¿DÓNDE CAERÁ ESE GLOBO?
Por: Fernando Londoño Hoyos
Estas son las horas en que el mismo Juanpa no sabe por qué lo eligieron Presidente de la República, cómo llegó al poder y lo más grave, para qué lo tiene.
Sorprendido por la vida misma, Juanpa se dedicó a ensayarse como hombre de Estado. Descartó lo obvio, porque no lo entendió o porque quiso trazar su propia ruta. Así que menospreció la posibilidad de seguir las huellas del Gobierno de Álvaro Uribe, como el país se lo pedía, y guiado por su hermanito Enrique, de infausto dominio sobre Juanpa, resolvió que cambiaría el rumbo de la Historia, consiguiendo una paz esquiva por cincuenta años.
Para eso tenía que inventarse una guerra, que no existía. Y se la inventó. Tenía que inventarse un Ejército enemigo, que no existía, y le confirió ese grado a una pandilla de matones que andaba escondida en Venezuela, con algunos compinches perdidos en la selva, sin horizonte, sin tropas, sin apoyo de nadie. Y se inventó el Ejército enemigo.
Tenía que inventarse una gente amiga de esa paz embustera, y se la inventó, pagándola por supuesto, pues que gratis nadie le apuntaría a ese disparate.
Tenía que hacerse a una prensa que le acolitara esos desvaríos, y se hizo a ella. La pauta publicitaria es el remedio infalible para la falta de ideas.
Tenía que conseguir cortesías internacionales, y recorrió el mundo en todas las direcciones, inventando tragedias, suponiendo esperanzas de un pueblo sediento de paz, manipulando medios. Y encontró esas cortesías. A nadie se le niega una venia cuando dice buscar una paz que se ha perdido.
Todas esas exploraciones tuvieron un precio, y puso al país a que lo pagara. Le sorprendió, también fue sorpresa, una bonanza petrolera y de minerales que produce esta tierra, como nunca se vio antes. Decenas de miles de millones de dólares cayeron a sus manos, y las malbarató todas. No le quedó ni un penique. Pagó con mermelada todas las alianzas perversas, con una clase política cada vez más desprestigiada y repugnante. Y prometió lo imposible y levantó quimeras y pagó favores. Todo, claro, con aquella despilfarrada bonanza.
Ahora le llegó la destorcida. Quebró a Ecopetrol, la gallina de los huevos de oro, quebró la industria, quebró el campo y se quedó solo, con su soledad infinita de patriarca vergonzante, sin un peso y sin un amigo. Porque como dice la ranchera, el cariño comprado ni sabe querernos ni sabe ser fiel.
Lo único que le queda, o que cree que le queda, es el globo que tiró al aire con el atractivo nombre de la paz. Y el globo no cae, ni tiene dónde caer.
Sus contertulios de La Habana, recordemos que son un grupo de asesinos con condenas centenarias por los crímenes más atroces, saben muy bien que de ellos depende la suerte de Juanpa y de su Gobierno. Y se aprovechan de su necesidad y de su angustia, exigiéndole sin parar, ni medida, ni vergüenza.
Que pare los bombardeos, Juanpa los para. Que pare la fumigación de sus gigantescas plantaciones de coca, Juanpa las para. Que no los extradite, Juanpa no extradita a nadie. Que deje humillar y disminuir el Ejército del que es Comandante, Juanpa lo hace. Que les prometa impunidad, Juanpa se las promete. Que los mande por tandas a Cuba en los aviones de la Fuerza Aérea, Juanpa obedece. Que los mantenga como reyes en La Habana, Juanpa ordena que como a reyes los mantengan. Que no se inmuten cuando asesinen periodistas que los enfrenten, Juanpa calla cuando los matan. Que les destituya un Procurador incómodo, Juanpa se compra al Consejo de Estado para que lo haga. Que no les toque su colosal fortuna, Juanpa dice que le consta que son casi indigentes. Y que no los desarme, ay, qué drama. Lo último que le han dicho es que sí dejan las armas, pero que la cosa es para ambos lados. Y ya el pobre Juanpa, confundido y exhausto, no sabe qué decir.
Ya arruinó el país. Ya se le puso el dólar a tres mil pesos y su deuda externa se dobló en un santiamén. Ya se le disparó la inflación y la gente se enloquece pagando el mercado. Ya tiene un hueco fiscal por el que caben íntegros él y sus amigotes. Ya hasta El Espectador le escribe editoriales amargos. Ya los noticieros de televisión cuentan la verdad y hasta le recuerdan sus promesas fallidas. Ya los nuevos amigos cogen su camino y los viejos se preguntan si es la hora de saltar del barco, porque se hunde con ellos.
No le quedan sino restos de mermelada y un globo que tiró al aire y que no tiene dónde caer. Muy poco tener, para tanta soledad. A este improvisado patriarca le llegó su otoño.
Deja tus comentarios
Leave a Comment
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.
0 Comments