Publicamos esta columna del entonces ex ministro Juan Manuel Santos, hablando de lo que pasa en Venezuela durante gobierno Chávez.
Por Juan Manuel Santos
Venezuela vive una de las etapas más dramáticas de su historia contemporánea. La democracia ha sido secuestrada por Hugo Chávez. Desde la caída de Marcos Pérez Jiménez en 1958, sus instituciones no habían estado tan amenazadas y violentadas. Todo esto tiene indudables repercusiones políticas y sociales a escala continental, y muy particularmente para nosotros los colombianos. Frente a los últimos acontecimientos no se puede seguir siendo indiferente, porque en situaciones como ésta, la indiferencia se vuelve cómplice.
Nada de esto es fortuito. Chávez, un teniente coronel profesionalmente gris, con inocultables resentimientos sociales y cuyos antecedentes lo señalan como el producto de la infiltración de la izquierda en las Fuerzas Armadas venezolanas iniciada desde los años 70, se dio a conocer en febrero de 1992 con la rebelión militar que trató de derrocar el gobierno de Carlos Andrés Pérez. Pero los planes de Chávez venían desde su época de subteniente, y se comenzaron a materializar en 1982 cuando organizó una logia militar en el Ejército. Algunos de sus antiguos compañeros recuerdan los solemnes juramentos y el uso manipulado de la memoria de Bolívar con el objetivo de irrumpir contra el orden constitucional. Fue así como, aprovechando el descontento popular por ciertas medidas que tomó el gobierno del presidente Pérez, Chávez se lanzó a encabezar el cruento intento de golpe en febrero de 1992, tras el cual fue encarcelado. El intento tuvo un segundo capítulo, con la complicidad de sus compañeros, en noviembre de ese año. Sin embargo, en el juego político propio de las democracias débiles, al asumir Caldera el poder en 1994, y en un acto de estupidez histórica, se le concedió a Chávez el sobreseimiento de la causa: dejó sin mancha su expediente y con ello el camino libre para aspirar al poder por la vía electoral.
Ante el desgaste de un bipartidismo corrupto que había ejercido el poder durante 40 años sin mayores resultados sociales en un país tan rico, Chávez encontró el terreno abonado para proclamar un mensaje populista de cambio, que terminó dándole la victoria electoral en diciembre de 1998. La mayoría de los venezolanos le concedió a Chávez el beneficio de la duda. Se pensó que bajo su liderazgo se podía generar un verdadero proyecto nacional. Muchos empresarios e intelectuales creyeron que sería un mandatario respetuoso de las leyes y le dieron su apoyo. El típico “Mesías” latinoamericano había llegado a Venezuela… ¿Cuándo aprenderemos de la historia?
En el fondo, Chávez habría preferido llegar al poder por la vía del golpe de estado y no por caminos democráticos, hacia cuyas instituciones siente desprecio porque, como a todo tirano, le significan una camisa de fuerza. No en vano ha ejercido el poder con un estilo típicamente autocrático y cada vez más alejado del estado de derecho. Nadie duda de que Chávez fue legítimo en el origen. Como lo fueron Hitler, Mussolini, Aristide, Fujimori… y tantos otros demagogos convertidos en tiranos, o tiranuelos como diría Carlos Fuentes. Pero se ha deslegitimado completamente en su desempeño.
Un Plan por Etapas
Todo obedece a un plan fríamente calculado. Desde 1995, el Movimiento Bolivariano Revolucionario fundado por Chávez, mejor conocido como MBR-200, se afilió al Foro de São Paulo, que congregó a los movimientos más radicales y revolucionarios de América Latina, incluidas las FARC. En 1994, recién salido de la cárcel, Chávez hizo su primera visita a Cuba, donde Castro lo recibió con honores propios de un jefe de Estado. Desde ese momento y con un gran acto organizado por Castro en la Universidad de La Habana, se selló entre ambos una alianza que crece con el tiempo y que ha alcanzado una simbiosis total en objetivos geopolíticos y estratégicos. Cuba recibe un cuantioso apoyo energético y financiero que supera las subvenciones que en sus mejores tiempos le concedió la Unión Soviética. Por su parte, Fidel ha desplegado un contingente de más de 20.000 hombres en Venezuela. Es la mayor movilización de cubanos después de la guerra de Angola. Se presentan bajo la figura de maestros, alfabetizadores, entrenadores deportivos y médicos, pero se sabe que una buena porción asumió rápida y directamente tareas de lucha política y entrenamiento militar. Muchos resultaron ser asesores de la temible G-2 y del Ejército cubanos, y hoy se encuentran cómodamente infiltrados en el mundo castrense y en los cuerpos de seguridad del Estado venezolano. No se exagera al señalar que Chávez ha facilitado el establecimiento de la primera base cubana en Suramérica, verdadera cabeza de playa en un país importante y rico, una vieja y muy ansiada aspiración de Castro. Ninguna decisión se toma en Venezuela sin asesoría del régimen cubano, que le proporciona a Chávez el beneficio de sus 45 años de experiencia como la más longeva dictadura del mundo.
