Por: Fernando Londoño
Le resultó ridículo el circo que montó en San Andrés, querido juanpa. Eso de ir a ofrecer hasta la última gota de sangre para defender el territorio de Colombia, es sencillamente grotesco. Fueron inútiles todos los esfuerzos de las cámaras para ocultar su soledad. Tal vez, entonces, aturdido por el silencio, habló de aquella cursi manera.
Nadie le explicó que lo que perdimos no fue la tierra sino el mar. Ese mar que usted no supo defender y que le entregó a Nicaragua. Y que no habrá sangre por derramar, porque ningún ejército enemigo vendrá a atacarnos. No, Juanpa. El mar nuestro pasará a ser de Nicaragua cuando la Corte Internacional de Justicia dibuje el nuevo mapa del Caribe en su sentencia. Y contra los mapas no hay disparo que valga.
Estamos en Festival de Teatro. Millonadas para entretenernos en Semana Santa, amenizada que estará en el Jueves de la Pasión por un partido de fútbol. Pues parece que nadie quiere ver fútbol en lugar de recogerse y orar por esta Patria que nos arrebatan.
Pero antes del partido, tendremos su nuevo circo en La Habana. Ya quedó usted en ridículo, porque incumplió la promesa que le hizo solemnemente al mundo de tener su paz firmada con la canalla con que se reúne en La Habana. A cambio, seguro anunciará el “cese bilateral”, que hace rato funciona porque el Ejército bajo su mando no pelea. Ya se le anticiparon las FARC con la noticia.
De manera que andamos de circo hasta la coronilla. El problema es el pan, lo que los pueblos exigen desde comienzos de los tiempos.
Se puede parar en la cabeza, encarcelar opositores, viajar en avión para que no lo reciba nadie, ensayar lecturas con telepronter, pero la comida está cada día más cara, los empleos más escasos, el dólar en las nubes, las importaciones en el piso, la balanza comercial rota, el Fisco quebrado, como Ecopetrol, y hasta la mermelada se le acabó. Sus amigos ya no encuentran qué robar. ¡Qué peligro!
Usted no lo sabe, tan poco aficionado como ha sido a los estudios de la Historia, pero todas las revoluciones estallaron por problemas de comida. El hambre es enemiga mortal de la paciencia de los pueblos. Los romanos lo tuvieron bien sabido; los señores feudales dispusieron de mercenarios mientras la bolsa anduvo llena; la Revolución Francesa no es hija de los discursos incendiarios de los jacobinos, sino de las hambrunas que desataron malas cosechas; la Revolución de Octubre no la hicieron Lenin ni Trotsky, sino la Guerra Mundial, el Tratado de Brest Litovsk y las expoliaciones a los campesinos; China no siguió a Mao por su Marcha, sino por la pobreza de su gente.
Y aquí, Juanpa, Maduro se va a caer porque no hay comida; Lula y la Roussef van para la cárcel porque le quitaron el pan a ese pueblo; la Kirchner está que busca escondederos porque no le alcanzó lo que le robó a la Argentina para comprar más voluntades.
Entiéndalo, Juanpa. El Circo no basta. El pueblo exige comida que pueda comprar, salarios que alcancen, empleos de verdad, techo digno, hospitales decentes, escuelas donde sus hijos aprendan y pasen el día, servicios públicos, caminos transitables.
En suma Juanpa, la gente está desesperada por la crisis económica que usted desató. Y ya pregunta a dónde fue a parar la bonanza petrolera que se robaron sus amigos, sin que dejaran nada. Y cójase fino, como dicen los campesinos.