Univisión ataca de nuevo

Por Eduardo Mackenzie

Vuelve y juega. El viernes pasado, Univisión anunció que había descubierto otro caso de “espionaje electrónico” en Colombia. Esta vez la víctima de las “intervenciones” o “hackeos” parece ser, nada menos, que el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos (1). Horas después, el diario El Colombiano, de Medellín y la revista Semana, de Bogotá, sin aportar ningún dato nuevo, relanzaron la noticia tal cual. Sin hacerse la menor pregunta sobre la legitimidad de esa información. Y una nueva bola de nievo comenzó a rodar.

Como en las recientes “revelaciones” que desembocaron en la destitución de la cúpula militar colombiana, el artículo de Univisión está firmado por Gerardo Reyes y Casto Ocando. La nueva incursión de esos dos periodistas, y la forma como lanzaron la supuesta noticia, plantea, una vez más, dos problemas fundamentales del periodismo: el de la ética y el de las fuentes de información. 

Los citados periodistas dicen que unos correos electrónicos privados del presidente Santos fueron pinchados. Dan a entender que  esa información viene de una documentación que ellos habrían recibido antes y que utilizaron parcialmente para lanzar el escándalo que  terminó en la destitución –sin pruebas– de dos altos oficiales de la inteligencia militar y, después, de otros generales, entre ellos el General Leonardo Barrero, comandante general de las Fuerzas Militares. Agregan que las intercepciones a Santos hacen parte de “un asalto masivo [de] por lo menos dos años”.

El acto denunciado es, pues, un delito grave y continuado. Importa saber qué individuo o qué equipo hizo eso. Y cómo esa información fue a dar a manos de Univisión. La fuente criminal puede ser un espía extranjero, como puede ser un organismo subversivo local. Puede ser un equipo local bajo órdenes de un servicio extranjero. Puede ser un servicio de inteligencia oficial, etc. Todas las posibilidades están abiertas.

¿Es ético publicar una información que es el fruto de un acto ilegal? ¿Se puede recibir y explotar información que viene de un criminal sin revelar su naturaleza y su origen? ¿Se puede callar quien es el actor ilegal y cuáles son sus motivaciones?

Reyes y Ocando no dicen una sola palabra al respecto. Parece que ellos no se plantean siquiera esos problemas de ética periodística. Sin embargo, ese es el elemento central del asunto.  

Reyes y Ocando no dicen si ellos obtuvieron de manera leal esa información. Ocultan la fuente y el sentido de esas pinchadas, creyendo que la esencial del periodismo es desligar el evento de su fuente. En realidad, es lo contrario. La regla de base del periodismo es que todo evento narrado debe ser atribuido a una fuente. Hay excepciones a esa regla, como veremos, pero la regla es esa.

Lanzar una noticia sin haber investigado y sin decir cuál es el origen de la misma, sin valorar la seriedad de la fuente, ni la autenticidad de lo que dice, ni la calidad de la “prueba”, y sin ofrecer un panorama completo de lo que dice haber “descubierto”, es sorprendente.

La regla general en periodismo (lo que hacen los diarios y las agencias de prensa serias) es que todo evento debe ser atribuido a una fuente. Eso permite al lector sopesar la credibilidad de esa información y eso protege al medio en caso de discusión o pleito.

Hay casos en que la fuente pide no ser mencionada. El periodista tratará de convencerla de hacerlo, salvo en caso de fuerza mayor. Si la fuente insiste en ser anónima el periodista debe decirlo, y decir por qué. El periodista debe  respetar el secreto profesional y no divulgar la fuente si ésta ha dado la información a título confidencial.

En caso de una información sin fuente el medio debe asumir la responsabilidad de esa información. Por eso la información sin fuente es la menos utilizada, pues es vista, con justa razón, como una información frágil o dudosa. No hay que olvidar que, como dice un excelente manual de estilo de la AFP,  “la información sin fuente es el primer paso hacia la desinformación”. La propaganda soviética era experta en ese tipo de trucos.

Si no se puede citar el nombre de la fuente, al menos se debe calificar la fuente, es decir indicar qué calidades tiene, de qué medio es, agregar un detalle que pueda indicar que la fuente existe realmente.

El método de algunos periodistas en los años 50 y 60 era salir del paso  diciendo que la suya era una “fuente segura”, o una “fuente digna de fe”, o “muy bien informada”. El manual de estilo de El País, de Madrid, lo prohíbe expresamente. Tales frases son excluidas hoy del trabajo periodístico. Pues muchos timos periodísticos se hicieron con ese método. Si la fuente exige (en casos muy excepcionales) que no se dé detalle alguno de ella, ni de su medio, ni de su posición,  el periodista debe citar esa exigencia y, sobre todo, debe obtener el respaldo de su jefe de redacción, o de sus colegas, quienes asumen la responsabilidad de la información difundida en esas condiciones.

La información sin fuente es aceptable únicamente cuando ésta relata o rinde cuenta de un hecho notorio o público: una manifestación, una sesión parlamentaria, un evento deportivo, etc.

Si la fuente de un hecho público es indirecta (otro medio, un testigo), hay que mencionar esa fuente.