En el plano político, al asumir el poder en febrero de 1999, Chávez inició la primera etapa de su proceso revolucionario: la etapa constituyente. Gracias a que ganó las elecciones en medio de una altísima abstención, logró una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional Constituyente y con ello imponer en el lapso de tres meses un nuevo texto constitucional, elaborado a la medida de sus designios. Como ha ocurrido con los otros poderes, la Asamblea actuó de manera subordinada a la voluntad del caudillo. Lo insólito es que, luego de aprobada, Chávez ha manejado la Constitución a su conveniencia: evadió olímpicamente los procedimientos que la Carta establece para la designación del Tribunal Supremo de Justicia, el Fiscal General, el Contralor, el Defensor del Pueblo y el Poder Electoral. Lo mismo sucedió con el control de los tribunales y la designación de los jueces, todos ellos electos por el “dedo omnipotente” del Teniente Coronel. En 2001, el Poder Legislativo le concedió al Ejecutivo poderes extraordinarios para legislar. Fue así como impuso 48 es decretos-leyes en temas fundamentales que van desde la propiedad de la tierra hasta el manejo del petróleo, lo cual generó gran reacción nacional y las primeras protestas masivas. En las marchas y los paros se involucraron, como pocas veces antes, la sociedad civil y la mujer venezolana. Fue un primer punto de quiebre. Chávez se negó así a unificar al país en torno a su “proyecto nacional de cambio”. Falló en la misión principal de cualquier mandatario, como bien lo señaló Felipe González en reciente reportaje.
Pelando el Cobre
A partir de ese momento mostró las uñas: se dedicó mas bien a imponer sus criterios en forma excluyente, a fracturar la sociedad, a sembrar odios y a fomentar, por todos los medios, la lucha de clases. Se enfrentó con la Iglesia, los empresarios, los sindicatos, los partidos políticos y los medios de comunicación. Es que bajo su concepción autocrática, concertar era una traición al ideal revolucionario.
En abril de 2002 se produjo el fugaz y fracasado intento de removerlo, que irónicamente lo fortaleció. Se cometieron errores crasos: la disolución ilegal de la Asamblea Nacional y de otros poderes públicos; la falta de coordinación entre civiles y militares; no haber enviado a Chávez a Cuba, por discrepancias entre los propios militares, pues los más radicales querían que se quedara en Venezuela para ser juzgado; la ingenuidad del general Vásquez Velasco, comandante del Ejército, que de buena fe y para preservar las apariencias, se negó a cambiar al Comandante de la Guardia de Honor del Palacio de Miraflores y al general García Carneiro, comandante en ese entonces de una importante guarnición y hoy ministro de la Defensa… En fin, fue una triste historia.
Lo que poca gente recuerda es que Chávez, durante su detención en la Isla La Orchila, se arrodilló ante el presidente de la Conferencia Episcopal y ante el cardenal Velasco y pidió perdón, demostró contrición de corazón y prometió propósitos de enmienda. Resultaron lágrimas de cocodrilo y juramentos que el viento se llevó.
Otra vez en Miraflores, Chávez se echó para atrás en todo lo que había ofrecido. ¡Los revolucionarios no se arrepienten! Se negó a aceptar la relegitimación de los poderes, la revisión de las leyes y el establecimiento de una Comisión de la Verdad sobre la masacre que había precipitado su relevo. Como era de esperarse, los ánimos se caldearon.
Ante esa grave situación, la OEA, el Centro Carter y el PNUD actuaron como facilitadores del acuerdo político que finalmente se logró en mayo de 2003 después de muchos meses de negociación, para centrar la salida de la crisis en la figura del referéndum revocatorio del mandato presidencial, figura incorporada por el chavismo en el artículo 72 de la Constitución. No sobra recordar que meses antes, la oposición había intentado sin éxito la convocatoria de un referéndum consultivo, que fue anulado por el Tribunal Supremo de Justicia y que coincidió con el final del famoso paro, tan dañino para la economía y para la causa de la oposición.
