Por Fernando Londoño Hoyos.
Sin que nadie lo advirtiera, el Consejo de Estado nos ha puesto a las puertas del abismo. Si como ocurre en la inmensa mayoría de los casos confirma en sentencia el auto de suspensión provisional que profirió contra el uso del Fracking en Colombia, estamos perdidos.
El petróleo y sus derivados generan el 60% del valor de nuestras lánguidas exportaciones, que alcanzaron el año pasado los cuarenta mil millones de dólares. A la vuelta de cinco años, simplemente conservando las cifras actuales y cuando se hayan agotado las reservas petroleras, el déficit en la balanza comercial y en cuenta corriente habrá aumentado veinticuatro mil millones de dólares, para aproximarse a los cuarenta mil millones de dólares. No compliquemos la cuenta con el valor de las importaciones de gasolina, de gas y de otros derivados que serían menester ante el agotamiento de las reservas. Concedamos optimistas, muy optimistas, y en gracia de discusión, que se lograra la producción necesaria para atender el consumo interno del país. Aceptada que se lograra esa hazaña, contemos que solo nos quede el hueco exportador de los dichos cuarenta mil millones de dólares por año.
La situación actual de las cuentas externas es deplorable y alarmante. El déficit en cuenta corriente, uno de los más altos del Continente, superará este año, largamente, el 4% del PIB. Vamos derecho a mostrar un déficit en balanza comercial y en la de pagos, que ronde los quince mil millones de dólares. De otro modo dicho, la balanza externa de la economía es lamentable, y si fuéramos país serio, estaríamos dedicados a estudiar la manera de resolver esa crisis. Como no lo somos, seguimos discutiendo las idioteces de la JEP y las acusaciones grotescas contra el Presidente Uribe Vélez. Pero eso es dicho al paso.
Lo que no podemos decir al paso es lo que nos caerá encima con más de veinte mil millones de dólares adicionales de déficit en nuestras cuentas externas.
Para no dilatar el desenlace, como se usa en las novelas y películas de terror y misterio, digamos que en esas circunstancias, Colombia no será un país viable. No que sea pobre, difícil de guiar, complejo en su economía. No. Decimos que no es viable en esas condiciones, que hemos echado las llaves al mar y que tendremos que buscar en otras naciones el pan para sobrevivir. El que pueda irse con razonables expectativas, que lo haga desde ahora. Los demás, que nos preparemos para sacar comida de la basura y encomendar nuestras almas al buen Dios.
¿Qué hicimos para evitar este cuadro de miserias que se le escapó al Dante? Poco menos que nada. La suerte de todos está en manos de un abogado poco menos que incógnito, un contratista de la época de Santos, que nadie conoce, que carece de experiencia, que no ha sido profesor universitario, ni escritor ni litigante de kilates. ¿ Cómo ha sido eso posible? Con Santos todo era posible. Lo incomprensible es que tanto entuerto no se haya aliviado en la presidencia de Duque.
El Consejo de Estado ha dicho que el Fracking es peligroso para la salud y por eso ha tomado una decisión cautelar, la mayor y más excepcional en estas acciones de nulidad. No ha dicho de la salud de quién hablamos y por qué no han muerto los norteamericanos, y los argentinos, y los británicos, y los canadienses y los australianos y los alemanes que han entrado y entran ahora en la historia de esta tecnología prodigiosa. Nada. Pero, como el mismo Consejo lo insinúa en su nota periodística, es que la Nación y su representante no han probado nada en contra de lo dicho por el demandante. Le alcanzó la soga a nuestro abogado para presentar un informe o declaración de algún personaje o de alguna institución a favor del fracking. Y en Derecho no se alega, ni se cuentan historietas. Se prueba.
Mientras tanto, que el país aguarde. La suspensión provisional se decretó porque el Consejo se demora mucho en dictar sentencias, según se lee en el auto de marras. En lugar de apresurarse para resolver semejante tema inmenso, suspende provisionalmente el único medio que tenemos para salvar la coyuntura, y encontrar y extraer petróleo antes de la catástrofe. ¡Vaya Magistrados estos!
Algunos amigos optimistas dicen que los consejeros no se atreverán a llegar tan lejos y a volver pedazos la vida de cincuenta millones de personas. Pero ya se atrevieron a la suspensión provisional y con la Justicia actual nada se sabe. Nada se sabe, por ejemplo, si lo que han cometido con esta suspensión provisional es un simple disparate, o si empujados por los políticos a los que deben sus puestos, quieren poner al Gobierno en la más dura situación que enfrentó otro cualquiera, en toda nuestra azarosa Historia.