LO QUE JUANPA SE LLEVÓ
Por: Fernando Londoño Hoyos
No fue el viento, como en la famosa novela de Margaret Mitchell. Fue Juanpa el que se le llevó el 60% del patrimonio, pero también el 60% del salario de cada colombiano.
Algún querido y paciente lector estará extrañado, porque tiene en apariencia lo mismo que tenía hace un año y gana aparentemente lo mismo que un año atrás. Pero no ha hecho cuentas y lo vamos a sacar de su inocencia. No tiene lo mismo, ni gana lo mismo.
No se deje engañar por las cosas que tenga o los sueldos que le paguen o las ganancias de su negocio. De lo que se trata es de saber qué compra, en bienes o servicios, con las cosas que son suyas, con los salarios que le pagan o las ganancias que obtenga. El valor real de todo eso tiene que medirse en moneda constante, único modo de preguntar por su riqueza verdadera.
Si hace un año tenía usted casa o apartamento que valía quinientos cuarenta millones de pesos, cambiaba su apartamento por trescientos mil dólares, o por lo que con ellos adquiría. Y si ganaba cinco millones cuatrocientos mil pesos, o tenía ese monto en renta o utilidades de su negocio, su ingreso real era de tres mil dólares. Lo demás es literatura.
Pues ocurre que la pésima gestión económica de Juanpa, sus fanfarronadas, sus imprevisiones, el robo sistemático que le permitió a sus amigotes de la “Mesa”, condujeron a una devaluación masiva del 62% en el año. Dejamos las cosas en el 60%, para que los cálculos sean más sencillos. Y aunque no lo crea, o aunque no haya querido hacer la cuenta, ese 60% de devaluación supone que usted es en esa proporción más pobre. No le de más vueltas al asunto.
Si era su ilusión hacer un viaje con su esposa, para conocer Europa o disfrutar los Estados Unidos, suponga que con tiquetes y estadía se iba a gastar treinta mil dólares. Eso significaba el nada despreciable esfuerzo de ahorrar seis meses de su salario completo. Usted dirá en cuántos años de paciente cuidado podía lograr esa hazaña. Pues tenga la mala noticia de que con su mismo sueldo, y suponiendo todo lo demás estático, ahora podrá hacer el mismo viaje si juicioso ahorra diez meses de salario y no seis. Piense si se empobreció o no.
¿Quería que su hijo hiciera una maestría en los Estados Unidos? Los derechos de matrícula en un año valen un poco más de cincuenta mil dólares. Nada menos que 17 meses de su sueldo, renta o ganancia de tres mil dólares al mes. Olvídese de esa cuenta. Con el dólar a tres mil, la noticia es que esa ilusión se le trepó a 30 meses del mismo ingreso que tenía hace un año. ¿Se da cuenta de lo que le pasó?
Alguien querrá defenderse y decir que no vive en dólares sino en pesos. Claro. Es verdad. Pero vive en pesos devaluados con los que cada día comprará menos. Las cosas importadas son muchas y desde este fin de año, el Presidente de FENALCO dice que a partir de octubre, ya los almacenes no tendrán inventarios adquiridos a mil ochocientos pesos por dólar. Lo que quiere decir que a partir de octubre esa devaluación le pasará la cuenta plena por el carro nuevo que quiera comprar, o por el repuesto que le ponga al carro viejo, o por el huevo o los pollos que se coma, nutridos con maíz importado, el que se encarece a la par con el dólar. Y así será con lo demás. De lo que puede estar seguro, es de que no habrá patrón que le doble el sueldo, ni banco que le retribuya el doble o el triple por sus ahorros, ni compradores que le resistan un aumento de precios de semejante tamaño.
Una devaluación es un empobrecimiento colectivo. Que si se hace paulatinamente, con juicio, permite que la economía se acomode y nadie nota el estropicio. Pero cuando a la brava se mantiene altísimo el precio del peso, o lo que es lo mismo, baratísimo el dólar, y el reajuste se hace de una vez, lo que pasa es la catástrofe.
¿Y tiene la culpa Juanpa de ese desastre? Por supuesto que sí. En próximo artículo se lo vamos a probar. Eso que nos ha pasado a todos, desde el que gana el salario mínimo hasta el más rico, es por obra del “como nunca antes”, del despilfarro, del robo. Juanpa se llevó, como el viento, el patrimonio y el ingreso de los colombianos.
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