A partir de allí se inició el calvario para invocar el referéndum y el propósito del régimen de Chávez de obstaculizarlo a toda costa. Se deslegitimaron en dos ocasiones los casi tres millones y medio de firmas presentados, con argucias jurídicas y procesales por parte del poder electoral de mayoría chavista. Se conocen muy bien las trampas y triquiñuelas con que el gobierno ha procedido, el enfrentamiento entre las salas electoral y constitucional, y la decisión final de esta última de imponer arbitrariamente su voluntad para frenar el referendo. Con razón se dice que seis personas, tres de la Corte Electoral y tres de la Sala Constitucional, forman, junto con su comandante Chávez, la nueva dictadura venezolana.
Una Olla de Presión
Todo esto ha sumido a Venezuela en nuevas y graves tensiones y protestas callejeras de las fuerzas de la oposición, y en el inicio de una desproporcionada represión gubernamental, causante de muchas muertes, cerca de 1.400 heridos y centenares de detenidos que han sufrido maltratos y torturas como lo denuncian tantos venezolanos y las organizaciones de derechos humanos. Por supuesto, también hay desaparecidos. La represión evidencia el desespero del gobierno y sus métodos violentos e ilegales acentúan el desconocimiento del estado de derecho. Los áulicos del oficialismo han cerrado filas al lado del caudillo para defender su “proceso” sin reparar en los métodos para lograrlo. Los fines justifican los medios, como en casi toda revolución. No se podía de forma alguna repetir el error de los sandinistas.
¿Qué recursos ha utilizado Hugo Chávez para tratar de atornillarse en la silla presidencial? Después de abril de 2002 decapitó a las Fuerzas Armadas (FAN), pasó retiro a cientos de altos oficiales e inició una política de ascensos en función de la lealtad y no de los méritos. Las FAN actúan ahora como un brazo político armado, y sus líderes hablan como voceros del chavismo, además de promover despiadadas represiones contra un pueblo disidente que protesta ante las arbitrariedades del gobierno. De otro lado, Chávez impuso la politización de Petróleos de Venezuela (PDVSA), principal fuente de ingresos fiscales del Estado, expulsó a 20.000 trabajadores que se sumaron a la huelga a comienzos del año pasado, y la convirtió en dependencia oficialista y en caja menor para el proselitismo político. Como si fuera poco, Chávez y el vicepresidente Rangel han acentuado la presión sobre los órganos del poder público para asegurar su apoyo incondicional. Además, al fracasar en la intimidación contra funcionarios públicos para que no suscribieran la solicitud del referéndum, desató una cacería de brujas contra los que firmaron: han sido despedidos bajo la acusación de que firmar era un acto de subversión, convirtiéndose de manera insólita un recurso constitucional en un delito. Todo aquel que firmó es un ciudadano de segunda, privado de sus derechos: no pueden contratar con el Estado y a muchos se les ha negado hasta el pasaporte.
Los golpistas de 1992 acusan hoy a los disidentes de terrorismo y de golpismo. ¡Vaya ironía! Hace pocos días se dictó orden de detención contra el alcalde Henrique Capriles, uno de los más jóvenes y destacados líderes del Partido Primero Justicia y quien junto a otros dirigentes como Carlos Melo, militares y cientos de jóvenes detenidos, son víctimas de las represalias y políticas de terror desatadas para acallar la ira de la población venezolana, que ve frustrado su anhelo de encontrar una solución pacífica, democrática y electoral, como lo proclamó la Resolución 833 de la OEA.
En el seno de las Fuerzas Armadas la situación es grave, muy grave. No sólo por la purga y la politización, sino también por los planes de convertirla en una fuerza miliciana y adoctrinada. Hoy, el número de hombres incorporado al 7º Cuerpo de Reservistas de las FAN llega a 60.000, subirá a 150.000 a finales de este año, y los planes anunciados son incrementarlo a por lo menos 500.000 hombres. Es decir, en pocos meses el contingente regular en las FAN será inferior al de los mercenarios, ocho mil de los cuales han sido entrenados en Cuba y otros en campamentos especiales en Venezuela.
De Tumbo en Tumbo
En materia económica, el gobierno de Chávez ha sido un estrepitoso fracaso. Estableció control de precios y un rígido control de cambios que ha manejado con absoluto interés político. Ha estimulado la creación de gremios paralelos, mientras que la mortalidad empresarial creció vertiginosamente. Sólo en el sector manufacturero el número de empresas es 55% inferior al que existía en 1998, y otro tanto ocurre en el sector terciario, sin contar la caída de la inversión, que hoy no representa ni el 2% del PIB, que a su vez ha decrecido en 20% en los dos últimos años. El desempleo se desató, en más de la mitad de la población entró a la informalidad, la inflación creció como espuma, el bolívar se desplomó… Todo esto en una situación de bonanza petrolera.
