ENDEUDADOS HASTA EL COGOTE
Por: Fernando Londoño Hoyos
Parecería suficiente desventura que Juanpa y sus amigotes hubieran desaparecido el producto de la bonanza petrolera, la mayor que Colombia tuvo en su historia. Si para simplificar recordamos que en los cinco primeros años de este gobierno el país producía más de un millón de barriles por día y que cada uno de esos barriles tuvo precio de más de cien dólares, nos resulta muy fácil la cuenta: Colombia recibió más de treinta y seis mil millones de dólares por año, de los cuales al Estado le quedaban, libres de polvo y paja, más de veinte mil millones de dólares.
Ya entendemos bien aquel “como nunca antes” que Santos repetía tan ufano. Es verdad. Nunca antes tuvimos tanto y nunca antes botamos, despilfarramos y dejamos robar tanto.
El precio del petróleo cayó, porque tenía que caer, y llegó a las vecindades de treinta dólares por barril, aunque hoy se recupera hasta la cifra decepcionante de cuarenta y cinco dólares esa unidad. Lo que si no tenía por qué caer, era la cantidad de barriles extraídos. Pues va en picada hasta las vecindades de novecientos diez mil barriles. La combinación de esas dos cifras arroja que vamos en la mitad de lo que correspondía hace dos años al Estado, lo que equivale a una pérdida de más de diez mil millones de dólares anuales, o treinta billones de pesos, si lo queremos calculado en nuestra moneda. Y se acabó el sonsonete del “como nunca antes”, para ser reemplazado por los ayes y lamentos que escuchamos. Ecopetrol entró en barrena y los ingresos fiscales de aquella fenomenal bonanza se esfumaron.
¿Qué quedó de tanta riqueza? ¿A dónde fue a parar? Pues ya lo sabemos. Al barril de los puercos como dirían en Inglaterra, que también ha sabido de política corrupta o a la tostada sobre la que es preciso esparcir mermelada para mantener unida la “mesa” que nos manda.
A la legión de los corruptos no bastó con hacer mesa limpia de los fantásticos ingresos dichos, sino que acudió a hipotecar el futuro a través del endeudamiento. Lo que supone un déficit que pesa sobre nuestras doloridas espaldas, y que vale la pena precisar.
El déficit fiscal valdrá este año cuatro puntos del PIB, o si lo queremos en pesos y centavos, más de treinta y seis billones de los nuestros. Santos se dedicó a girar cheques posfechados, o lo que es lo mismo, a comprometer vigencias futuras del presupuesto, y anda por los ochenta billones esa cifra. Los Presidentes que sucedan a Santos, se encontrarán que no tendrán un centavo para invertir, porque su manirroto antecesor se lo gastó todo.
Pero no sea optimista, caro lector. No cierre todavía la cuenta. Porque hay otra gravísima para agregar a la que traíamos. Y es la que salta cuando hablamos de la cuenta corriente de la Nación, que es desoladora. Nos referimos al balance entre ingresos y egresos externos, esto es, al que resulta de comparar exportaciones con importaciones, y agregarle al sumando lo que aparece calculando las inversiones recibidas con lo que desinvertimos en moneda extranjera. Y ese déficit en cuenta corriente lo tenemos que zanjar, porque no puede uno endeudarse indefinidamente cuando no produce con qué pagar. Y vale, a cifras de hoy, algo muy por los lados del 7% del PIB, o como quien dice, más de cincuenta y seis billones de pesos.
Calculado todo este endeudamiento, nos da cuantía cercana a los ciento ochenta billones de pesos. ¿Con qué vamos a pagar?
Lo primero viene por la reforma tributaria que el Gobierno está alistando de la mano de un Comité de Sabios, encargado de soplarle por dónde puede meterle la mano al bolsillo a los colombianos. Son los que recomiendan poner esa cruz en los hombros de las personas naturales, porque las empresas ya no tienen de dónde cubrir una carga tributaria que les llega al 72% de todo lo que producen.
De modo que el IVA, tan fácil de cobrar, y tan injusto, subirá del 16 al 19% y se impondrá un 5% a los productos exentos hasta ahora. Y se gravarán los ingresos de uno a tres salarios mínimos, que hoy no tributan, más otras bellezas como el aumento en la tarifa de renta, apenas del 33%, y el cobro de impuestos a los pensionados. Dios nos tenga de su mano.
Y semejante garrotazo se lo descargará a la gente un Presidente que no tiene el 13% de favorabilidad y un gabinete ministerial que anda por el 12. Lo que va a pasar, solo Dios lo sabe. Pero no será leve el estallido de la ira popular. Cuando eso ocurra, y será pronto, entenderemos lo que significa que además de robarse la bonanza, entre Juanpa y la “mesa” nos endeudaran hasta el cogote.
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