Lo que le dijo Iván Márquez a Noticias Rcn
Por Eduardo Mackenzie
13 de abril de 2014
Al Qaida se diferencia en un punto de las Farc: rechaza las entrevistas con la prensa. Sus jefes muy pocas veces aceptan ser interrogados por un periodista. Ellos siguen el precepto que dice: “La jihad y el fusil, no negociación, ni conferencias, ni diálogo”. Esa línea fue trazada por Abdallah Azzam, el preceptor político de Usama Ben Laden.
Para las Farc, por el contrario, utilizar a la prensa, sobre todo mediante entrevistas de complacencia, es indispensable. Eso hace parte de su instrumental político-militar. Pues el diálogo con un periodista es el mejor medio que tienen para consolidar la amenaza. También, pero en segundo orden, esos contactos les sirven para mejorar su maltrecha imagen, para facilitar sus contactos discretos con gobiernos extranjeros y optimizar las condiciones de sus reclutamientos en Colombia y en el exterior.
Las entrevistas que conceden los jefes de las Farc en La Habana, gracias al tinglado montado con la venia del presidente Santos y de los dictadores de esa isla, con el pretexto de unos falsos diálogos “de paz”, tienen esas metas y otra más: transmitir el mensaje subliminal a los colombianos de que ellas, las Farc, la estructura criminal más desastrosa del hemisferio, están más en sintonía con el país que en conflicto y en guerra con éste.
La entrevista de complacencia es un animal raro. El periodista anula en ella la distancia moral, intelectual y política que debe existir entre un miembro de esa noble profesión y un criminal. El periodista, en este caso, se sienta a dialogar plácidamente con un delincuente sin rechazar sus mentiras más insoportables, sin contra-preguntarle, sin exigir la ampliación de ciertas frases comprometedoras, sin identificar las amenazas, etc.
La entrevista de Noticias Rcn, realizada en La Habana por el enviado especial Rodrigo Pardo (1), le permitió a Iván Márquez aparecer como el gran campeón, quizás como el único campeón de la paz en Colombia. Las Farc son allí un partido decente, humanitario, que jamás comete crímenes. Estos son solo producto de la imaginación de sus enemigos. Pues el periodista se sentó a dialogar con Márquez como si estuviera ante el Papa Francisco.
El jefe terrorista, uno de los más sangrientos e implacables de esa organización, recitó en esa entrevista 39 veces, en todos los tonos, la palabra paz, en el sentido de que las Farc buscan la paz de forma permanente y se sacrifican por ésta. Esa mentira no despertó la atención del periodista. Tampoco se inquietó cuando Márquez dijo que lo que buscan ellos es “una pausa en la guerra”. Una pausa, no “el fin del conflicto”.
En vista de esa inatención, Iván Márquez se atrevió a ir más lejos y llegó a asestar duros golpes retóricos. “Quien promueve la guerra debe estar loco”, exclamó Iván Márquez, como la cosa más natural. Pues él no promueve la guerra. Jamás. Iván Márquez reiteró, más adelante, que el belicoso no es él sino el gobierno, sobre todo el ministro de Defensa quien es, según el terrorista, “un francotirador de este proceso de paz”. Rodrigo Pardo se tragó también esa culebra.
Como le dejaban decir cosas increíbles, Márquez difundió trozos de antología de la propaganda fariana. Lanzó que no hay víctimas de las Farc sino “del conflicto”, que las Farc sólo harán un “acto de contrición” si “todos los actores del conflicto” hacen lo mismo. Para Iván Márquez, las Farc y las fuerzas del orden son moralmente equiparables.
Respecto del bárbaro asesinato a golpes de dos policías desarmados en Tumaco, el periodista le dejó decir a Iván Márquez que los “muchachos” de las Farc habían hecho eso pues esos policías eran unos “espías” y esa era la única respuesta ante la “presión militar”. Sin inmutar a su interlocutor, agregó que si él y sus comparsas en La Habana hubieran sido “consultados” al respecto, ellos habrían ordenado “la libertad inmediata” de los dos policías. Qué maravilla.
