Por Paola Holguín, senadora de la República.
La dictadura en Cuba parecía haberse convertido en paisaje para el mundo después de más de 62 años, hasta el pasado domingo 11 de julio, cuando miles de personas salieron a las calles con el grito de “libertad”, “abajo la dictadura”, y la canción “Patria y vida”, símbolo de la oposición al Castrismo, lanzada en febrero de este año.
Estas protestas, que no se veían desde el llamado “Maleconazo” en 1994, se sintieron como una brisa de esperanza en la región; mientras en la Isla, el régimen que dirige desde 2018 Miguel Díaz- Canel, invitó a los revolucionarios a salir a las calles, y ordenó combatir las protestas, presentándose amenazas, maltratos y detenciones arbitrarias.
Entre las razones por las que se levantó el valeroso pueblo cubano están el mal manejo de la pandemia, los apagones, la falta de alimentos y medicamentos, la crisis económica por la caída del turismo, y la ausencia de democracia y de libertades. De hecho, este año, según la Guardia Costera de EEUU, se han interceptado unos 500 cubanos en el mar intentando llegar a las costas de Florida, número mayor al que se dio en 2019 (313) y 2018 (259).
El mismo día que iniciaron las protestas, Luis Almagro, Secretario General de la OEA, condenó al régimen dictatorial cubano por llamar a civiles a reprimir y a la confrontación contra quienes ejercían su derecho de protesta.
Estado Unidos, por su parte, anunció que no levantará elembargo sin que Cuba ceda o negocie de buena fe. JenPsaki, portavoz de la Casa Blanca, aseguró que seguirán revisando su política hacia Cuba, fijándose en su impacto en el bienestar político y económico del pueblo cubano.
Esperemos que este sea el principio del fin de esa dictadura que predijo Rafael Díaz- Balart en 1955, cuando advirtió que la amnistía a Fidel y su grupo solo traería “muchos días de luto, de dolor, de sangre y de miseria al pueblo cubano”, porque ellos no querían paz, ni democracia, ni una solución nacional, sino el poder total, para destruir todo vestigio de Constitución y de Ley, para instaurar la más bárbara tiranía.
Pero, mientras los demócratas del mundo anhelamos el finde la dictadura; no deja de llamar la atención que muchos sectores por afinidad ideológica, terminen en complicidad criminal, y sus discursos sobre democracia, derechos humanos y libertad, duren hasta que tienen que enfrentar regímenes criminales como el de Cuba o Venezuela, de los que han sido históricamente aliados.
Otros, buscan continuar engañando al afirmar que las protestas son contra el embargo, lo cual no es cierto, porque éste es contra el régimen y no contra el pueblo; además, la limitación de intercambio es con Estados Unidos, pero Cuba tiene relaciones comerciales con la mayoría de países del mundo; las dificultades económicas y sociales no son consecuencia del embargo económico, sino del fallido modelo impuesto por los Castro.
Y por último, aunque la lista es larga, llama la atención que algunos pretendan equiparar las marchas en la Isla con las de Colombia; porque allá son protestas para tumbar una dictadura y aquí son bloqueos para tratar de imponerla.