El asesinato de Boris Nemtsov, líder de la oposición en Rusia que fue abatido el 27 de febrero en un puente cerca del Kremlin, ha desencadenado una serie de especulaciones y acusaciones cruzadas, lo que sigue desestabilizando la política de ese país.

Los hechos que han sucedido luego del asesinato, generan grandes sospechas y apuntan cada vez más hacia la responsabilidad de Putin por la muerte de su opositor.

 Las autoridades rusas han detenido a cinco chechenos por su hipotética implicación en la muerte de Nemtsov y han identificado a otros 5 individuos como sospechosos.

Uno de los sospechosos, Bislán Shavánov, un hombre de 30 años, se inmoló tras provocar la explosión de una granada en la noche del 7 de marzo en un apartamento donde se había escondido al ser perseguido por la policía. Los medios y opinión pública han calificado esto como un suicidio inducido.

Ahora, uno de los detenidos y el principal sospechoso del asesinato ha denunciado este miércoles que confesó bajo tortura.

El torturado, Zaur Dadáyev, un ex miembro de las fuerzas especiales chechenas que había sido detenido el viernes pasado, relató a los defensores de derechos humanos que los agentes le prometieron no arrestar a su amigo y ex-subordinado Ruslán Yusúpov si confesaba.

También aseguró que había sido torturado y que le habían propinado palizas. Dijo que le habían puesto en la cabeza una bolsa de tela y mostró las huellas que habían causado las esposas en las manos y los grilletes en los pies.

Los hechos demuestran que después de la caída del muro de Berlín, Rusia, como otros países ex soviéticos, no han logrado hacer una optima transición a la democracia. Y Vladimir Putin sigue siendo fiel a su escuela, la KGB.