Por: Santiago Castro
Las exportaciones colombianas enfrentan una crisis que ya no puede alegarse coyuntural, pues pasaron de 60 mil millones de dólares en 2012 a 30 mil millones de dólares en 2016. Tanto la ANIF como ANALDEX han expresado su preocupación y aunque esperan una leve mejoría en el segundo semestre del año en curso, anuncian que hay un problema de fondo. El repunte que se esperaba con la devaluación del peso no se dio y ya no hay como seguir culpando del bajonazo a los precios internacionales de las materias primas, por más de que los comodities sigan representando cerca del 60% de la canasta exportadora. Además, la política fiscal sigue siendo una maraña difícil de entender y el anuncio de una nueva reforma tributaria no ayuda a la confianza inversionista. No se ha logrado la diversificación de la economía y el atraso en infraestructura es dramático.
A lo anterior hay que agregar una inflación acumulada en los últimos 12 meses del 8,6%, pero con una inflación en alimentos que está en 14,28%, según cifras del DANE. Es la más alta que sufre Colombia desde el año 2000. Los más afectados son sin duda los colombianos de menores ingresos, que esta semana sufren además una subida adicional en el costo de la canasta familiar, pues nada que se resuelve el asunto para ponerle fin al paro camionero.
Recordemos aquí que la expectativa del gobierno era una inflación inferior al 4%. Pues bien, eso a estas alturas suena a mal chiste. Lo mismo ocurre con la promoción de las exportaciones y la inversión extranjera. Las primeras siguen cayendo sin cesar y se han reducido en un 50%, y la segunda cayó en un 26%, siendo Colombia el país de América Latina en el que más cayó la inversión.
Las locomotoras que anunció el gobierno Santos para promover el desarrollo y sostener el crecimiento económico al parecer ya no arrancaron. Esperemos que la nueva economía que con tanto ánimo se anuncia logre revertir esta tragedia.