Por: Fernando Londoño Hoyos
Se pregunta la Revista Semana, la del gran amigo personal del Presidente Santos, por qué anda tan mal en las encuestas, cuando el país va tan bien.
Nuestro acuerdo con lo primero es pleno. En las encuestas don Juan Manuel entró en barrena, como se dice de los aviones cuya velocidad de caída es inatajable. Las presentadas por el Centro Nacional de Consultoría y Datexco, como quien dice las de sus entrañas, son desoladoras. Es el suyo un caso perdido.
Lo más grave de estas encuestas es que se corresponden perfectamente con otras más viejas, de las mismas casas, que venían anticipando lo que iba a pasar. Porque cuando la imagen de Santos no estaba tan mala como ahora, la gente decía que la situación de Colombia era pésima, que no quería proceso de paz con impunidad ni curules gratuitas para los bandidos de La Habana y que le apartaran de sus labios el cáliz de la reelección. Lo que nadie podía explicarse era cómo, a pesar de tales sentencias, el Presidente siguiera arriba en las encuestas.
Y lo que tenía que llegar, llegó. Ya con las elecciones encima, los colombianos se dejaron de zalamerías y no les quedó más remedio que ser sinceros. Así que siguieron diciendo lo de siempre, pero ya se dejaron de cortesías con el hombre que les vendían a toda hora, con la tenacidad en uso para promover cosméticos.
Tenemos, pues, el hecho tozudo de que Santos está irremisiblemente perdido y de que no lo salvará ni el espectáculo de circo que tienen preparado JJ y Prieto sobre los acuerdos de La Habana. No hay caso, como dicen las señoras de los novios resbaladizos de las hijas.
En lo que si no estamos de acuerdo con la revista de don Felipe López, es en aquello de que las encuestas vengan en contravía con la situación del país. Al contrario, las dos cosas están irreparablemente ligadas.
Los colombianos se sienten desesperadamente inseguros. En las ciudades, salir a la calle es toda una aventura, que normalmente termina con un gran susto, un atraco, una boleta de extorsión o algo peor. En los campos, volvieron las épocas más negras, en las que debían dejarse en el abandono o intentar una administración a distancia. Las tierras no valen nada y producen casi nada.
Si piensan en la salud, se preguntan los encuestados, entre curiosos e indignados, dónde hay un hospital nuevo, una clínica recuperada un centro médico oficial bien dotado. La respuesta no es más obvia ni desoladora. En ninguna parte.
El panorama de la educación no es menos sombrío. Nada nuevo. Nada esperanzador. Nada estimulante. En los que nos va mejor es en las pruebas PISA: últimos en el mundo.
Las cien mil casitas regaladas eran muy poca cosa para un déficit de más de tres millones de viviendas. Y ni de eso ha sido capaz el Gobierno. De entregarle a sus amigos y a los amigos de sus amigos, cien mil casitas decentes.
El que va por las carreteras, las sufre más que las usa. Nada que no hubiera dejado en plena marcha el Presidente Uribe. Nada, en absoluto. Ni siquiera cosas tan elementales y simples como terminar las dobles calzadas a Girardot y Tunja o como resolver el problema de la salida por Guaduas al Río Magdalena. O como poner en marcha las carreteras de Antioquia, o como conectar a Buenaventura con el resto del país.
La industria viene como Santos, en barrena. El campo, como su seguridad. El petróleo no tiene más que amenazas y hasta el oro dejó de ser un buen negocio. Justicia manga por hombro, cárceles vergonzosas, corrupción a todo vapor. ¿Cuál será el país que disfruta tanto don Felipe López?
El único consuelo para Santos, es que las encuestas de hoy son mejores que las próximas. Y mucho mejores que como le irá en las elecciones. No es broma. A Santos solo le espera un honroso tercer lugar en las de mayo.