Faltan doce billoncitos
Por: Fernando Londoño
Cuando algún día se le pase la cuenta a Juanpa (nos dijo que así le gustaba que lo llamásemos) no será corto asunto el de la gigantesca bonanza que dilapidó. Del muy odiado Presidente Uribe recibió una nunca vista producción petrolera de un millón de barriles por día, y de las fortuitas circunstancias de la economía mundial un precio de más de cien dólares para cada barril. Ningún gobierno recibió tanto como el de Santos y ningún gobierno dejó tan poca cosa para responder por semejante lluvia de ventura.
Hecha la cuenta por lo bajo, a Santos le tocó una bonanza de más de treinta y cinco mil millones de dólares anuales, de los que una parte sustantiva entraron a las arcas del Estado. Y no dejó una carretera, ni un puente, ni un camino, ni un hospital ni un colegio que sirvieran de recuerdo de esa época feliz. Todo se fue en derroche, mermeladas, anuncios, infecta burocracia, ostentación grotesca e ineptitud manifiesta. Claro que como nunca antes fueron altos los recaudos impositivos y como nunca antes indignantes las oportunidades perdidas.
El crecimiento del gasto público no llega solo. Todas esas francachelas se pagan y ha llegado la hora de la factura histórica. Pero este país se pasa de bueno o de tonto y no ha notado el despilfarro de lo suyo. Pero lo que sí va a notar, mal que le pese, es el hueco que además de lo recibido queda en las arcas públicas. Y esos huecos se cubren, o se cubren. El pueblo paga.
La clase media colombiana, la gran sacrificada de la reforma tributaria cuyos efectos se notarán este próximo mes de agosto, no ha elevado su voz de protesta por lo que se le vino encima. Porque la declararon clase rica y opulenta, cuando apenas con inmensas angustias logra sobrevivir. Y ya considerada rica le pasaron la hoz para la vendimia fiscal que apenas está empezando. Ya oiremos los gemidos, los lamentos y las imprecaciones de setecientos cincuenta mil nuevos contribuyentes que deja como herencia Santos, con la ayuda del doctor Juan Ricardo Ortega que hizo el daño y se fue. La dorada burocracia del BID no es un mal sitio para escampar la tormenta.
Ya el Ministro Cárdenas tiene incorporado al presupuesto lo que se reciba por la venta de ISAGEN, que dice él se aplicará a las autopistas de cuarta generación que construirán, por supuesto, los contratistas amigotes de Juanpa. Esos serán cuatro o cinco o seis billones adicionales que estrictamente hacen parte del faltante general del presupuesto. Pero ni por esas. No alcanzó la reforma tributaria que comentamos, la primera de este año, ni la venta de ISAGEN. Todavía falta plata, que el cínico inquilino de la Casa de Nariño ha dicho que es la que habrá de dedicarse a la paz. De modo que tranquilos, siervos de la gleba, porque su dinero no va para la guerra, sino para la paz.
¿Y de cuánto hablamos? Pues de la módica suma de doce billones de pesos adicionales que saldrán de una nueva reforma tributaria, que para los genios de ANIF y FEDESARROLLO se debe poner sobre los hombros de los “hogares”, que a su juicio tributan muy poco. Con ese proyecto recibirán al nuevo Congreso, que será dócil a la voz del amo. A pagar se dijo, ricachones colombianos que superan el fabuloso ingreso mensual de un millón y medio de pesos. Elegimos a Juanpa. Ese es un honor que cuesta. Por lo pronto, ISAGEN y doce billoncitos adicionales.
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