Estudiantes… A la carga
Por Fernando Londoño Hoyos.
Para no darle a nadie méritos que no tiene, diremos que la idea de perturbar el orden público, hacerle daño en su trabajo, en su tranquilidad, en su vida a centenares de miles de personas inocentes, no fue de los estudiantes. La tuvieron unos transportadores que protestaban por el sagrado derecho que sostienen suyo para hacer lo que les de la gana con las leyes de tránsito, para contravenirlas cuanto se les antoje y para no ser castigados cuando lo hagan.
La genial iniciativa fue de esos muchos que no quieren que se les apliquen normas que terminarían por favorecerlos en su duro y respetable trabajo. Por eso pararon la ciudad, dañaron centenares de buses que pagaremos entre todos, bloquearon los pueblos cercanos a Bogotá y consiguieron, válganos Dios, una mesa de diálogo para que el Gobierno les tolere, en todo o en parte, sus infracciones y abusos.
Pero por esas casualidades tan casuales que nos acontecen, al mismo tiempo los estudiantes de muchas universidades, privilegiados beneficiarios de muestra educación superior, lamentablemente tan escasa e inalcanzable para muchos menos felices, salieron a copiar el estilo, los métodos, las formas violentas de los camioneros y taxistas para pedir el castigo que se merecen, y vaya que se lo merecen, unos ladrones maestros y dignatarios de la Universidad Distrital, que debieran estar hace rato en una cárcel. Si hubiera en Colombia, claro está, fiscales, procuradores, jueces, todos eso que falta para que seamos pueblo civilizado y justo.
¿Y que culpa tienen de que esos detestables personajes no hayan sido destituidos y conducidos a La Modelo, los que padecieron la violencia estudiantil?
No dijimos violencia por error ni por adorno literario. Invadir la vía pública para causar los estragos que se causaron, es un acto de violencia, así no se manifieste y traduzca en muertos y heridos. Hay violencia sin sangre: ¿lo saben nuestros estudiantes?
Como esos actos de protesta, llamémoslos así en gracia de discusión, eran ilegales y la ciudad no tenía por qué sufrir tales vejámenes, intervino la policía, para despejar las vías y permitir la vida normal de las muchas víctimas de aquellos retozos juveniles.
¡Y ahí fue Troya! Excesos de la Policía, brutalidades sin sentido, incomprensión al derecho de expresarse dañando a los demás. Y por lo mismo, más marchas sin permiso de nadie, más parálisis social, más daños físicos al mobiliario público y privado y el intento, por gracia de Dios no conseguido, de quemar vivas cien o doscientas personas que trabajaban en el ICETEX, a favor de los estudiantes incendiarios.
Nos salvamos de una tragedia tan colosal, que ni para qué mencionarla. La hoguera prendida en el Parque de los Periodistas, la que por ineficiencia en los métodos de estos desalmados no se convirtió en un dolor sin orillas para la Patria, ya no fue de los estudiantes, sino de los vándalos. Una conveniente distinción de roles y responsabilidades. La marcha pacífica era de unos, la brutalidad que se cometía con esa ocasión, en el interior de su desarrollo y sin protesta de los marchantes, fue de los vándalos. ¡Cómo valen las disculpas!
A propósito de estos desafueros sin sentido, se nos ocurre decirle a quienes pudieron ser nuestros alumnos, que se les pasaron asuntos y temas por los que bien valiera que marcharan, con permiso y sin perjuicio para nadie:
Por el desempleo juvenil, al más alto de América.
Por el endeudamiento que les dejó Juan Manuel Santos, y que pagarán por los años de los años.
Por la deforestación inclemente de las selvas y los bosques, que los de la Paz siguen practicando para sembrar su cocaína.
Por los desastres que causan esos malditos narcotraficantes volando los oleoductos y matando los ríos, la fauna, la flora, que son patrimonio de todos, principalmente de los más jóvenes.
Por la minería ilegal, que acaba nuestra riqueza, nuestro paisaje, nuestra vida misma.
Por las “ollas” del micro tráfico, que lo destruyen todo y que inclusive, tras de tantos males, los expone a tentaciones no siempre vencidas.
Por la demora del Gobierno en fumigar con glifosato los sembrados de cocaína, ruina del país y de su juventud.
Por que no se haga ya la exploración, científicamente validada, de los Yacimientos No Convencionales, para que no tengan que abandonar el país o pedir limosna apenas terminen su carrera.
Por la corrupción de los políticos, los administradores de los recursos públicos, los jueces, los magistrados, que les dejan una Nación sin horizontes.
Por la pobre calidad de la educación, fuente y razón de la peor y más cruel desigualdad social y atraso colectivo.
Como ven, sobran motivos para la protesta, sin desencadenar sus furias contra los muchachos policías que cumplen su deber atajando manifestaciones y violencias sin sentido, como las que ustedes hacen ahora, con tan pobres razones.
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