Exportaciones y empleos, por millones
Por Fernando Londoño Hoyos.
No se atina a entender por cuáles malignas razones el país no le dio importancia alguna al acto tan bonito del Teatro Colón en el que se anunció, nada menos, que la creación de un millón cien mil empleos y de exportaciones por valor de diez mil millones de dólares. No es la salvación de la economía colombiana, pero casi.
Digamos para empezar que el Gobierno anda preocupado por centenares de miles de personas que andan por el mundo sin hacer cosa de provecho y que está mal con las cifras de déficit en la balanza comercial de país, que supera los mil seiscientos millones de dólares al mes. Y que quiere buscar remedio a semejantes problemitas. Ya es algo.
Buscamos como se busca la aguja en un pajar el documento milagroso que contenía semejante revolución. Y al fin lo tuvimos.
Para mal de nuestras culpas, ese papelito no dice nada. Son dos páginas de modesta literatura en las que el Estado se compromete a no estorbar y los gremios, representando a sus afiliados, a sacar del sombrero del mago los empleos y las exportaciones. Nada más. Eso sí, anunciaron más de 800 compromisos para hacer una cosa y otra. Nos quedan pendientes esos compromisos. Será cosa de paciencia.
Entendemos el desvío de la opinión frente a tamaños anuncios. En últimas, porque se crearon de la nada. Escuchen y lean bien tamaños compromisos. Un millón cien mil empleos y diez mil millones de dólares en exportaciones.
Cuando por última vez se intentó algo parecido, solo en aquello de exportar porque de empleo nada se habló, el doctor Lleras Restrepo puso en el mercado los CAT, que después fueron CERT, y nació el Fondo Nacional de Exportaciones, una empresa de colosales dimensiones. Los exportadores aprendieron a mirar los mercados externos, lo que hace rato olvidaron, y a manejar con juicio los ingentes recursos de crédito que se pusieron en sus manos. Todo un cambio de mentalidad, de aproximación a la formación de una mentalidad exportadora. Con una consigna rectora: exportar o morir.
El gobierno ponía y los empresarios hacían lo propio. Y el país cambió. Y se crearon compañías exportadoras y los forjadores de esa riqueza intangible se dedicaron a los suyo, hasta que el presidente López, agobiado por tantos dólares, prefirió hablar, no de la fuente de donde provenían y que a raudales penetraban al circuito de la economía nacional por la ventanilla siniestra, hoy de par en par abierta con el nombre piadoso de las remesas que nos mandan los parientes ricos, sino del gran esfuerzo industrial al que llamó, con uno de esos giros idiomáticos tan suyos, el embeleco de las exportaciones.
Pero esa es otra historia, para otro día. En el de hoy nos quedamos con que sacaremos del cubilete diez mil millones de dólares de exportaciones. De dónde, por Dios?
Y es que si no aparecen no seremos viables, como ahora se dice.
Y a semejante tema el país, la opinión los comentaristas, no le han hecho ruido alguno. Para ser bien exactos, las peripecias de Aída Merlano nos traen mucho más entretenidos. Válganos Dios.
El millón cien mil empleos nuevos pueden venir de la mano de las exportaciones. Aceptado. Pero si no hay exportaciones, adiós a todo.
Lo que queda en claro de esta historia, es que el Gobierno está atollado, como en la tierra nuestra se dice. Cuando la vaca se atolla, hay que aconsejarle que se tranquilice. Porque de lo contrario, la da por chapalear y mientras más chapalea, más se atolla. El diagnóstico no puede ser más claro. El desempleo nos mata y el sector externo de la economía nos tiene más que enredados. Lo venimos diciendo hace tiempo, sin que hasta hoy nos contestaran palabra. Ahora salen a borbotones esas palabras, desde el escenario más distinguido del país. Imagínense ustedes que se dijeron en el Teatro templo de nuestra cultura, en el que se premiaba con corona de laurel a los mejores poetas de la raza, por allá a comienzos del viejo Siglo XX. Y hace poco fue el lugar desde donde las FARC cautivaron al mundo con sus protestas de paz. No podía suponerse otro más emblemático para semejante espectáculo.
Créanos, lector querido, que no decimos palabra con espíritu avieso o mal disimulado sarcasmo. Como todos los colombianos, hacemos votos por el éxito de esta empresa, la más alta que conocieron los tiempos pasados y habrán de presenciar los venideros. Si en el cortísimo plazo fijado en el documento de marras aparecen un millón cien mil empleos y diez mil millones de dólares de exportaciones, aplaudiremos a rabiar y reconoceremos que nos quedó grande la grandeza de nuestro Gobierno. Como decimos en la Santa Misa, que así sea.
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