Leopoldo López está en una celda de aislamiento. No le permiten hablar con ningún preso de la cárcel de Ramo Verde en Los Teques, Miranda. Las únicas personas que tienen contacto con él son su esposa, Lilian Tintori, sus padres y sus abogados. Está en un espacio muy pequeño. Así lo refleja un hecho que le sucedió al final de la semana pasada: le llevaron un colchón matrimonial, pero si lo mantenía en el calabozo hubiese perdido todo el espacio para moverse y tuvo que devolverlo.
El dirigente opositor de Voluntad Popular no pudo palpar directamente cómo se incrementaron las protestas desde que fue encarcelado, dos semanas atrás. Consciente de haber contribuido con la chispa que encendió la llama, pide que la protesta se mantenga en paz. “Es necesaria la organización de lo que es la lucha no violenta”, dijo en un cuestionario que respondió a mano desde su celda.
-¿Cómo se encuentra?
-Estoy aislado de la población penitenciaria. Estoy fuerte y claro de lo que está pasando. Desde hace algún tiempo sabía que esto podía venir. Desde hace un año, Nicolás Maduro viene amenazándome con cárcel; estaba esperando la excusa para ejecutar su deseo inseguro y autoritario y el 12 de febrero la consiguió. Lo que estoy viviendo no es consecuencia del 12-F. Cada día queda más claro que fue un plan ejecutado por el gobierno. Ahora, sí asumo toda la responsabilidad de haber convocado a la calle, yo asumo mi llamado, lo ratifico y lo volvería a hacer. La respuesta masiva a nuestro llamado ratifica que estábamos y estamos en lo correcto al llamar a que se abra un camino para el cambio social y político, que sólo podrá llegar de la mano de millones de venezolanos en la calle, en paz y sin violencia. Así como yo asumo mi responsabilidad y di la cara ante una justicia injusta, que Maduro, rodeado de los símbolos del poder y de la debilidad de su gobierno, también asuma la suya. Soy un preso político, un preso de conciencia de Maduro.
-¿Se arrepiente de haberse entregado?
-No me arrepiento de haber llamado a la calle en un momento de pasividad aparente, pero con un mar de fondo que se puso en evidencia. Tampoco me arrepiento de haberme presentado voluntariamente ante un Estado verdugo, que no sólo se convirtió en mi carcelero, sino que también es el verdugo del futuro de todos los venezolanos.
-¿No teme que sin usted las protestas se acaben?
-Lo ocurrido es una expresión de un pueblo guiado por unos jóvenes, al que le han expropiado su futuro y pisado su presente. Las protestas han sido masivas en todo el país y, a pesar de la violencia y la represión del gobierno, han seguido y seguirán. Como leí el 12 de febrero en una pancarta: “Nos han quitado tanto que nos quitaron hasta el miedo”. Las barricadas y cierres de calles han sido una expresión extrema. No estoy de acuerdo con la violencia, pero no basta con condenarla, hay que entender que son expresiones desesperadas de un pueblo asfixiado y humillado.
-¿Qué les pide a quienes esperan sus instrucciones?
-Mi convicción es que tenemos que seguir en la lucha, no hay razón para claudicar, y quien no se rinde jamás podrá ser vencido. Darle dirección a la protesta social significa para mí tres cosas concretas. Uno: justicia para los culpables de la represión. Dos: la recomposición de los poderes. Tres: que se haga justicia con la estafa de los 30.000 millones de dólares que se robaron de Cadivi y que todo el gobierno admitió. No hay presos, no hay investigación, pero sí hay colas, escasez, inflación, hambre y desempleo por el robo de más dinero del que hay en las reservas internacionales. No basta con la conducción, es necesaria la organización de la lucha no violenta, que no se limite a marchar, a protestar en la calle. La calle es el principal escenario de lucha, pero no el único.
-¿Qué opina de las reuniones de paz? ¿Bastan para dejar de protestar?
-No se puede hablar de paz si no hay justicia. En las condiciones actuales la justicia tiene que dar señales claras en la determinación de responsabilidades por los muertos y por los heridos, reprimidos y presos. El diálogo tiene que aterrizar en acciones concretas, apegadas a la Constitución. Hasta ahora es un libreto repetido de lo ocurrido en episodios anteriores de diálogo frustrado. El diálogo tiene que hablar con hechos.
-¿Ha tenido respuesta la carta que le envió al papa Francisco?
-Espero que haya llegado a sus manos. Gracias a Dios, él ya habló sobre el caso venezolano y sobre la necesidad de reconocimiento mutuo.
-¿Qué les dice a los han perdido a alguien en estas protestas?
-Lo primero es mis más profundas condolencias. A todos, sin discriminación. Me han conmovido mucho los testimonios de varios familiares sobre el compromiso de seguir adelante y que la vida de sus hijos no se haya perdido en vano.