Por Fernando Londoño Hoyos.
Por nuestro título se verá que en la persecución contra el Presidente Uribe hay gente vil y vulgar que anda unida en la sombra para perder a alguien. Pero no se dice quiénes son los conjurados ni lo que persiguen.
Se habla de un tal Cepeda, comunista y guerrillero, de un paramilitar Monsalve, de las supuestas conversaciones de personas cercanas a Uribe con otras cercanas a Monsalve, y pare de contar. Pues con tan frágiles y detestables personajes y hechos, se monta, se sostiene y se pretende consumar una conjura.
¿Para qué tanto escándalo? Pues para meter a la cárcel a Uribe, se responde. ¿Y para qué encarcelar a Uribe? Nadie lo pregunta y por lo mismo nadie lo contesta.
Se da por entendido que hay gente vengándose de Uribe. Pues no, queridos amigos. Tanto aparato no es para tan poca cosa. Y ahí está el detalle, como Cantinflas dijera. La conjura, complot o conspiración va mucho más allá, apunta más alto, cuenta por mucho más.
Y es muy fácil adivinar el fondo del tenebroso asunto, el que no desentrañan ni sus víctimas directas.
¿Qué pasa con Uribe preso? Para empezar, que el Centro Democrático no queda valiendo nada. En el partido y en la bancada del partido en el Congreso, hay gente muy valiosa, patriotas ejemplares, personas doctas y resueltas. Pero ni el Partido ni la bancada tienen un líder, un jefe, una estructura sólida que pueda enfrentar lo que viene. ¿Se ha pensado en eso?
El Centro Democrático tiene un Directorio de 45 miembros, lo que garantiza que no tiene Directorio. Esa gente, toda buena, entusiasta y cortés, ya ni se reúne. ¿Para qué?
El Centro Democrático tiene 19 senadores, excelente orquesta sin Director. Desaparecido Uribe de la escena, es un barco a la deriva, un campanario sin campanas, un ejército sin general.
Y acontece que el Centro Democrático es el punto de alianza y encuentro de varios partidos que concurrirían a la más alta empresa política que Colombia habría visto en su Historia: salir a su rescate, salvarla, recomponer su rumbo, cerrar sus heridas sangrantes.
¿Cuánto vale esa alianza partidista sin el Centro Democrático, vale decir, sin Uribe? Entre muy poco y nada. Esos aliados ocasionales de hoy, ayer santistas confesos y entusiastas, se saben culpables de la tragedia que hay que remediar, de la inmensa cuenta pendiente que será preciso saldar. Y van a apoyar la nueva esperanza de los colombianos, pero no tanto, van a seguir al Presidente que la encarna, pero no mucho, van garantizar el tránsito hacia una política sin clientela, hacia una economía sin mermelada, pero con más que escasa convicción y con pobrísima voluntad.
Por aquí aparece la unidad de la canalla y el alcance de la conjura. Ni Cepeda ni Barceló, a cuál personaje de los dos más oscuro y mediocre, son los que urden la trama. Les queda grande hasta la perfidia.
Cualquier criminólogo empieza por preguntar cuando busca la verdad de un delito: a quién aprovecha? Pues éste, el de la conjura imbécil pero demoledora contra Duque (que no contra Uribe) favorece a Santos, cuyos crímenes quedarán impunes y cuyo legado de mentiras y felonías, a salvo. Cuando exploten las bombas que deja Santos activadas bajo el tablado de las instituciones, no habrá quién se las cobre, porque el culpable de cuanto pase será entonces otro, el que no descubrió a tiempo que esta conspiración maldita se preparó y consumó en su contra.
La Conjura es de las FARC y su aliado Juan Manuel Santos. Por allá caminan las Euménides que enloquecen a Uribe pero que lo que se proponen es matar a Duque y mantener en sus garras el país entero.
Uribe en una cárcel, preparando una defensa inútil, es la garantía del éxito de la conspiración. Tan bien dispuesta, que el Presidente Duque no la ha descubierto. Su mensaje sobre la tal indagatoria, uno de los más cándidos documentos políticos que hemos leído, apunta a que la víctima es Uribe y que es preciso defenderla con la presunción de inocencia. ¡Pobre inocente, el que tal cosa piensa!
La prueba reina de todo este complejo de bajezas, ruindades y canalladas, la da la propia Corte. En su documento incriminatorio, para justificar su llamado a indagatoria dice que acusa a Uribe, al representante Prada y hasta al diablo, porque “vislumbra la posible participación de varias personas….en el diseño y ejecución de un plan orientado a desviar la justicia…”. Cuando uno vislumbra, lamentables conjurados, magistrados Hernández, Castro y Barceló, es porque está confuso, no ve claro, conoce imperfectamente o conjetura. En términos jurídicos, porque no tiene prueba. Lo que significa que no puede llamar a indagatoria a nadie. Lean el diccionario y prevariquen después. No es mala idea.
Y en esto para la conjura de Santos y las FARC contra Duque y su gobierno.