Otra perla: según Iván Márquez, los narcotraficantes no son las Farc sino “los campesinos”, que hacen eso por culpa de la “política neoliberal”. Márquez exige que Colombia no combata los carteles, ni erradique los cultivos ilícitos, ni “dependa de Estados Unidos”, sino que se dedique a “consultar con los campesinos” y a trazar “planes alternativos” para ellos (léase para las Farc).
Iván Márquez lanzó una tremenda amenaza. Mientras no haya un cese al fuego bilateral, y mientras no se firme un “tratado” con el gobierno para la “regularización de la guerra”, dijo, la población civil seguirá sufriendo las consecuencias. Es decir, seguirá siendo atacada cobardemente, como hasta ahora. “Las Farc tienen sus proyectos en la cabeza y en el campo de las operaciones militares, pero creo que nos sabemos defender un poco de modo que eso [el cese al fuego bilateral] sería algo útil”.
El jefe de las Farc admitió ante Rodrigo Pardo que las Farc tienen “prisioneros de guerra”. Empero, el periodista no retuvo ese punto, ni pidió una ampliación de esa revelación que desmiente, precisamente, lo que habían dicho las Farc al comienzo de las peripecias de La Habana.
La entrevista de Rodrigo Pardo tuvo, al menos, un mérito: en medio de la avalancha de mentiras de Iván Márquez, éste soltó una frase que podría ser, quizás, la única verdad dicha por él ese día y que vale su peso en oro: que “Colombia y Cuba acordarán qué hacer si no logramos llegar a un acuerdo de paz”.
¿Qué hace esa frase en medio de una larga respuesta sobre la presencia o no de alias Simón Trinidad en “la mesa de La Habana”?
Esto quiere decir una cosa: que la negociación actual en La Habana no es entre el gobierno colombiano y los jefes de las Farc, sino entre Colombia y Cuba.
Por eso el intento de Iván Márquez de fragilizar la posición de Colombia frente a Cuba cuando Rodrigo Pardo le sirvió el tema de las “pinchadas” telefónicas destinadas a escuchar a los agentes de las Farc en Cuba. Márquez replicó que la inteligencia militar colombiana había “violado la soberanía de Cuba”.
Según la hipótesis, Colombia estaría sufriendo, tras la mampara de las negociaciones entre Santos y las Farc, un proceso de acomodamiento entre Cuba y Colombia, a espaldas de Colombia, de su Parlamento, de sus autoridades, de sus electores, de la prensa, de las fuerzas armadas y del ministerio público. ¿No fue eso lo que le hizo Cuba a Venezuela? Cuando Hugo Chávez estaba en vida, Cuba se aprovechó de la enfermedad de ese mandatario para arrancarle los últimos vestigios de soberanía que le quedaban a Venezuela, sobre todo sus recursos financieros y petroleros, hasta culminar en la aceptación de la llegada al país de tropas de combate y de comisarios políticos cubanos que fueron ocupando y controlando los centros de poder de Venezuela.
Eso fue hecho de manera clandestina, a espaldas de los venezolanos y del mundo entero. Lo único visible de ese proceso es lo que se ve ahora. La revuelta popular-estudiantil contra eso ha sido atacada violentamente y siguiendo los esquemas cubanos de represión.
Igual le sucederá a Colombia si las pretendidas negociaciones no cesan: quienes están tratando de minar las instituciones de Colombia para que Colombia ceda su soberanía, su independencia y su economía, son los dictadores, quienes necesitan eso para evitar el colapso de la isla-prisión. Las Farc no hacen sino el papel del comodín que oculta la verdadera naturaleza de los negociados en La Habana.
A la luz de esta hipótesis las particularidades de los convenios entre Santos y las Farc muestran su coherencia. Ello explica el carácter ultra secreto de las conversaciones, justifican el hecho de que sólo las Farc hablan sobre lo que quieren, mientras que las posiciones de Santos ante las exigencias y anuncios de las Farc son inexistentes. Eso explica las reuniones secretas entre las Farc y dos negociadores (Humberto de la Calle y Sergio Jaramillo) de las que es excluido el General Mora, información no desmentida hasta hoy.
Al final, Iván Márquez le agradece al ex ministro y periodista Rodrigo Pardo ese intercambio: “A mí personalmente me gusta hablar con personas que estén por la paz.” Sin comentarios.
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