La Hora de La Verdad

Bomba de tiempo

El idílico sueño de paz empieza a cubrirse de sombras.

Por: Plinio Apuleyo Mendoza  28 de abril 2017 , 12:00 a.m.

Digámoslo sin rodeos. El profundo malestar que se advierte hoy en el país no se debe a la polarización política ni a maniobras de la oposición. Los males que nos afectan saltan a la vista de todos.

La situación económica, por ejemplo. De nada sirvió una bonanza petrolera que le dejó al país 130.000 millones de dólares, suma que fue derrochada por un gasto público desmedido. La deuda externa representa hoy el 25 % del PIB. El aumento del IVA y otros gravámenes contenidos en la reforma tributaria desataron un alza de precios que afectó como nunca la canasta familiar y una caída en las ventas del comercio. Cayó también la inversión extranjera en un 20 % y el desarrollo agrícola e industrial se ve seriamente comprometido, de modo que las perspectivas de empleo son tan aleatorias que muchos jóvenes se verán obligados a buscar opciones de trabajo en el exterior.

A este inocultable desquicio económico se suman grandes escándalos de corrupción, así como homicidios, asaltos y robos por causa de bandas armadas que configuran una alarmante situación de inseguridad en el país. De ahí que la atribulada pregunta ¿qué nos espera? se escuche donde uno vaya. Por otra parte, el idílico sueño de la paz que nos pinta el presidente Santos, como el gran trofeo de su gobierno, empieza a cubrirse de sombras a medida que se conocen las desmesuradas concesiones a las Farc con atropellos flagrantes a la Constitución y al orden judicial vigente. Además, no hay paz alguna en los territorios donde antes operaban las Farc. Ahora los ocupan sus disidentes, el Eln, y las ‘bacrim’ multiplican asaltos, extorsiones y secuestros.

¿Bastará un cambio de gobierno para reparar estos males? Muchos así lo creen y ponen sus esperanzas en las elecciones del 2018. Pero realmente el peligro que nos asecha tiene raíces más profundas. Lo que las Farc y sus ocultos agentes políticos están construyendo de tiempo atrás en vastas zonas rurales del Cauca, Caquetá, Meta, Guaviare, Putumayo y Norte de Santander es una verdadera bomba de tiempo.

Corresponde a una progresiva y bien calculada estrategia diseñada por el Foro de São Paulo para llegar un día al poder. De hecho, las zonas que durante el conflicto estaban bajo su dominio se han convertido en microestados donde sus agentes tienen un absoluto control político y militar que se compagina muy bien con las zonas de reserva campesina y las comunidades indígenas, y la falta de presencia en ellas del Estado y la Fuerza Pública. Igual destino tendrán las zonas veredales, que no serán para nada transitorias. Si se observa bien el mapa del país, tal estrategia se lleva a cabo en un 45 % del territorio nacional.

El real poder de las Farc en estas regiones se sustenta obviamente en el narcotráfico, que sigue en manos de sus agentes y aliados. Los cultivos de coca cubren hoy 188.000 hectáreas luego de que el Gobierno, atendiendo una exigencia de los comandantes farianos en La Habana, suspendiera la fumigación con glifosato. Además de constituir sustento de millares de campesinos, el negocio millonario de la coca les dio poder y autoridad sobre líderes, políticos y autoridades regionales. Con su apoyo, por ejemplo, un dirigente indígena ganó recientemente la alcaldía de Tumaco. Al poder militar tampoco han renunciado las Farc. La caleta hallada recientemente en el Putumayo demuestra que su mencionada dejación de armas no excluye que muchas queden en reserva.

Todos estos peligrosos manejos son bien conocidos por las Fuerzas Militares. El acuerdo que acabó situándolas en pie de igualdad con las Farc y su suerte futura en manos de la JEP las ha desmoralizado. El país ha olvidado que a lo largo de siete lustros de lucha contra el terrorismo murieron 32.000 oficiales y soldados que dejaron 13.600 viudas y 54.000 huérfanos. Triste epílogo de una lucha por la patria.

PLINIO APULEYO MENDOZA

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