Por: Eduardo Mackenzie
¡Qué extrañas maniobras! ¡Qué aceleración del “proceso de paz”! ¡Y qué esfuerzos los del gobierno de Santos para dislocar la claridad de los ciudadanos sobre lo que esas movidas preparan y esconden!
El asunto de la “comisión histórica” vale una corta reflexión.
Instalada no en Bogotá sino en La Habana –nuevo epicentro de la política colombiana–, esa misión tendrá cuatro meses para redactar un “informe final” sobre la violencia en Colombia: cuatro meses para resumir de manera “multilateral, plural y neutral” un proceso subversivo, político, social y militar que lleva más de 60 años. Ese es el alcance del documento que ellos deben escribir.
¿Pero cómo podrán redactar un informe “plural” si la mayoría de los miembros de la comisión son marxistas? Un miembro, Sergio de Zubiría Samper, es, por ejemplo, cuadro del Partido Comunista de Colombia y se ocupa de las relaciones internacionales de esa formación.
La cifra inicial de seis miembros subió a 12 y más tarde a 15. A último minuto, en la conferencia de prensa de esa comisión en La Habana, del 21 de agosto pasado, alguien anunció que el polémico sacerdote jesuita Javier Giraldo también hará parte de la “comisión histórica” (1).
La excepción no marxista es, quizás, el profesor británico Malcolm Deas, del St Antony’s College y miembro de la Academia Colombiana de Historia. El se inspira más en John Stuart Mill que en Karl Marx. De resto, la mayoría de nombrados son distinguidos académicos que ven todo desde el prisma deformante de la lucha de clases. Dato raro: en la rueda de prensa en Cuba, el nombre de Malcolm Deas fue omitido. Al momento de redactar esta nota Malcolm Deas me confirmó: “No formo parte de la comisión”. ¿Alguien lo vetó?
La metodología para hacer ese trabajo es igualmente opaca. Como los verdaderos historiadores no trabajan con plazos exiguos y mucho menos con exigencias ideológicas, la “comisión histórica” no está integrada por historiadores sino por sociólogos, politólogos, religiosos, antropólogos y periodistas.
De los 15 miembros sólo dos son historiadores, Malcolm Deas y Renán Vega Cantor. Pero los dos, conceptualmente, son antagonistas. Profesor de la Universidad Pedagógica de Bogotá, Vega fue un duro crítico del Plan Colombia y hoy es partidario de la reducción del Ejército colombiano a la porción congrua. Su vehemente antiamericanismo es visible en sus artículos. Su frase más científica es: “Colombia es un portaviones de Estados Unidos”.
Evidentemente, tal comisión, por más de que esté integrada por esas eminencias, no podrá redactar un documento nuevo, coherente, “neutro” y “pluralista”. La tarea que les han impuesto puede ser otra: “construir un relato”, como detallaron los jefes de las Farc en Cuba, es decir servir un refrito del cuestionado estudio lanzado el año pasado por la comisión presidida por Gonzalo Sánchez, profesor de la Universidad Nacional.
La clave de todo es que ese “relato” deberá respetar el criterio formulado públicamente, el 21 de agosto, por la delegación de las Farc en La Habana: “Va en contravía de la sindéresis y de análisis (sic) juiciosos de la historia, la pretensión de considerar que las Farc-Ep nos hemos inventado una guerra contra la sociedad, que representamos una máquina de victimización y en consecuencia podemos ser consideradas como una organización de victimarios.” (2)
El texto de la “comisión histórica” tendrá, pues, un marco teórico contrario a la verdad. Tendrá que decir lo que siempre dijo el PCC:
1. Que las Farc no son los iniciadores del “conflicto”.
2. Que las Farc no son autoras de crímenes de guerra y de lesa humanidad.
3. Que la guerra contra la sociedad fue desatada por el “Estado burgués y fascista colombiano” y por “el imperialismo”.
4. Que la guerra en Colombia fue el resultado de una “insurrección espontánea, popular y campesina” (que nadie ha visto).
5. Que la violencia comunista fue siempre “defensiva” y resultó de un hecho sociológico: la lucha de clases.
6. Que las Farc luchan por los objetivos más nobles que se ha fijado la humanidad.
Es decir, tendrán que negar:
1. Que la violencia subversiva comunista fue el resultado de un hecho político: la creación de aparatos armados y de delincuencia común dirigidos por el Partido Comunista, bajo órdenes de la burocracia soviética, para tomar el poder en un país aliado de Estados Unidos y vecino del Canal de Panamá.
2. Que esa estrategia, con el asalto al poder en otros países del continente, buscaba frenar la “inminente guerra mundial” que Estados Unidos quería desatar, según Stalin, durante las primeras fases de la Guerra Fría.
3. Que la violencia comunista fue, desde el comienzo, ofensiva y destinada a precipitar a Colombia en el caos y en la guerra civil para destruir la democracia y el capitalismo.
4. Que las Farc es la organización totalitaria responsable de la mayor cantidad de destrucciones y violaciones a los derechos humanos en Colombia.
Entre líneas, el documento de la “comisión histórica” rehusará reconocer la preeminencia de las instituciones jurídicas y políticas de la democracia. No mostrará a la democracia representativa como una forma superior de organización política, ni como la mejor forma de gobierno.
El documento poco tendrá que ver con el consenso que reina entre los colombianos contra la violencia como método para transformar las sociedades. Será un documento esencial para justificar y desdibujar la atroz trayectoria de las Farc. Para legitimar su usurpación. “La historia es la base de nuestra propaganda”, decía Khruchtchev en 1956.
Tras observar el video hecho por las Farc durante la primera conferencia de prensa de la “comisión histórica”, se puede constatar que los voceros de esa comisión anticiparon que la tarea de la comisión se resume a decir lo que ellos mismos, como académicos, vienen diciendo desde hace tiempo.
Es muy posible que ese documento final ya esté escrito. O que, al menos, sus líneas generales ya estén pactadas por el núcleo dominante de esa comisión. Pues habrá un núcleo invisible que impondrá la línea. Ese es el método habitual. Ese grupo rector excluirá los puntos de vista no conformes, e impondrá la línea acordada.
Los redactores del informe final serán Eduardo Pizarro, embajador de Colombia en Holanda y conocedor de la trayectoria de las Farc, y Víctor Manuel Moncayo, ex rector de la Universidad Nacional.
Desde ya se hacen visibles las diferencias entre los miembros de la comisión. En la rueda de prensa, Vicente Torrijos dijo y redijo que redactarán un documento académico “sin intenciones políticas”. Empero, fue inmediatamente corregido por Renán Vega quien estimó que el documento será un “análisis de tipo político (…) así se exprese en términos académicos”. Jairo Estrada sostuvo esa misma tesis: el documento “no será una reflexión académica”. Hay que entender, dijo, “el trabajo de la comisión en el contexto de una negociación” política. Darío Fajardo ratificó que el texto final será “el resultado de una convergencia política” y recogerá, además, lo que se ha dicho en las consultas, foros agrarios y reuniones con las victimas sobre la “salida política al conflicto”.
María Emma Wills Obregón, advirtió que sólo serán “hilos interpretativos sobre el conflicto” y que la comisión “no recopilará evidencias” pues no se trata de una “comisión de la verdad”. Ella espera que el periodismo se convierta en un “engranaje de democracia” y no un factor de “polarización”. Mensaje: criticar el documento será contribuir a “polarizar” la sociedad.
Si bien hay pluralidad de puntos de vista en la comisión, el trabajo final no respetará, muy probablemente, esa pluralidad.