NIÑOS Y SECUESTRADOS: SU TURNO
Despierta curiosidad la manera como entre los bandidos de las FARC y las alcahuetas del Gobierno van a encubrir las vergüenzas que saldrán a flotar con motivo de este Acuerdo Final.
La primera será la evidencia del número de los delincuentes que pusieron en jaque un país entero; que hicieron cambiar la Constitución y ponerla a su servicio; que consiguieron una Reforma Agraria que arruinará el campo y el país; que se hicieron perdonar los crímenes más atroces que la humanidad recuerde; que se convertirán en fuerza política inmensa sin tener un voto; que lograron amnistía para sus capitales gigantescos y patente de corso para acumularlos en adelante; y que se convirtieron en héroes internacionales y en dueños intocables de la conciencia colectiva. ¿Seis, siete mil bandidos pusieron de rodillas a cuarenta y siete millones de ciudadanos libres? Lo sabremos muy pronto, por mucho que quieran esconderlo.
Organismos insospechables tienen probado el secuestro, a manera de reclutamiento, de más de veinte mil niños campesinos convertidos en esclavos, carne de cañón y juguetes sexuales de esa partida de atarvanes. Los más confiables cálculos elevan a tres mil el número de los que hoy, cuando escribimos y usted nos lee, querido colombiano, forman esa legión de niños que serán infelices para siempre.
La Fiscalía General de la Nación tiene prueba judicial, plena, de centenares de niñas sistemáticamente violadas por esta canalla, embarazadas y luego obligadas a abortar. La disciplina guerrillera no tolera embarazos largos, ni partos, ni criaturas nuevas en las filas. ¡Estorban tanto!
En el Acuerdo Final estas criaturas se olvidaron. De la Calle y Jaramillo estaban tan ocupados, tanto, tanto, que no les quedó espacio para pensar en semejante trivialidad. Por eso el Acuerdo no menciona a los niños y ahora, cuando la indignación ha rebasado la copa del dolor y el asco, estos miserables se explican diciendo que no tienen niños reclutados, sino protegidos del abandono y la miseria. Las FARC han sido como un orfanato ambulante para rescatar niños infelices. Pero pueden decir estas y otras sandeces, y no lograrán ocultar esta llaga purulenta ni conseguirán que nadie en el mundo los comprenda ni perdone.
También llegó el turno de los secuestrados. Millares de soldados, policías y civiles que perdieron su libertad por venganza o por dinero, y de los que nunca se supo nada. En muchos casos, claro, las llamadas extorsivas iniciales y después, el silencio. Los mataron.
A propósito del Acuerdo Final, los familiares de estas víctimas recuerdan su memoria y las circunstancias precisas en las que desaparecieron en las fauces de las FARC, esta bestia atroz que padecimos 52 años.
¿Dónde están los secuestrados? Tan sencillo como con los niños: se cuentan en el número de los desaparecidos en la guerra.
Estos cuentos, estas disculpas y explicaciones imbéciles alcanzarán a convencer la tropa de majaderos que en el exterior se hace lenguas hablando de la maravilla de la paz en Colombia. Pero a nosotros no nos traman con tanta idiotez. A los niños, los que han sobrevivido, por supuesto, nos los van a devolver. Y sabremos cuántos tienen. El número podrá ser reducido en estos días, matando unos cuantos para que no hablen cuando estén en libertad. Los bandidos saben que los niños dicen la verdad. Y les aterra que eso ocurra. Un huracán de desprecio silbará por el mundo entero.
Estas son buenas razones para demorar el tiempo en que deba la guerrilla alojarse en las Zonas de Tolerancia que el Gobierno le tiene preparada. Para que muchos compatriotas no tengan tiempo de enterarse, reflexionar y reaccionar antes del plebiscito. Porque solo por el número de bandidos que derrotaron al Gobierno, el de niños secuestrados y el de secuestrados asesinados, todos saldremos a decir NO el 2 de octubre.
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