Carta del Coronel Mejía
CONSTANCIA DE UN CRIMEN
Apenas terminando de asimilar otro inhumano golpe contra mi vida y la de mi familia, no me queda otra opción que contarle a Colombia las tragedias a que soy sometido por ser un Soldado honesto que está dispuesto a morir por la verdad a la que tantos temen.
Constatar con toda certeza que el golpe esta vez no fue por parte de los Fiscales, ni de los Jueces, ni del Inpec, sino que fue infligido por hombres de mi propia institución, hace más dolorosa la herida.
Fue un señor General del Ejército quien solicitó e indujo ante el Inpec este extraño traslado sin mediar justificación legal alguna y sí vulnerando todos mis derechos humanos y garantías jurídicas.
No puede permitir la Sociedad y muchísimo menos lo deben aceptar los soldados de verdad, de ayer y de hoy, que La Institución militar manipulada por políticos y por la prensa, se haya convertido en el más atroz carcelero de los hombres que están sometidos a prisión por una justicia injusta, que los masacró por haber cumplido la misión de marchar a la guerra para enfrentar al terrorismo y derrotarlo.
Pero más grave, que simultáneamente con la humillación tras las rejas, la misma Fuerza Militar se tornó en el más inepto defensor de los soldados procesados por la guerra.
No he tenido en mi vida jamás un segundo de conducta criminal, paso ya el octavo año de un proceso infame, la Institución ni me ha defendido, ni conoce el proceso, pero si me ha quitado progresivamente todo a lo que tengo derecho. No le fallé a mi patria, no le fallé a Dios y no le fallé a mis hijos.
El señor General Juan Pablo Rodríguez Barragán, Comandante General de las Fuerzas Militares sabe de mi inocencia, sabe de mi sacrificio y el de mis hombres por cumplir la misión, él era mi comandante allá en el Norte del País.
Me preocupa, que si para esta infamia han tenido en cuenta los anónimos y los dichos de un cobarde que negocia beneficios con La justicia mintiendo y calumniando, es muy grave para la institución doblegarse ante los miserables.
No se imaginan la horrible sensación que es ser trasladado de prisión como el peor de los delincuentes siendo un hombre limpio, nadie podrá medir lo que sentí cuando un suboficial de mi Ejercito adornó con esposas de acero las mangas de mi camuflado de soldado integro con 35 años de servicio.
Me instalaron ahora en el CRM de Tunjuelito donde me acompaña mas miseria junto a los soldados más humildes, aquellos, víctimas de la infame justicia y del abandono de su propia institución. Muchos han perdido la esperanza y aprendieron a odiar a su Ejército en un sentimiento de rencor que se percibe durará muchas generaciones en sanar. Culpan de su suerte inmunda a sus superiores, señalándolos de voltearles la espalda luego de escalar gracias a su trabajo. Tristemente muchos tienen la razón.
Todas las promesas de defensa técnica de los hombres que fueron a la guerra, son una farsa promocionada para vender políticamente a la sociedad la idea que los soldados no están solos. No existe tal defensa.
No me aterra ni temo estar con estos nuevos compañeros de infortunio, de muchos fui comandante y con ellos compartí en todos los grados la primera línea en los campos de batalla. Pero me duele profundamente como me han privado de la atención médica mínima que requiero para sobrevivir a mi deteriorada salud.
Aprecio de manera especial a mi General Lasprilla Villamizar, Comandante del Ejército, es un líder brillante y valeroso a quien conozco por más de treinta y cinco años y se, dé su angustia y su trabajo por los hombres, desafortunadamente a su alrededor huele a enemigo, a traición y a intriga. Las huestes enemigas han logrado estar ya muy alto dentro de la institución.
La historia deberá muy pronto señalar a quienes incumplieron el juramento de no abandonar a jefes, subalternos y compañeros en la guerra ni en otra ocasión. Muchos han olvidado pensando solamente en ellos, que la lealtad es a la patria y no a los corruptos con poder.
Puedo asegurar desde lo profundo de mi alma por haber vivido los dos escenarios, que dejar a su suerte a los Soldados encadenados por la injusticia es más grave que abandonarlos heridos en el campo de batalla.
No dejaré de ser Soldado, no estaré nunca arrodillado, posiblemente mi cuerpo llegue un momento que no me responda, pero mi alma y mi corazón están jugados por la causa justa de recuperar el puesto de honor que nunca debieron perder los guerreros en una nación que contempla la tragedia de claudicar ante los intereses políticos y del terrorismo.
PATRIA – HONOR – LEALTAD
Dios salve a Colombia.
Coronel Hernán Mejía Gutiérrez
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