Carreteras: otro desastre
Por Fernando Londoño Hoyos.
Por cualquier razón que fuera, el Presidente Duque recibió el país sin inventario. Y ahora responde por los faltantes que le dejó Santos.
Para abrirle espacio político y ponerlo en los medios todos los días, Santos le dio a Vargas Lleras el manejo de la infraestructura y el Vicepresidente nos llenó de fotos, declaraciones, cascos y botas. Solo le faltaron las obras.
Para empezar por alguna parte, y solo porque en Bogotá se concentra casi el 40% del PIB nacional, por Bogotá empecemos.
Con la doble calzada a Girardot se nos llenaba la boca de agua. ¡Qué maravilla! Una maravilla que se construyó pequeña y ahí vamos, construyendo otra calzada que algún día, quién sabe, permita que los viajeros de festivo no tarden seis o siete horas en llegar de regreso. Esa calzada estará lista……. el día de San Blando, que no tiene cuándo.
La otra vía para bajar al Magdalena es por Villeta hacia Honda. Doble calzada hasta la ciudad de la panela y de ese punto hasta Guaduas, la misma carretera de hace sesenta años, pero con tráfico de hoy. Resultado fácil de suponer: los cuarenta y cinco minutos que tomaba el trayecto se convirtieron en dos, tres o cuatro horas, según la cadena de tracto mulas que el viajero encuentre.
Si salimos hacia el Nororiente, tenemos la primera decepción en el Puente de Boyacá. Pues hasta ahí llegó la dicha de tener una carretera ligeramente más amplia que la que construyó el General Rojas Pinilla hace 65 años. Siga a Bucaramanga: todo lo mismo, camino precario y estrecho. Pero intente continuar a Cúcuta para que llore lágrimas de pena. Otro desastre hasta Pamplona.
Volvamos con el intento de salir de Bogotá rumbo al puerto principal de Colombia. La carretera de Buga a Buenaventura, llena de invasores y de huecos. Algunos tan serios que hacen temer por la estabilidad de la vía. Por Mulaló Loboguerrero, nada distinto de pleitos y consultas. En eso somos buenos. Y finalmente, el mar. Ahora atrévase a entrar a la ciudad o al puerto. Ya no es un desastre, sino el caos.
Pero le dijimos, lector querido, que había llegado a Buga. Lo que supone que pasó el Túnel de la Línea, que dejó Vargas Lleras inaugurado en sus fervorosas declaraciones. Pero solo en declaraciones. A esa obra, que acometió el inolvidable Ministro Gallego, hace como 15 años, le faltan el pico y las patas. Hasta ahora, lo que hay, otra vez, son cálculos de plata y tiempo. No se ilusione.
Si llega al Río Magdalena, lo primero que se le ocurrirá será preguntar por ese tesoro de Colombia. ¡Qué desencanto! Después de la Navelena de Odebrecht, no hay nada. Ni siquiera una nueva licitación.
Como tampoco la hay en la Ruta del Sol II. El Invías está haciendo grandes y costosos esfuerzos para que no se dañe lo empezado. Mas nada sobre la manera de terminar esa carretera, vital para el país.
De la Ruta del Sol III, es decir más al norte, poco o nada. Impregilo la dejó tirada, quebradas una o dos poblaciones que vivían de la obra y no se sabe si emprende otra vez la marcha o tendremos noticia de una nueva y rotunda caducidad, de otra liquidación y algún día de licitación y concesionario nuevos.
Hoy nos cuenta el periódico, al lado del estupendo triunfo de Colombia sobre Argentina, la noticia de que la carretera de Bogotá a Medellín está que se va, toda entera, por un hueco gigante a la altura de Cocorná. Pasen rápido, antes de que tengamos otro bloqueo.
En la carretera al Llano, que nos une con la mitad de Colombia, caros amigos, el inventario sucinto es de las obras destruidas: el Puente de Chirajara, que casi inaugura Vargas Lleras antes de que se cayera, un viaducto en el abismo que nadie inauguró y ahora, por este invierno, otro puente y un túnel destruidos. ¡Es que ha llovido tanto!
Las carreteras se construyen para que resistan cuando llueve mucho. Como los aviones se diseñan para las grandes tormentas. Menos entre nosotros. Aquí las carreteras se caen cuando llueve.
Y a estas horas nadie sabe de quién es la responsabilidad y el costo de recuperar la ruta al Llano. Si de nosotros o del concesionario. ¿Quisiera averiguarlo, lector amable? Mientras tanto, Colombia está partida en dos. Porque, obviamente, no hay carretera alterna. Ni siquiera inaugurada por Vargas Lleras.
Y así queremos competir con el resto del mundo. Por eso, se lo recordamos al oído, cuesta más llevar una tonelada de cualquier cosa desde Bogotá a Buenaventura, que de Buenaventura al Japón. ¡Salud! Colombia ganó el partido. Pero pese a la hazaña de Roger y Zapata, no podemos competir con nadie. Porque para decirlo de una vez, no tenemos carreteras.
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