Después de vivir y padecer el Proceso 8.000, creímos los colombianos que no tendríamos que beber jamás la copa de una vergüenza parecida. Pero como al que no quiere caldo le dan dos tazas, dos tazas nos acaban de dar. Juan Manuel Santos se hizo elegir dos veces Presidente de la República con dinero de una mafia detestable. Distinta de la que eligió a Samper, claro está. Pero mafia es mafia, fraude es fraude, crimen es crimen.
Todavía quedan entre oscuras brumas muchos detalles de esta tragedia. Esperamos que se disipen y que brille toda entera la luz de la verdad. Pero con lo que sabemos basta para componer esta historia dolorosa y sucia.
De la campaña del 2.010, ya se sabe sin género de duda que recibió cuatrocientos mil dólares de una multinacional del delito, Odebrecht, cómo los recibió y a qué los aplicó. Santos dice que acaba de enterarse de la trampa, y su escudero para la Paz, De La Calle, le replica que nadie da dinero a una campaña sin que el candidato lo sepa y agradezca. Que es lo que decimos todos y lo que la lógica más elemental enseña. No hay donantes escondidos y gratuitos. Todos aspiran a la retribución y el reconocimiento.
La del 2.014 es mucho peor y apenas se habla de ella. Porque dos millones de dólares ya establecidos quintuplican la donación del 2.010, y porque las cosas se ven mucho más graves de lo que pudo saberse de la primera corrompida gesta electoral de Santos, la del 2.010.
Odebrecht entregó en Panamá, a una compañía que pertenece a la primera o segunda favorita de Santos para contratos de publicidad y aledaños, un millón de dólares. Sancho, el beneficiario, dice que la verdad se la contará a la Fiscalía y que anda en ello. Pero que recibió la suma la recibió, que venía de Odebrecht venía y que se fue para la campaña de Santos, se fue.
Pero no para aquí la historia. Porque Otto Bula, de quien sabemos muchas cosas horribles, y nos queda la mayoría por saber, recibió un millón de dólares que entregó a un fulano Giraldo, íntimo amigo, como novio diría con mal humor Roberto Prieto, de éste, el que manejaba las finanzas de Santos en Panamá para nutrir los fondos de su empresa política del 2014.
Que Bula es un sinvergüenza, lo sabemos. Pero un sinvergüenza bien conectado y enterado. Odebrecht supo que era el conducto ideal para llegar a Santos; Bula supo que Giraldo era el camino perfecto hacia Prieto y hacia Santos; recibió el dato del hotel donde podía encontrarse con Giraldo, solo para conversar, dicen ahora. Y vio de casualidad a Prieto, el “novio” de Giraldo en el mismo hotel en que le entregó el millón de dólares, ya descontada la comisión correspondiente.
Cuando Odebrecht pagó el primer soborno, ya tenía el contrato de obra vial más importante que el Gobierno de Colombia ha suscrito. Y tenía mucho por ganar, en esa ocasión y en la segunda. Santos dice que en su Gobierno le fue muy mal a Odebrecht, porque no se le aceptaron las reclamaciones inmensas que tenía pendientes. Pero calla que se le otorgó un contratico adicional, sin licitación, sin competidores, sin discusión de precios, por más de trescientos millones de dólares para construir la carretera Ocaña-Gamarra. Y que recibió otro contrato, gigantesco, para asegurar la navegación por el Río Magdalena. Y que el Banagrario, banco oficial, le prestó ciento veinte mil millones de pesos, cuarenta millones de dólares, violando todas las reglas para un préstamo de esa clase. Si a eso llaman irle mal…..
Pero todo se complica. Una empresa de muy mala reputación, que no nos ha contado si es verdad que Santos sacó de ella gruesa suma de dinero antes de ser intervenida, dice tener la prueba de una entrega a Prieto, otra vez Prieto y otra vez en Panamá, de ciento cincuenta millones de pesos. Interbolsa, la empresa extorsionada esta vez, nos hace pensar si fue la única. Por supuesto que no.
Un periodista acucioso acaba de descubrir, sin duda por un soplo oportuno, cuál era el camino que debían seguir los donantes fraudulentos a la campaña para consignar las contribuciones a Santos, vía Roberto Prieto. Con todas las señas, sin que falte ninguna. La cuenta en el CITYBANK de Nueva York, la cuenta del Banco en Panamá y la cuenta en que ese banco panameño debía depositar finalmente el dinero. Desde luego, ya lo habrá anticipado el lector, en una sociedad panameña manejada por Prieto.
Como dijimos arriba, queda mucho por precisar. El Fiscal tendrá que hacerlo, con ganas o sin ellas. Pero ya tenemos suficiente para que nuestras almas pendulen entre la indignación y el asco. ¡El Presidente que tenemos!