¿QUÉ NOS TRAES, VIAJERO?
Juanpa acaba de regresar de los Estados Unidos, lo que no es ninguna novedad. Volvió, simplemente porque se había ido. Y se había ido porque es lo único que sabe hacer. Ir y volver. Como el Presidente Uribe iba y volvía, pero no visitando grandes capitales para posar en fotos que no se le niegan a nadie y sacar lagartos de su entorno cenagoso para que luego le paguen el viaje en espaldarazos y zalemas. Uribe iba y venía, visitando infatigablemente todos los rincones de Colombia, para oír a su gente, conocer sus necesidades y dolores y apostarle a la solución de sus problemas. ¡Qué par de viajeros tan distintos!
Pues íbamos en que Juanpa volvió de entrevistarse con Obama, otro tan despistado como él y de engañar a todos, o intentarlo, al menos, sobre lo que realmente se dijeron. Vamos al grano de estas tertulias baratas, sustituto pobrísimo de un gran encuentro entre Presidentes de los Estados Unidos y Colombia para rememorar 15 años del Plan que contribuyó a rescatar este país de las garras del indigno Gobierno de Ernesto Samper, el de los millones de los Rodríguez Orejeuela.
El primer objetivo visible, era el de “relanzar”, como ahora suele decirse, el Plan Colombia con cuatrocientos cincuenta millones de dólares, pero no para seguir peleando con el narcotráfico y los bandidos, sino para pagarles sueldo mientras los traen al Congreso. Y Santos, y los titulares de su prensa abyecta, dicen que los trajo. Pues veamos.
Lo primero es que la suma no entrará este año, pues que queda pendiente del presupuesto que el Congreso de los Estados Unidos aprobará para que rija en el 2.017. ¡Qué pena! No nos giran ya el chequecito.
Pero lo más grave es que la promesa del regalo lo hace el que no maneja la chequera. En las democracias verdaderas la plata la recaudan y distribuyen los congresos. Todo lo que puede hacer Obama, y que tal vez hará, será incluir la partida en el proyecto que llevará al Congreso este año, para la vigencia del 2.017. Y aquí se agravan los pesares, porque quien tiene mayoría en el Congreso no es el Partido Demócrata, el de Obama, sino el Republicano, el de la oposición. Y ese partido ha dicho mil veces que no le gusta la idea de llenar de cocaína las calles de las ciudades americanas, para envenenar su juventud. Y cuando esos parlamentarios repasan la historia y las estadísticas, solo ven signos de la feroz multiplicación de ese tósigo maldito, por obra de lo que Juanpa llama la Paz Colombia. Malos augurios para el chequecito que se fue a buscar don Juanpa.
También quería conseguir que los Estados Unidos levantaran la orden de captura para los delincuentes de las FARC y que ya no los consideraran terroristas y no los pidiera en extradición.
Aquí le fue peor. Lo que le dijo Obama y le repitió el Secretario Kerry, es que tales cosas no ocurrirán, mientras las FARC mantengan sus armas en la mano y no se pruebe que han abandonado sus actividades criminales. Menudo lío. Porque hay varias cosas que los bandidos de La Habana no quieren, de ninguna manera. Entregar las armas y dejar sus negocios. La cocaína, el oro, el coltán y el contrabando no son cosas para negociar.
Como le fue tan mal con el Gobierno de los Estados Unidos, que le dijo cosas tan desapacibles como las que acabamos de recordar, se fue para la OEA. Y se entrevistó con Almagro, el Secretario General, con la seguridad de que le arrancaría palabras de elogio a su justicia transicional, esa diseñada por un sinvergüenza español, un tal Santiago, que se pasea por acá convencido de que nos saca del monte con espejos.
Pues con Almagro le fue algo peor, si cabe. Porque el uruguayo le hizo saber, muy enfático, que si a los terroristas no se les imparte justicia en Colombia, con penas reales y no fingidas, intervendrá la Corte Interamericana de Derechos Humanos para hacer lo que le corresponde.
En síntesis, Juanpa se fue por un proceso de paz con perdón para los criminales y por unos dolaretes para mantenerlos tranquilos mientras dominan los pueblos librados a su capricho. Y nada. Nada de nada. Ni regalos en dinero, ni levantamiento de órdenes de captura, ni renuncia de los Estados Unidos a su derecho de defensa contra el narcotráfico, ni cese de los pedidos de extradición, ni tolerancia a la impunidad. Nada.
Pero todo fue un éxito. Los dos aviones regresaron sin novedad, con su preciosa carga de lagartos distinguidos y los periódicos saludaron, con salvas de artillería, la brillante comitiva. Con esos espaldarazos quedamos listos para el capítulo que viene. La paz sin refrendación popular. El inepto vulgo se engaña solo.
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