En materia de política internacional se han estrechado cada vez más las relaciones con Cuba (Chávez acaba de nombrar a su hermano como embajador en La Habana) y con países árabes fundamentalistas. La hostilidad contra los Estados Unidos se exacerba día a día, ya no sólo con insultos personales de alto calibre contra el presidente Bush y su gobierno, sino con amenazas de cortar el suministro de petróleo y denuncias de intervención en los asuntos internos. Con Chile las relaciones estuvieron a punto de ruptura ante la imprudente decisión de Chávez de enarbolar la bandera de la salida al mar de Bolivia, hasta que la intervención de los presidentes Lula y Kirchner lo obligó a silenciar sus arengas. Muchos chilenos hablan también de la intervención de dinero chavista en el paro de los educadores contra el presidente Lagos. Con la República Dominicana, Chávez también utilizó el petróleo como instrumento de chantaje. Con Costa Rica, España y México, las relaciones han sufrido un indudable deterioro. En el juego demagógico, Chávez ha tratado de ganarse la voluntad de los países del Caricom con su inagotable chequera petrolera y modificando la tradicional posición venezolana sobre la explotación de la Guayana Esequiba —previendo un eventual debate sobre la situación venezolana en la OEA—, lo cual le ha merecido duras críticas internas.
Y a propósito de la OEA, es pertinente señalar lo que dice Humberto De la Calle, quien presidió las sesiones de discusión de la Carta Democrática Interamericana: “Es claro que a Chávez no le gustó nunca la idea de una Carta Democrática. Sentía que en el futuro podía serle aplicada a su Gobierno. Jugó con mucha habilidad bajo la batuta del embajador Valero, curtido y avezado negociador que se dio sus mañas para no aparecer de frente en contra de la idea. Cada día surgía una objeción, un reparo, una inquietud. Primero objetaron la mención exclusiva de la democracia representativa como eje central de la Carta, argumentando que su democracia era participativa, copiada por cierto de Colombia, como lo reconoció el canciller Dávila. Luego vino el elemento crucial, el de los procedimientos para excluir a un gobierno del sistema interamericano en caso de una ruptura del orden constitucional. La innovación era que la sanción sería aplicable no sólo frente al golpe de estado clásico sino en caso de auto-golpes, abiertos o sutiles, constituidos estos últimos por la violación de elementos democráticos esenciales como la libertad de prensa o la autonomía de las Cortes. Venezuela puso toda suerte de frenos y cortapisas. Finalmente se logró el consenso, en gran medida porque la reunión de Lima coincidió con el fatídico 9/11 lo que obligó a abreviar al máximo la discusión por el regreso de Powell a Washington, cancelando de paso su visita a Colombia”.
Los Socios del Plan
Por otro lado, la relación con los grupos radicales de América Latina se incrementa día a día. Las manos de Chávez estuvieron presentes en Bolivia en apoyo al movimiento cocalero que llevó a la renuncia del presidente Sánchez de Lozada. En agosto de 2003, en el marco de una visita de Chávez a Paraguay, Uruguay y Argentina, éste expresó que Venezuela estaba presente en América del Sur con su proyecto revolucionario. En el marco del Congreso Anfictiónico Bolivariano, realizado en Buenos Aires en noviembre del año pasado, se incorporó a su seno por iniciativa de Chávez a los movimientos Sin Tierra del Brasil, a los Piqueteros argentinos, a los de Evo Morales y Felipe Quispe (Pachacuti) en Bolivia, al Pachakutek de Ecuador y a otros grupos revolucionarios del continente. A todo esto se añaden las excelentes relaciones que Chávez mantiene con el MLN de Uruguay, el Ollanta del Perú, el sandinismo de Nicaragua, el Frente Farabundo Martí de El Salvador y el Rafael Alegría de Honduras, y por supuesto la amistad y el apoyo brindado a las FARC y el ELN en Colombia. Los recursos y respaldo a esos movimientos forman parte medular de las estrategias de Chávez para la región. Los abundantes ingresos producto de los altos precios del petróleo y la total falta de control en cómo gastarlos, lo facilitan. ¡Oh coincidencia!, nombró a Lenin Ramírez Sánchez, hermano del famoso terrorista “El Chacal”, director en el Ministerio de Minas, y a Alí Rodríguez, un radical agitador político, ni más ni menos que en la presidencia de PDVSA. Por otro lado, las exportaciones de petróleo a Cuba por encima de su consumo doméstico, permiten triangular los excedentes hacia estos movimientos por los canales secretos que Fidel conoce tan bien.