Reyes y Ocando no respetaron ninguna de esas reglas básicas, que son  universales para el periodismo de hoy. Propusieron, en cambio, una información importante pero sin fuente y sin analizar la calidad de la fuente, sin medir qué intenciones hay detrás de la entrega de esa información por una fuente anónima. Aunque ignoran las reglas de la ética periodística ellos le exigen al lector, y al poder judicial, que crean sin más, que traguen entero. Ni siquiera acudieron a la fórmula obsoleta, como hemos visto, de “la fuente de alta fidelidad”. Hay que creerles porque  ellos lo dicen. Eso es ridículo. Esos estándares de Univisión son de los años veinte. Lanzar así una noticia y venderla como una “investigación”, es reducir la credibilidad que podía tener todavía Univisión.

¿Alguien ha visto al New York Times divulgar una “información” dada por una familia mafiosa de Chicago, callando toda referencia a ese origen, para hacer caer un juez en Washington?

¿Alguien ha visto a Le Monde divulgar una información que hace parte de la reserva de un sumario para precipitar la caída de alguien antes de que haya cosa juzgada?

¿Alguien ha visto a Reuters utilizar información que viene de un robo para favorecer  una u otra facción de la vida política británica?

¿Ha visto alguien a una televisión norteamericana divulgar informaciones relacionadas con  los intereses fundamentales de esa nación, o con la protección de sus fuerzas militares, sin ser objeto de una instrucción penal?

La Declaración de deberes de los periodistas franceses dice esto: es un deber: […]  “3. Publicar únicamente las informaciones cuyo origen es conocido o en el caso contrario acompañarlas de las reservas necesarias; no suprimir las informaciones esenciales y no alterar los textos y documentos.”

Una de las reglas del periodismo en Japón dice: (…) “3. Al tratar una información hay que ver si hay el riesgo de que ésta sea utilizada con fines de propaganda y por eso se debe adoptar una actitud de vigilancia especial al respecto.”

En vista de las anomalías que presenta la información propuesta por Reyes y Ocando surge esta pregunta ¿Por qué Univisión? ¿Por qué esas “revelaciones” no fueron suministradas por la fuente misteriosa a un medio más conocido, serio y exigente como CNN, o como una de las agencias internacionales de prensa como la AFP, Reuters, o AP?

Es obvio que la fuente secreta no busca sino a Univisión. ¿Por qué? La respuesta salta a la vista: porque ésta no es lo suficientemente exigente. La deontología periodística, como hemos visto, al menos en estos episodios de las supuestas “chuzadas” en Colombia, fue ignorada. Lo que difícilmente habrían hecho las agencias o los periódicos serios.

 

Ese estilo de trabajo de Univisión es inaceptable. Univisión es irresponsable al lanzar la cosa así. Pues ese tipo de “noticias” tuvieron y tienen efectos negativos sobre la seguridad nacional colombiana. Si esos periodistas tienen la prueba de esas grabaciones debe tener también claro quién es el interceptador, el hackeador. ¿Por qué callan todo al respecto? ¿A quién protegen?

Ellos emplearon esta vez la misma técnica de la “revelación” anterior: citaron unos correos interceptados, y dijeron que ellos, Reyes y Ocando, habían verificado “la autenticidad de los documentos”. Falso. Lo que hicieron fue verificar el contenido, no la autenticidad de esos textos. Le mostraron al presidente Santos uno o dos textos (que nadie ha visto) y éste dijo que los reconocía.

Pero esto es sólo la punta del iceberg. Lo importante es la credibilidad de la información. ¿Alguien agregó, mutiló o alteró esos textos? Eso depende de la fuente. Lo importante es saber quién, realmente, suministra esa información y por qué. Es saber quien está haciendo esas pinchadas, dónde y cómo y con ayuda de quien. Ahí es donde habría verdadera investigación periodística.

¿Qué hacer con una información robada? Los periodistas repudian la información robada, o tratan de confirmar esa información por medios legítimos antes de publicar. Un debate sobre eso existe, es cierto, pero no ha concluido. Estamos lejos de eso. Incluso la información robada por Julián Assange no fue publicada por tres conocidos diarios europeos sino después de que esa información fuera contrastada por los periodistas de esos diarios.

Reyes y Ocando fueron utilizados como correa de transmisión. El periodismo no es eso. El periodista no puede convertirse en vocero de su fuente, de su interlocutor, mucho menos si éste oculta su identidad. La información debe ser tratada, verificada, contrastada, controlada. Como hicieron los periodistas que destaparon el Watergate: las informaciones de “garganta profunda” eran verificadas y contrastadas antes de ser difundidas.

Al final de su artículo, Reyes y Ocando tratan de consolar al lector con un dato vago sobre el origen de esas pinchadas: dicen que, según un experto “de la policía colombiana”, hay tres posibilidades: 1. Una “fuga interna”; 2. Un “acceso externo” y 3. “a través de los destinatario” (sic). Es decir que todo es gris en ese paquete que ellos recibieron y aún así ellos pretenden hablar de información “autenticada”. Increíble

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