Por Fernando Londoño Hoyos
Le sorprenderá, amable lector, que incluyamos en la cadena de desastres de este gobierno incompetente y ladrón el tema de la infraestructura, del que tanta publicidad hace.
Bogotá concentra más del 30% del PIB de la Nación y en ella y a su alrededor vivimos, muy mal, cerca de nueve millones de colombianos.
Pues Bogotá concentra gran parte de este nuevo desastre.
Para bajar de la altiplanicie al Río Magdalena se construye, desde hace muchos años, la llamada Ruta del Sol I, que pasando por Villeta iría a Guaduas y luego a caer a la ribera del Río.
La ruta a Villeta la dejó casi concluida el Presidente Uribe y Santos terminó lo poco que faltaba y lo ha celebrado como si fuera el túnel del Canal de La Mancha. Pero llega el viajero a Villeta y para seguir a Guaduas se conecta con la procesión interminable de tracto camiones que van para Medellín y la Costa. Son 23 kilómetros que no han mejorado de lo que teníamos hace 60 años. Por entonces, el trayecto tomaba 40 minutos, 20 de ascenso y los otros 20 en descenso a Guaduas. Hoy es imposible predecir el tiempo que tarde un automóvil. ¿Dos horas? ¿Tres? Todo depende del tráfico del momento. Ya se perdió, con creces, la ganancia de la doble calzada a Villeta.
Suponiendo que se llegue finalmente a Puerto Salgar o La Dorada, el camino ya se llama Ruta del Sol II. Si, amigos. La carretera que le adjudicaron a Odebrecht, para que repartiera coimas y financiara la campaña de Santos. A estas alturas, quedando claro que no hay carretera, tampoco hay quién la construya.
Aguas abajo del Magdalena, empieza la Ruta del Sol III, que finalmente nos comunicará con el Caribe. Pues los contratistas abandonaron la obra y dejaron en la quiebra miles de personas que le sirvieron de arrendadores, proveedores, contratistas en general. Un pueblo entero, Bosconia, quedó en la ruina. Y nadie sabe como se recuperará y continuará la vía.
Mientras la carretera viene a tan mal andar, el Río quedó peor. El contratista que debía dragarlo y abrir ese camino hermoso para la navegación permanente también quebró. Odebrecht, otra vez.
Ocaña Gamarra debía construirse para comunicar el Oriente del país con el Magdalena. Otro desastre. Ese teatro de otro robo también quedó en ruinas.
A Girardot se llega por una doble calzada iniciada por Uribe y mal terminada por Santos. No tiene señales divisorias pero sí malos peraltes y visibles fallas del pavimento.
Siguiendo ahora hacia la Cordillera Central, para remontarla y bajar a Calarcá y tomar el camino hacia Pereira y Manizales o hacia Cali. Para ello es menester buscar el Túnel de La Linea que diseñó el Ministro Andrés Uriel Gallego, y que los charlatanes de Santos no han sido capaces de terminar. Vargas Lleras prometió entregar toda la obra a finales de 2.016. Hoy no se sabe cuándo podrá estar lista. Va otro desastre.
La carretera hacia Buenaventura no concluye y en los últimos kilómetros, que no están adjudicados, se pierde lo ganado en el resto del trayecto. Pero con el mismo destino se espera construir la vía Mulaló Loboguerrero. Pues no ha comenzado. Está pendiente de una consulta popular en el sitio llamado La Cumbre. Pues 500 o mil personas tienen paradas a millones.
En Antioquia no se termina el Túnel de Oriente, que sacará a Medellín de su lindo y profundo valle, porque la obra no se podía ejecutar con los diseños que dejó Luis Alfredo Ramos. El ecologista Santos paró los trabajos largo tiempo, para concluir que lo dispuesto por Ramos estaba bien hecho. Otro desquite con Antioquia. Como se desquitó parando las autopistas de la Montaña y remoloneando con el camino a Urabá.
De Caldas se desquitó Santos parando el aeropuerto de Palestina o del Café que dejó financiado el Ministro Oscar Iván Zuluaga. Pero no midió que esa pequeñez de su pequeña alma lo llevó a dejar enclaustrada la región más cafetera del país y le quitó al triángulo, Manizales-Pereira-Armenia la oportunidad de disponer del que debería ser el mayor aeropuerto del Occidente.
¿Dónde está la carretera de la Soberanía que conecte el norte de los Llanos orientales con el centro del país? ¿Dónde las dos que conectarían con Colombia al olvidado Chocó? ¿Dónde las que abran los llanos orientales al Pacífico? ¿Dónde las obras que sirvan de respiro y alivio al Río Magdalena cuando se crezca como probablemente se crecerá el año próximo con el fenómeno de La Niña?
La infraestructura de Colombia es un desastre. Nos endeudaron en cuarenta mil millones de dólares para que no se construyera nada contra esa fortuna fabulosa. Se nos robaron treinta mil millones de dólares de la bonanza petrolera y seguimos en la cola del desarrollo vial de América.