Cerrando el Cerco
De otra parte, Chávez alista la aprobación de leyes que permitirán legitimar la dictadura en Venezuela tras lograr que las leyes orgánicas se aprueben por mayoría simple en la Asamblea. Estas incluyen leyes como la del Tribunal Supremo de Justicia para consolidar el dominio del organismo, la Ley de Contenidos (Ley Mordaza) contra los medios, las leyes “Antiterroristas” o de “Propaganda de Guerra” para eliminar la disidencia, y la Ley de Policía Nacional para suprimir las autónomas policías estatales y municipales y crear un cuerpo controlado políticamente por el gobierno central. Chávez niega o restringe recursos a gobernadores y alcaldes que no comparten la línea oficialista. Muchos temen que el régimen prepara un fraude electrónico para las próximas elecciones regionales, donde ya hay tres militares de candidatos a importantes gobernaciones, al contratar una firma de procesamiento de datos de dudosa solvencia. ¡Es fundamental sacar a los representantes de la oposición de cualquier posición de mando y asumir el control absoluto del poder! En las etapas siguientes del proceso revolucionario, las piezas fundamentales son la profundización —con apoyo cubano— de las llamadas misiones “Robinson”, “Barrio Adentro”, “Sucre” y “Vuelvan Caras”, todas de aparente contenido social y educativo pero de alta factura político-ideológica. Se trata de un componente de la fase de radicalización del proceso revolucionario, que incluye la materialización de la ruptura social, de los planes de confrontación FAN-Círculos Bolivarianos-Cuerpos Paramilitares, la implantación de las leyes revolucionarias, el control de los factores de producción, y la confiscación de tierras, de los medios de comunicación y de la propiedad privada.
Respecto del papel esperado de las FAN, hay que reconocer que está mediatizada, vigilada por comisarios políticos y su capacidad operativa está sensiblemente disminuida. Se estima que un 25% de la oficialidad está con Chávez, y un 25% en contra, y que el otro 50% asume la postura de cuidar sus carreras y privilegios, pues Chávez les ha concedido bonos, jugosos aumentos de sueldos y toda clase de beneficios. En el seno de la sociedad civil, la correlación se mantiene en dos tercios en contra, y un tercio en favor, pero en ese tercio hay grupos armados, beneficiarios del reparto y beligerantes como pocos.
¿Segundo Punto de Quiebre?
Ante ese cuadro, si se consolida el desconocimiento del referéndum como es de prever, se exacerbará la confrontación interna y se podría llevar a Venezuela hacia una guerra fratricida. Ante la negativa de Chávez a medirse por vías constitucionales y respetar las reglas del juego, el recurso que muchos proclaman es la resistencia activa y la desobediencia civil, camino impredecible hacia el cual Chávez empuja inexorablemente al país. Por lo demás, la población percibe que las dos banderas que enarboló Chávez —la lucha contra la pobreza y contra la corrupción— han sido burladas, y que el totalitarismo antidemocrático es ya una realidad, apenas matizada con barnices de una legalidad maniatada e ilegítima.
El proceder de la oposición ha sido en general pacifista, frente a tácticas no convencionales del oficialismo, lo cual plantea —utilizando la jerga estratégica— un contraste de visiones simétricas vs. asimétricas. La oposición tiene el reto de aglutinarse y organizarse mejor, mientras que el régimen chavista va traspasando la “franja amarilla” de la tolerancia y conduce al país hacia etapas más complejas e inciertas, que a muchos hacen predecir salidas cruentas. Por las razones expuestas, se descarta un papel proactivo de las Fuerzas Armadas. El cuadro descrito es grave, amenazante y apenas emerge como la punta de un inmenso iceberg. Ello debe significar un grito de alerta para las organizaciones democráticas del continente y motivar un análisis y seguimiento más cercano y comprometido del caso venezolano, no sólo como expresión de solidaridad con el pueblo hermano, que sufre hondamente los efectos de un totalitarismo que aún no ha tocado fondo, sino incluso por razones de supervivencia. Soldado avisado no muere en guerra. Chávez ha dicho que viene la internacionalización de la revolución bolivariana. Para ello cuenta con ingentes recursos y aliados en Cuba, en el mundo árabe y en los movimientos radicales e indigenistas de América Latina, que ven en el eje Caracas-La Habana la posibilidad de materializar las viejas aspiraciones de una América revolucionaria. Quien tenga ojos que vea, quien tenga oídos que oiga, como acostumbra señalar reiteradamente Chávez en sus interminables y tediosas proclamas en Aló Presidente.