ha anunciado extinción de dominio, es decir, confiscación pura, para los que interrumpan el tráfico por las vías; les agrega que les quitará la licencia de conducir, como quien dice que les privará de la manera que tienen de ganarse la vida; también les arrebatará el derecho a la asociación, retirando el que tienen sus organizaciones sindicales, y les encima juicio en la fiscalía, para que cambien las carreteras por la cárcel.
Este ataque feroz se lanza contra gente de trabajo, la que mueve en sus camiones la vida de la Nación. Contra gente de paz, que lleva las mercancías a su cuidado por todos los rincones de la República. Contra gente honorable, a la que no le encuentra Juanpa otra tacha que pedir más de lo que quiere darles, suspender sus actividades, y en el límite extremo, cerrar por unas horas algunas carreteras.
Al mismo tiempo y a la misma hora, negocia con las FARC y con el ELN. Estos no son gente de trabajo, sino de crimen. Recorren en armas el país extorsionando campesinos y transeúntes; robándose las niñas de sus hogares para convertirlas a la fuerza en sus meretrices, embarazarlas y llevarlas al aborto más horrendo que pueda imaginarse; siembran el suelo de todos con minas que acaban la vida de los que las pisan, hombres mujeres, niños, ancianos; asesinan a sus enemigos, que son todos los que no comparten sus fórmulas terroristas y esclavistas; viven del narcotráfico y de explotar los ríos que llevan oro, cometiendo el delito más execrable que se comete contra la tierra en el mundo; siembran el terror poniendo bombas, atacando viajeros en los caminos, destruyendo ambulancias, acueductos, pueblos enteros.
Pues para semejantes monstruos, el mismo que muele a garrote los camioneros reserva el perdón y la indulgencia; les promete curules en el parlamento sin que los ganen con votos; los nombra constituyentes para que lo que escriban se convierta en acuerdo obligatorio e inderogable por el Congreso o por el pueblo; les garantiza 23 lugares del país donde disfruten con sus armas en la mano, la largueza del Estado que va a mantenerlos.
Para los que trabajan y luchan por sobrevivir, todos los ultrajes, las intimidaciones y las violencias. Y para los peores bandidos y terroristas que pisan la tierra, todas las ventajas, los perdones y las recompensas.
Ese contraste basta y sobra para descubrir la mente enfermiza y desviada que nos gobierna. Porque las dos cosas, la afrenta a los camioneros y los regalos a los terroristas, son prueba de lo que decimos. Pero puestas en contraluz, examinando el contraste son plenamente reveladoras de la tragedia colombiana y del sujeto que la produce.
El propio Santos se queja o se burla de quienes lo llamamos dictador, déspota, tirano comunista. Pero se ha encargado, sin que lo empujemos, de darnos toda la razón. Es lo que le decimos y mucho más.
Aseguramos que mucho más, porque es un irresponsable y un atolondrado. El paro camionero, obra de su incompetencia y de su fanfarronería, nos está dañando a todos. Empezando por su debilitada imagen y su arruinado prestigio. Cuando se haga el balance del paro camionero, descubriremos la clase de insensato que con trampas y marrullas se apoderó de la Presidencia de la República. Vamos a ver, con horror, los daños que este dictadorzuelo nos ha causado. Advertimos que apenas estamos arañando la superficie del conflicto. Todo lo peor, así se arreglaran las cosas mañana, está por venir. A la hora del balance se conocen las quiebras.
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